XV (carnada)

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por favor quédense hasta la nota al final del capítulo

Joaquín dio un giro para entrar al estacionamiento de la comisaría y tuvo que parar en seco; había tal vez el triple de periodistas y reporteros que la última vez, todos atentos a la puerta del estacionamiento de la comisaría y otros más en la puerta del edificio, todos pareciendo esperar algo, Joaquín se sintió extrañado, nunca en su carrera policíaca había visto tanta gente junta afuera del edificio en el que trabajaba.

No pudo entrar al estacionamiento así que maniobró para poder estacionarse en una calle cercana, lejos de las camionetas de los reporteros, que obstruían casi todo el paso.

Caminó hacia la entrada tratando de pasar desapercibido, lo logró, entrando al edificio con cuidado, llamando la atención de pocas personas, escuchando entre los murmullos de la pequeña multitud frases tiradas al aire que mencionaban una decimoquinta víctima, quince asesinados, quince cadáveres.

Joaquín sentía que todo se salía de control, y pensó que si eso era lo que él sentía sin estar dentro de la investigación, no quería ni imaginarse como se sentirían la comandante Rivera, Diego y los demás oficiales.

Entró al vestíbulo y mientras se dirigía a los ascensores vio a la comandante Rivera recargada en el mostrador de la recepción, platicando con Sofi y cerca de ella se encontraban Diego, Martínez y su otra compañera de investigación, que Joaquín no conocía.

Joaquín apretó el botón de la pared para que las puertas del elevador se abrieran.

—¡Joaquín!– escuchó a su espalda, volteó y miró a Diego acercándose a él con paso apresurado.

—Buenos días– saludó, Diego no contestó el saludo y le tomó del brazo para alejarlo del elevador —¿qué haces?– preguntó.

—Ven, por favor– le dijo, Joaquín se sintió confundido pero le siguió, Diego le guió al pasillo que dirigía a los baños, cerca del mostrador de recepción —perdón por jalarte pero quería hablar contigo y no quiero que nos vea la prensa– explicó, Joaquín frunció el ceño.

—¿Pasó algo?– preguntó Joaquín en un murmullo, mirando hacia el final del pasillo para asegurarse de que nadie les viera u oyera y después viendo a su amigo —escuché que ya van quince muertos– le dijo, Diego asintió, Joaquín miró a la pared detrás de Diego con incertidumbre.

—Estamos desesperados, Joaco– le dijo Diego, también en un murmullo —¿sabes por qué hay tanto reportero?– retorizó Diego, Joaquín se quedó callado —porque quieren saber qué pasa, y nosotros no sabemos mucho– explicó, pasándose una mano por el cabello, Joaquín notó las ojeras bajo los ojos de su amigo, el semblante cansado, la mirada preocupada y se sintió mal por él, quería ayudarle y no sabía cómo —esto es demasiado, puedo notar cómo es demasiada carga para todos– le dijo, Joaquín subió su mano para tomarlo del hombro y tratar de consolarle, Diego miró a su jefa y se refregó el rostro con las manos —Rivera está viendo si hablar o no con la prensa, la presión social es enorme, Joaquín, todos quieren saber qué pasa– le dijo, mirándole, Joaquín apretó el agarre de su hombro —y con gran razón, tienen miedo–

—¿Y qué le dirá Rivera a la prensa?– preguntó Joaquín, Diego encogió los hombros —no puede decir que no saben nada, ¿o si?– le dijo, su amigo negó con la cabeza, soltando el aire de sus pulmones e inhalando profundo.

—Mi papá está enojado– soltó Diego después de un momento de silencio, Joaquín frunció el ceño, cuestionante —dice que Rivera no sabe manejar esta clase de casos– le dijo.

Carnada (Emiliaco)Where stories live. Discover now