25- Cumpleaños de un presidente

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Aaron:

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Aaron:

Cuando despierto, Stephen está durmiendo a mi lado, o más bien sobre mi. Su mejilla descansa suavemente sobre mi pecho, al igual que su mano derecha que parece aferrarse a mi camisa mientras sueña —sonrío por ello—, tiene una pierna enredada con las mías por debajo de las sábanas pero y una ligera pero bonita sonrisa en el rostro.

Lo miro dormir por unos segundos. Últimamente su rostro durmiendo era el mismo, un par de parpados cerrados que terminaban en unas largas y dobladas pestañas y una sonrisa de labios cerrados que me hacían querer hacerlo despertar con un beso. Me derrito con la bonita vista de mi novio durmiendo plácidamente sobre mi pecho y le doy un suave beso en su despeinado cabello color caramelo antes de moverlo con toda la delicadeza que soy capaz a su lado de la cama para poder levantarme e ir a traer su pastel de cumpleaños.

Stephen suelta un casi inaudible quejido, pero no se despierta.

La piel se me pone de gallina en cuanto mis pies descalzos tocan el frío suelo. La cama estaba tan cálida que me había olvidado de lo jodidamente frío que es este lugar. Me pongo los zapatos y saco un suéter de mi maleta para después ponérmelo y salir de la habitación de Stephen con suma cautela.

El olor a café y a desayuno recién hecho —huevo estrellado con tocino quizás — invaden mi nariz a penas comienzo a bajar la escalera. Intento peinar un poco los mechones negros de mi cabello que delatan el hecho de que acabo de levantarme con mis manos y entro a la cocina para encontrarme con grande parte de la familia Grimes tomando el desayuno en la mesa.

—Buenos días— saludo educadamente a penas el señor Grimes nota mi presencia.

Él me responde con un movimiento de cabeza y vuelve su atención al periódico al mismo tiempo que la señora Grimes se dirige hacia mi con esa energía tan característica de ella.

—Buenos días, Aaron —me sonríe— ¿quieres desayunar? ¿aún no ha despertado Stephen?

—Buenos días —respondo y le devuelvo la sonrisa— quería llevarle a Stephen el pastel a la cama y luego bajar a desayunar con él.

Sus ojos brillan en ese momento y una enorme sonrisa aparece debajo de sus rosadas mejillas. Ella abre el refrigerador con gran entusiasmo y me pasa el pastel que compré ayer a escondidas de Stephen, después me empuja suavemente fuera de la cocina.

—Ve, ve, nosotros los esperamos aquí abajo —me anima antes de empezar a dar vueltas por toda la cocina con la intención de hacerle un desayuno de reyes a Stephen.

Aguanto soltar una carcajada cuando el señor Grimes comienza a sentirse tan alterado como ella por el hecho de que es el cumpleaños de su único hijo.

Hace dos días, Stephen y yo habíamos tomado un avión hasta aquí, Carolina del Norte, como parte de mi regalo de cumpleaños. Su cara fue todo un dilema cuando se dio cuenta de que los boletos de avión eran reales y que tenía sólo unas horas para empacar —sonrío sólo con recordarlo—. Hacia varios meses que Stephen no veía a sus papás así que la idea de traerlo por unos cuentos días a su lugar de nacimiento y con su familia me había parecido estupenda. Al principio tenía planeado hacer reservaciones en un hotel, pero la señora Grimes insistió en que quería que nos quedaramos en su casa que no pude decirle que no.

Nuestro AmorWhere stories live. Discover now