Capitulo V

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Cada tarde eran vistos dos jóvenes recargados sobre las barandillas del barco, aun cuando el clima fuera demasiado frío para salir a tomar el aire, o el sol amenazara con abochornar a sus pasajeros, la pareja seguía ahí, extrañamente no se hablaban pero permanecían el uno alado del otro mirando hacia la inmensidad del mar, a veces el joven pasaba su brazo por los hombros de la chica y así seguían, callados pero conformes con su mutua presencia, Candy le volteo a ver rápidamente y pensó que la gente probablemente creía que eran algo más pues pasaban mucho tiempo juntos y él era un chico y ella una chica... en ese momento o tal vez antes Terry ya la estaba mirando con sospecha, ella tenía una cara de bobalicona que no la dejaba reaccionar aun cuando el pasaba una mano sobre el rostro de la chica para sacarla de su trance, después el rio por lo bajo y se acercó a ella tanto como para casi rozar el oído femenino con sus labios y susurrar algo que la hizo abrir bien los ojos.

De pronto ella le miro sonrojada ¡la había descubierto! -Vamos... deja de soñar conmigo, sabes que solo tienes que pedirlo.-dijo el con su tono fastidioso mientras metía las manos en sus bolsillos.

Candy sonrió nerviosa, de esas sonrisas que aguantan poco en el rostro y tiemblan constantemente, ¿Cómo podía descubrirla tan fácilmente? , o peor aún, como después de descubrirla era aquel joven tan descarado como para decírselo en su cara , no podía adoptar una postura más inteligente, jamás había sido una persona que se le ocurrieran buenas respuestas al instante , en cambio el, Terry Grandchester estaba lleno de irreverencia.

-¡Claro que no estaba pensando en eso!- exclamo fingiéndose ofendida

El joven se cruzó de brazos y le miro con una sonrisa- Si tú lo dices... tal vez así sería más fácil ¿no crees?, cuando nos pregunten podemos decir que somos primos lejanos y que nos casamos para venir a América.

Candy bufo y miro hacia otro lado mientras el soltaba una carcajada por hacerla enojar, después ninguno de los dos hablo, aunque más pronto que tarde aquello estaría olvidado.

Eventualmente no pasaban por hermanos pues él no la miraba de una manera muy santa, cosa que ella no se daba cuenta y tampoco se parecían mucho físicamente.

Aun con una boina y una chaqueta vieja el joven tenía un porte aristocrático, pero no pasaba de eso, cualquiera que le viera pensaría que no era más que un jovenzuelo alto y con cara bonita pero sin medios. Y la chica tampoco podía verse de otra manera, sus pocos vestidos eran demasiado sencillos y con un abrigo para mantenerla en calor, desafortunadamente Candy había olvidado llevar sus guantes con ella y aunque se congelaba algunas tardes no lo diría.

Con el paso de los días comenzaba a hacerse a la idea de que la decisión que ambos habían tomado había sido la mejor, esa tarde mientras Terry pasaba su brazo sobre sus hombros como ya era casi habitual sintió como si le transmitiera parte de su calor, se comenzaba a acostumbrar demasiado a el que a veces se asustaba, a veces incluso se llegaba a preguntar que iba a ser si el cambiaba de opinión y decidía que debían tomar caminos separados una vez que el barco llegara a tierra.

Vivir humildemente siempre había sido normal para ella, incluso después de haber sido adoptada por los Andley no lograba acostumbrarse, pero tal vez para él no era igual.

Pero si era así, no lo demostraba.

Su compañero de viaje se adaptaba perfectamente a la situación, con envidia miro como tapaba su cuello con su bufanda que aunque de buena calidad, seguro había visto tiempos mejores, sus pantalones de pana parecían muy cómodos y calientes, ojala ella hubiera traído su overol y así no tendría tanto frio en las piernas. Según Terry le había explicado la ropa la había conseguido hace un tiempo con uno de los mozos de la mansión en Escocia donde cada que podía y quería salía a un bar sin ser reconocido como el señorito Grandchester.

Si fuéramos mayoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora