Si fuéramos mayores

Capitulo XXXl

El escenario está ocupado con actores recitando sus líneas de una manera que pocas veces Terry había visto, las mismas personas que saludaba todas las mañanas con vidas rutinarias y otras excéntricas, se transforman ahí arriba; es casi mágico.

Aún tiene el vago recuerdo de su padre llevándolo a Drury Lane, en Londres, aunque no sabe muy bien cómo fue que eso sucedió teniendo en consideración que al duque ya no le gustaba más el teatro, Terry era muy pequeño en ese entonces, pero fue ahí donde conoció la magia. Fue con los clásicos de Shakespeare que guardaba recelosamente en su biblioteca personal donde el muchacho aprendió a soñar con otras historias, con otras vidas, ya fuera que estuvieran llenas de felicidad o desdicha como en su caso, el joven no podía evitar sentir esa pasión al recitar cada línea. Cuando las luces se encienden y no es más Terence Grandchester o Terence Graham y ese personaje se apodera de su persona por completo, es casi irónico que esta sea la única manera de escapar de sí mismo.

Por otro lado, ha sido una verdadera sorpresa ser el remplazo en Romeo y Julieta, ahora mismo está sentado en las butacas principales del teatro junto a Robert Hathaway, el hombre debe estar loco para contratar a un desconocido en un papel que bien y podría arruinar su obra fácilmente de caer en sus manos, pero no parece muy preocupado, por el contrario cada vez que el actor a cargo de Romeo tiene que ensayar, también se encarga de instruir a Terry y de reñirle si algo no le gusta pues las posibilidades para que tome el cargo son infinitas.

Les dedica el mismo tiempo así como si Terry fuese el papel principal.

Robert Hathaway es un hombre estricto en sus requerimientos; si no le gusta una escena, un gesto o el tono de la voz, pide que se repita una y otra vez hasta que sea perfecto, no tiene paciencia para las tonterías ni gusta de bromas pesadas, su trato es profesional y la gente que no esté dispuesta a trabajar de ese modo normalmente no duran mucho en la compañía Strafford. Aunque también tiene un carácter afable siempre y cuando no le incordien.

— Tengo muy mala suerte con las premieres, en mis últimas dos obras mis actores se han retirado por accidentes o porque no pueden con la presión, — le comentó Robert mirando hacia el escenario.

Terry se limita a escuchar y asentir cuando otra voz habla.

— Oliver dijo que trabajar contigo era lo peor que le había pasado. — la risa en la voz del joven es casi imperceptible, Peter Tilby, el actor principal más notable de la compañía Stratford, le gusta causar molestia en Robert, pues la mueca de desagrado en el más viejo de los tres no tardó en aparecer.

—Para mí fue una desgracia convivir con él por tantos años—respondió el señor Hathaway. — Es un inglés pedante, no te ofendas hijo. — Menciono disculpándose con Terry quien se encogió de hombros. Normalmente no le gusta escuchar conversaciones de otras personas pero presiente que sabe de quién están hablando.

— Es un idiota, me tenía harto cada vez que traía a uno de sus chicos para que se integraran a la obra — dijo Robert mientras palpaba su chaqueta y sacaba un pitillo para fumarlo. — No me importan sus inclinaciones, tal vez sea muy bueno en lo que hace y la gente podrá amarlo, pero no deja de ser un imbécil, nunca tuve más problemas que cuando trate con él.

Peter le robó un cigarrillo y también el encendedor. — A mí me ha dicho que ustedes eran grandes amigos.

—Claro, cuando no le conocía bien.

— Pues conmigo es un buen tipo, la noche antes de marcharse a Inglaterra me ha llevado a ese lugar de vinos franceses y me dijo que extrañaba tu amistad.

— Nunca volverá a estar en otra obra mía. — aseguro Robert Hathaway. — Yo que tu tendría cuidado con el.

Peter le miro con escepticismo, después se levantó de su asiento y se acercó a la chica rubia de cabello suelto. Estaba sentada una fila atrás de ellos, no precisamente escuchándoles, puesto que tenía el rostro de la aburrición, era eso o sus coqueteos mal disimulados con Robert.