Cap. 4: Silueta.

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Esa mañana, a Kevin le costó levantarse mucho más que de costumbre. En sus sueños solo había estado presente Doble D, nadie más que él y su enorme par de ojos celestes. Un buen estado de ánimo recorrió de pronto su cuerpo al notar que en toda la noche ni su padre ni su voz le molestaron. Es más, sus sueños fueron agradables y tranquilos. Por primera vez, amaneció con su cama intacta: las sábanas lisas y la almohada suave, no se revolvió como otras veces.

Se levantó pesadamente, se preguntaba qué clima sería fuera. Desde el espacio que Doble D dejó en la ventana para que viera un poco el exterior, divisó a una de las ayudantes, la rubia, hablando por teléfono. Algo en esa gente le enfermaba. Se sentía como una marioneta cuando ellos le daban órdenes y lo obligaban a tomar esas porquerías de medicamentos.

Algo le hizo sacudir un poco la cabeza. Pero entonces... ¿por qué ayer se tomó uno por cuenta propia...? Recordaba las palabras de Doble D, cuando se lo pidió como un favor. Sus ojos eran dulces, y su forma de hablar tan simple que se sintió prácticamente atraído a esas pastillas. Lo convenció de tomárselas... y aun así no le odiaba. En realidad... era la única persona con la que había logrado entenderse en mucho tiempo.

Cuando le vio, desde la ventana, entrar en la habitación, lanzando la horrible bata blanca a la suerte y con una sonrisa, de alguna forma su corazón dio un pequeño vuelco, como si lo hubiera estado esperando. Pero de inmediato su cuerpo tuvo una reacción de rechazo, odiaba ese sentimiento. Odiaba que otra persona le hiciera sentir algo extraño. Comenzó a retroceder y de pronto se encontró a sí mismo sentado en una esquina de la habitación, con la cabeza gacha, maldiciendo.

Se sostuvo los brazos. Tenía frío. Su camiseta de mangas cortas era muy poco para la temperatura. Sin esperarlo, de pronto sus dientes comenzaron a castañear. ¿Cuántos grados habría afuera? Y, ¿cómo estaría el día? Entonces recordó lo de ayer, cuando Doble D le dijo que le pondría una ventana. ¿Hablaba en serio? Honestamente, no estaba seguro. En ese momento quedó en un estado tal de aturdimiento que no podría haber notado señales de que lo que decía no era verdad. De modo que... debería creerle. O dejar todo a la suerte.

En ese momento la puerta se abrió haciendo entrar un hilo de luz que le dio directo en la cara. Edd entró en la habitación como quien entra a su casa, sonriente y confiado. Esta vez no lucía nervioso. Cerró la puerta detrás de su espalda y encendió la luz, caminando por el sitio sin siquiera parar a mirarle. Traía una caja en sus manos, y unas cuantas bolsas. Intrigado, Kevin levantó la cabeza, para verlo arrodillarse en el suelo junto a un enchufe que no servía de mucho puesto que no había nada para enchufar, y canturreando una cancioncita desconocida. De la caja sacó un aparato que no reconoció a simple vista. Quería acercarse, pero no mirarle de nuevo a los ojos, tenía miedo de la sensación que le invadía en su cuerpo cuando lo hacía.

-¿Qué haces, tonto? –Preguntó desde atrás.

Doble D no contestó, estaba concentrado apretando botones en el aparato. Hasta que de pronto éste comenzó a hacer un suave ruido. Él sonrió triunfante y lo dejó en el suelo, para que calentase la habitación. Una vez se aseguró de que todo estuviera en orden, se acercó lentamente a Kevin, sonriendo, y le tendió una mano para que se levantara, pero solo recibió una mirada severa por su parte.

-Es un calefactor –explicó Edd-. Una estufa portátil, o como quieras llamarle.

En ese momento algo en el rostro de Kevin cambió. Se levantó de un salto y corrió en dirección al aparato, muerto de frío. Doble D solo le observó con una ligera mirada de compasión.

-¿Tenías mucho frío? –Preguntó con dulzura.

Él asintió, concentrado en el aire caliente que salía del calefactor, sosteniéndose los brazos para calentarlos más.

[PAUSADA] Si Estoy Loco, Es Gracias A Ti. *Yaoi*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora