37- Crueles realidades.

3.3K 199 289
                                    

Aaron:

Cuando recibí la llamada de la cafetería en la que había hecho una entrevista diciendo que el trabajo era mío, estaba feliz. No me pregunté cómo me habían aceptado tan rápido y tampoco si -de pura casualidad- conocía a alguno de los empleados porque con la graduación y con Stephen luciendo tan lindo y apuesto en ese traje negro, mi cabeza no tenía espacio para pensar en algo más.

Me hice algunas ideas sobre ello en mi camino hacia lo que sería mi primer día de trabajo. Abarqué algunas posibilidades como que el dueño de la cafetería necesitaba urgentemente a un par de manos extra o que -tal vez- fui la persona más decente durante las entrevistas que hicieron pero decidí dejarlo pasar porque al final no cambia el hecho de que fui contratado y que -gracias al horario- voy a ser capaz de mantenerme ocupado antes de ir a ver a Stephen y pasar el resto del día con él. La idea me hace sonreír como idiota pero intento ocultarlo mientras arreglo un poco mi cabello y bajo de mi auto para entrar a la cafetería.

Son las 7:30 de la mañana pero ya hay gente ocupando varios asientos. Comen lo que seguramente es un desayuno apresurado antes de ir a sus trabajos y yo hago mi camino hacia el mostrador por entre las mesas. Hay dos personas haciéndose cargo de la cafetería en este momento: un hombre que se está haciendo cargo de cocinar y que fácilmente podría decir que está en sus treintas, y una chica que atiende el mostrador y parece tener a penas unos cuantos años menos que yo. Le sonrío en cuanto nuestros ojos se cruzan y ella -sólo Dios sabrá por qué- se ruboriza y se queda quieta, esperando mi siguiente movimiento.

-Hola... -saludo al mismo tiempo que miro el nombre escrito en la pequeña placa dorada que lleva puesta en su camisa- Jeanine. Soy el nuevo. Me dijeron que viniera temprano hoy para que me dieran una inducción de como se hacen las cosas aquí...

Espero una respuesta por parte de la chica pensando que lo que he dicho es suficiente como para que me diga a donde tengo que ir o que tengo que hacer primero pero ella no hace nada más que mirarme atontada. Ladeo la cabeza preguntándome si realmente ha escuchado lo que he dicho y antes de que pueda decir algo más que con suerte logre hacer que Jeanine reaccione y me deje oír algunas instrucciones, el hombre a su lado -antes ocupado haciendo un café- me habla con una sonrisa limpia y educada.

-El supervisor debe estar esperándote -hace un gesto con su cabeza hacia una puerta que está detrás de él a su izquierda- Si vas por ahí seguramente lo encontrarás en el almacén. Sólo dile quien eres.

-Gracias -le sonrío al mismo tiempo que me deja pasar por detrás del mostrador para ir por donde me ha dicho.

Me fijo discretamente en el nombre que tiene en su placa dorada y después de que puedo leer "Joseph", abro la puerta que me ha señalado y me adentro a una habitación llena de estantes con cajas de distintos tamaños que tienen escritas lo que llevan dentro con plumón negro en una letra que por alguna extraña razón se me hace familiar. Camino por entre el pasillo improvisado por los estantes y en cuanto veo la silueta de alguien sentado en el suelo etiquetando las cajas con su manuscrita, supongo que se trata del supervisor y toco uno de los estantes con mi puño como si lo estuviera haciendo en una puerta para no causarle algún susto.

-Hola -digo de nuevo- Soy el nuevo.

La persona sentada en el suelo -vista desde donde estoy, un chico corpulento con cabello negro- se gira hacia mí y en cuanto lo hace la pregunta de como es posible que me hayan dado el trabajo en tan poco tiempo se responde en seguida con un rostro que no pensé volvería a ver después de que me cambié de escuela cuando tenía diez y siete.

-Hola, Aaron -me sonríe, mostrándome esos dientes blancos que solía ver al menos unas dos veces al día, cuando me reunía con él para tener sexo.

Nuestro AmorWhere stories live. Discover now