Capitulo XXX

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Dormía tranquilo a su lado aunque fruncía el entrecejo de vez en cuando y balbuceaba entre sueños, ahora el cabello le cubría la cara, lo único que podía ver eran sus labios apretados pues el resto de su cuerpo estaba cubierto en frazadas hasta el cuello.

Candy le contemplo en silencio por unos momentos, aun no amanecía pero ella ya no necesitaba descansar tanto, quien diría que la dormilona Candy White madrugaba por iniciativa propia, pero es que se la pasaba pensando constantemente en la historia que Terry le había contado y aunque no había sabido que decirle o como ayudarle trataba de hacer lo mejor que podía, porque sabía que él hubiera hecho lo mismo por ella.

De solo pensar que pudo marcharse con Albert en cualquier oportunidad la hacía imaginar cosas terribles sucediéndole a Terry y que todo eso habiendo sido su culpa.

Era extraño que sentía como si hubiera pasado mucho tiempo, cuando apenas habían llegado al Otoño viviendo en el último piso de un edificio en un barrio de Lower East Side, por suerte cada vez salían más a caminar por los alrededores, iban al mercado juntos y Terry se encargaba de escoger la fruta, Candy no pensaba tolerar títulos ajenos como el de señora para su persona, también paseaban a paso lento entre los comercios y miraban como caía la tarde secando la colada de los edificios colindantes.

No hablaban de eso, pero estaban avanzando, la rubia sentía que nuevamente se convertían en amigos, Terry volvía a confiar en ella y a tratarle de manera cálida, a veces incluso le hacía bromas aunque la sonrisa aun no alcanzaba para que entornara los ojos y se formaran esas ligeras arruguitas en las comisuras.

Candy ya no se enojaba, antes se reiría de sí misma, por primera vez prefería que se mofara de ella sabiendo que no era con malas intenciones y fingirse ofendida, odiaba ver al Terry de la mirada vacía, el chico que se encerraba en sí mismo y que no decía una sola palabra. Le quería bromista y altanero, quería al joven que la incordiaba con comentarios de mal gusto.

Quería que volvieran a huir y esta vez ser un equipo de verdad, lo había pensado mucho y tal vez ella no había hecho o dicho todo lo necesario, para cuidar el uno del otro, solo había estado arrepintiéndose mentalmente esperando porque algo o alguien los sacara de ahí.

Si lo pensaba bien realmente no necesitaban el dinero que Terry había conseguido por el reloj de su padre, no estaban muriendo de hambre... Solo tenían una dieta con pocas variaciones en los alimentos y los pagos del alquiler un poco apretados pero eventualmente hubieran salido de ello con el tiempo, claro que decirle eso lo debastaria. Para Terry era más que eso, podía ver la frustración en su cara, sus sueños no se estaban cumpliendo tan pronto como él lo había planeado y quien sabe, tal vez nunca lo harían. 

Por un lado Candy podía comprenderle al haber conocido gente realmente rica durante su corta vida, los chicos como Terry tenían otras formas de pensar, no era que fuera malo. Los chicos como Terence querían el mundo que había allá afuera y se abrumaban demasiado con las malas noticias. Probablemente extrañaba los lujos de su antigua vida aunque no le escucha quejarse, le había observado varias veces jugar con la cuchara de sus gachas de avena pensando si las comía o no, pero también le había visto devorarlas a la primera, una vez que le servía su tazón, pero también le había escuchado agradecer con una pequeña sonrisa tímida.

Por su parte, Candy no negaba que al comienzo se había sentido fuera de lugar, pensando cuan injusto era todo pues ella no huía más que de un mal entendido, justo cuando se estaba acoplando más a las estrictas reglas y a la vida como una señorita todo eso era arrebatado de ella. No tenía sueños con un carrera en el teatro, no sabía exactamente que buscaba y cuando escuchaba a Terry hablar con tanta vehemencia del teatro, Candy no podía evitar sentir inquietud y desasosiego por su persona, quizás su único sueño era ser una dama y ser completamente aceptada entre los Ardlay, tan vano como eso sonara no había hecho planes con su porvenir, siempre le había gustado vivir el presente pero con Terry era pensar en el futuro todo el tiempo y la habitación se llenaba de ansiedad, mientras Candy no podía más que mirar hacia el pasado y eso la hacía deprimir sintiéndose inútil de no poder encontrar respuestas para ella misma. Así que le había dejado solo...

Si fuéramos mayoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora