epílogo (fracturada)

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Montevideo, Uruguay; seis meses después.

—¿Quieres que te sirva más?– preguntó Emilio al notar que el plato de Joaquín estaba medio vacío, el castaño negó con la mirada pegada en su plato, removiendo la sopa con su cuchara —¿por qué no comes?– le preguntó, Joaquín levantó la mirada.

—Me duele un poco tragar– dijo en voz baja, —además aún está caliente– Emilio soltó un suspiro y asintió, estirándose sobre la mesa de madera para alcanzar la jarra de agua y rellenar los vasos. 

El sonido de una campana rompió el silencio que se había formado, Joaquín miró al lado de su plato y levantó su teléfono, en la pantalla de notificación se leía el nombre de Diego, además de 148 mensajes de él sin leer, Emilio miró como Joaquín deslizaba su dedo a través de la pantalla para descartarla y bloqueaba el aparato, dejándolo en la posición anterior.

—¿No vas a contestar?– preguntó, Joaquín volvió a negar con la cabeza mientras se llevaba la cuchara a la boca y masticaba —¿era Diego de nuevo?– cuestionó, Joaquín asintió con un sonido, era obvio, Diego era el único que llamaba —¿y por qué no le contestas?– dijo, tomando de su vaso de agua, Joaquín tragó su bocado.

—Por que va a empezar a preguntar si pensamos regresar y cuándo lo vamos a hacer– murmuró Joaquín, Emilio asintió en acuerdo —además llamó hace tres semanas– añadió, Emilio sonrió y negó con la cabeza.

—¿Te ha dicho algo sobre el caso?– cuestionó Emilio con voz baja y un atisbo de cautela, Joaquín le miró por unos segundos y negó con la cabeza.

—La última vez que me mencionó algo sobre eso fue cuando me contó que despidieron a Rivera– dijo Joaquín, Emilio alzó las cejas.

—Por "incompetente", ¿no?– dijo Emilio, haciendo comillas con los dedos, Joaquín asintió —¿no te dijo si ya habían cerrado el caso?– interrogó, Joaquín exhaló un tanto cansado y volvió a negar, tomando su vaso con agua y bebiendo de el —deberías llamarlo, que te diga como está todo por allá– sugirió encogiéndose de hombros, Joaquín frunció el ceño.

Los últimos meses todo de lo que Emilio hablaba era el caso en México y música, Joaquín se estaba comenzando a cansar de que todo lo que escuchaba mañana, tarde y noche fuesen dudas de Emilio sobre si le buscarían o no, si sabrían o no, si les descubrirían o no; Joaquín sabía que no lo harían, Joaquín sabía que había arreglado todo para que no lo hicieran. Antes de salir de México acudió a su ahora antiguo trabajo para, además de renunciar a él excusándose en que tenía que mudarse para cuidar de un familiar enfermo en el sur del continente porque no tenía otra familia, encargarse de recopilar en una memoria usb todo archivo y expediente sobre el caso, se ocupó de estudiarlo y de memorizarlo para estar seguro de que ninguna de las pistas recayeran en ellos dos. 

Joaquín sabía que el equipo que investigaba ese caso no era bueno; eran solo un par de oficiales, un detective y una comandante emocional, la investigación no fue buena y para ser justos, tampoco fue tradicional. Joaquín y Emilio tuvieron la suerte de que el degradado e inservible sistema judicial mexicano jugara a su favor. Y se lo había asegurado a su novio, pero Emilio no había escuchado. Y Joaquín sabía que esas dudas eran causadas por su conciencia, si es que le quedaba alguna.

—No sé, amor, ¿tu crees?– le preguntó, mirándole, haciéndole entender que estaba considerando lo que le decía.

—Si, y si pregunta si nos vamos a quedar acá más tiempo le dices de tu supuesta tía enferma y ya– contestó Emilio. Joaquín asintió.

—Tienes razón, le voy a llamar– Joaquín se levantó de su asiento, tomó su teléfono y se dirigió a la sala mientras marcaba el número de quien fue su mejor amigo en México, Emilio le miraba desde la cocina mientras terminaba su cena.

Carnada (Emiliaco)Where stories live. Discover now