XX (inesperado)

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Inverosímil

Joaquín no se pudo mover, se quedó casi aferrado al tronco del árbol tras el cual estaba oculto, cerró los ojos de nuevo e incluso intentó poner su cabeza en blanco; no podía ser él, ¿o si? ¿qué estaba su novio haciendo ahí?

Millones de cuestiones y preguntas inundaron su cabeza en pocos segundos; ¿lo había rastreado? no, había dejado su teléfono en la comisaría, ¿lo había seguido? no, Emilio nunca fue de esa clase de persona, ¿había ido a distraerse un rato? ¿habría ido a ver a alguien ahí? ¿a quién? ese parque no era el único parque en toda la ciudad.

La probabilidad de que el hecho de que Emilio estuviese ahí fuese debido a una coincidencia era nula, incluso el cerebro asustado, confundido, nervioso y enamorado de Joaquín lo sabía; habían dicho que si a la cita en ese parque justo porque era menos concurrido, era el escenario perfecto para que un asesino se encontrara con una víctima.

Pero Emilio no podía ser el sospechoso, ¿o si?

El cerebro de Joaquín le enviaba señales contradictorias, tal vez Emilio tenía otra razón para ir ahí, tal vez, simplemente era una gran coincidencia.

Joaquín abrió los ojos y se asomó de nuevo por el mismo lado del grueso tronco del árbol, Emilio caminaba directamente hacia la banca en dónde se suponía que el sospechoso y Joaquín iban a encontrarse.

No podía ser, ¿cómo carajos sabía Emilio? ¿sería otra coincidencia que de todas las bancas que alojaba el parque se dirigiese exacta y específicamente a esa?

Joaquín le miró sentarse, con la cercanía y la visibilidad que tenía de la banca confirmó lo menos esperado, confirmó lo que no quería saber: que era él; esos rizos por los que Joaquín a diario pasaba sus dedos, su perfil que Joaquín admiraba cada noche al irse a dormir, incluso la postura que para Joaquín era tan característica de Emilio eran para él imposibles de no identificar, le miró sacar las manos de los bolsillos, entonces otro salto le invadió el pecho y el centro del estómago; Emilio estaba usando guantes, negros, parecían de cuero. Una prenda que Joaquín jamás había visto a Emilio usar, y que era completamente innecesaria en ese clima.

Los ojos de Joaquín comenzaron a inundarse, se recargó en silencio al tronco, su garganta ardía y se sentía mareado. Cerró de nuevo los ojos aferrándose más fuerte a ese árbol deseando despertar, deseando con todas sus fuerzas que fuese un mal sueño que tuviera que consultar con algún psicólogo de lo loco que era, porque eso era, era una locura soñar que su novio era un asesino; pero eso no era una novela, no era un cuento, ni una película, ni un sueño, era real, era completamente real. Emilio estaba ahí, sentado en una banca de un parque vacío, y Joaquín no sabía si podía soportarlo.

Se escuchó un ruido mudo y metálico cerca de ahí, en medio de la oscuridad, Joaquín asomó la cabeza de nuevo por un lado del árbol y vio a Emilio puesto de pie, con las manos bien juntas al cuerpo, mirando con cautela en dirección a dónde se había escuchado el ruido.

Joaquín se encogió detrás del árbol cuando Emilio giró la cabeza en su dirección, trató de hacerse lo más pequeño posible para que no le viera; no sabía porqué lo hacía, el instinto le había invadido el cuerpo y en ese momento lo único que podía hacer era esconderse y esperar.

Por un momento Joaquín sintió miedo de que los oficiales que habían ido con ellos salieran en cualquier instante y abatieran a Emilio, sintió pavor de solo pensar que pudieran hacerle daño, quiso tener encima su teléfono para llamarle y decirle a Emilio que saliera de ahí, que se encontrara con él en casa, y maldijo no llevarlo, pero extrañamente, no había movimiento.

Entonces, como lo temía, se escuchó un grito sin forma, Joaquín miró el cuerpo de Emilio que aún le daba la espalda ponerse alerta, Joaquín sintió sus manos comenzar a sudar y todo en lo que podía pensar era en gritarle a Emilio que saliera de ahí cuánto antes, quería salir de su escondite y gritar que pararan todo, que sólo era su novio, que no era el sospechoso, que era una enorme coincidencia que Emilio llegara a esa hora exacta a esa exacta locación que sólo conocía la gente que estaba ahí en ese momento y el sospechoso con quien habían hecho contacto días antes; que no se confundieran, que no le hicieran daño.

Carnada (Emiliaco)Where stories live. Discover now