Cap. 44: Habla

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James nunca habría imaginado que podría pasar una noche tan bella. No sería capaz de describir las miles se sensaciones por las que pasó mientras ambos se daban la espalda entre las sábanas, o las pocas veces que Ethan se volteó boca arriba o justo de lado, en dirección a él. Cuando los pies se tocaban despacio debajo de las mantas, cuando James podía oír la armonía y dulzura en su respiración. Además, el detective nunca se mostró disgustado ni incómodo mientras compartían aquella cama.

La verdad, había estado mucho más cariñoso y atento con él desde el episodio del envenenamiento... sin embargo, el recuerdo era ligeramente agridulce, y James no sabía cómo manejar esa mezcla de felicidad por lo hermoso de la situación con la angustia que le habían plantado aquellas palabras que el detective le había dicho anoche. Angustia que, además, era confusa, pues comprendía que Ethan lo estaba cuidando y no lo quería lastimar, lo cual, al mismo tiempo, le proporcionaba una especial alegría.

Agridulce era la mejor palabra.

Extrañeza, también. Eran sentimientos muy raros incluso para un especialista en psicología. Pues, hay que aclarar, por mucho que se sepa del campo, los sentimientos propios siempre serán intensos y moverán el corazón humano, sin importar qué tan instruidos estemos en el tema. Lo que duele siempre dolerá, y James sabía a la perfección que ni siquiera una carrera completa el psicología lo haría, jamás, permanecer impasible ante los actos de Ethan.

Esa mañana James fue el primero en despertar. Abrió los ojos y sintió a su lado el calor del cuerpo de Ethan, dulcemente acomodado en la almohada y con expresión plácida. Vio sus párpados perfectamente lisos, las pestañas rozando debajo de éstos, los labios pálidos semiabiertos, con la tenue luz mañanera iluminando su rostro como en una caricia. Por supuesto, temió despertarlo. No quiso interrumpir semejante escenario de belleza a su lado.

Lo primero que hizo fue llamar al hospital y avisar que aquel día llegaría más tarde, poniendo la fácil excusa de un resfriado. Pensaba acompañar al detective la mayor parte del día, considerando que éste no podía salir de su casa, cosa que procuraría prohibirle con vehemencia, siendo que no confiaba del todo en los autocuidados que éste podría darse; el mismo día de ayer Ethan había salido a hacer compras fuera de la casa. Comenzaba a entender lo que Harold le había explicado respecto a la dejadez del detective, a su autoabandono.

Pensando en eso último, mientras se encaminaba a la cocina, llegó a la pronta conclusión de que, muy posiblemente, no tuviese cuidado en ponerse a fumar a diestra y siniestra como siempre lo hacía. Incómodo ante esa posibilidad, pensando en el estado en que los pulmones de su amado debían encontrarse, recordó los procesos de sanación que un lavado de estómago incluía. Por tanto, acabó diciéndose a sí mismo, sería mejor quitarle los cigarros de al lado.

Llegó al comedor procurando no hacer ruido, temeroso de despertar a cualquiera de los dos hermanos, y una vez se encontró allí se decidió por hacerles un desayuno, no sin antes tomar la caja de cigarros que estaba en la mesa, esperando que no hubiesen otras escondidas por la casa. No tenía pruebas, sin embargo, de que Ethan hubiera fumado después de su operación durante el tiempo en que él no estuvo allí, la caja podría llevar ya un tiempo encima de la mesa. Preguntándose qué tan irresponsable podía llegar a ser el detective, James confiscó también el encendedor.

Luego caminó directo a la cocina, tras tomar la decisión de que cocinaría panqueques.

Panqueques.

Sonrió pensando en la primera vez en que durmió con Ethan, cuando él le rechazó la comida y lo hizo acabar llorando en el banco del jardín. De alguna forma, ese recuerdo ya no lo lastimaba. Parecía simplemente un pasado lejano que ya no dolería nunca más.

[PAUSADA] Si Estoy Loco, Es Gracias A Ti. *Yaoi*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora