XVI (carnada pt.2)

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—Si– murmuró la comandante, mirando a Joaquín con sus ojos cautelosos, Joaquín le sostuvo la mirada unos segundos, pocos, pero lo hizo, y en esos segundos se dio cuenta de que la mujer no bromeaba, de que hablaba seriamente, muy seriamente.

—No– soltó Joaquín, quitando la mirada de la de la comandante, mirando a Diego, que seguía mirando al suelo, miró a los otros dos oficiales, que no prestaban atención a su conversación. Y quiso correr, por primera vez en sus años de policía quiso correr; no era la primera ocasión que sentía ganas de huir de un lugar, pero la comisaría era su lugar feliz, era su refugio fuera de casa, era donde se sentía cómodo y aceptado y gracias a Rivera tenía ganas de salir de ahí lo más pronto posible.

—Joaquín– le llamó en un murmuro, él la miró, Joaquín no se sintió capaz de mirarla. Busco algo en su cabeza que le diera a su negativa más validez que el miedo que se había alojado en su pecho.

—Mi jefe no lo va a permitir– soltó, Rivera encogió los ojos, Joaquín se sintió desnudo de nuevo, sintió que podía leerlo sin siquiera hacer esfuerzo, sintió que le desarmaba poco a poco con la mirada y que nada de lo que dijera iba a funcionar; estaban desesperados, daban patadas de ahogado, manoteaban para salir del agua, harían cualquier cosa para detener lo que estaba sucediendo.

—Yo convenzo a tu jefe, por ello no te preocupes– murmuró la mujer, le tomó un hombro con suavidad y se quedaron en silencio por unos segundos, Joaquín miraba al suelo, quería desaparecer, quería regresar el tiempo y subir a ese maldito elevador y no salir de su oficina en todo el día.

Sonó un teléfono, Rivera de inmediato le soltó y sacó el suyo del bolsillo interno de su saco de vestir y se alejó unos pasos de él, Joaquín no quiso mirar en qué dirección lo hizo, no le interesaba.

Antes de que pudiera dar la vuelta para también irse de ahí, Diego se paró frente a él y amagó tomarle de los hombros para darle un abrazo, Joaquín se deshizo del agarre con cuidado y Diego le miró confundido, dolido y preocupado.

—¿Estás bien?– preguntó casi en un susurro, Joaquín le miró con la dureza de una montaña en sus ojos; Diego pocas veces se había sentido intimidado por la mirada de Joaquín, usualmente quien lo intimidaba era Emilio, pero en ese momento sintió que Joaquín podría arrancarle la cara y asfixiarlo hasta la muerte con solo mirarlo dos segundos más.

—¿Cómo carajos quieres que esté bien?– dijo Joaquín, Diego bajó la mirada y asintió, tratando de entender —no quiero hacerlo– dijo, Diego no dijo nada —no pienso hacerlo, ¿me oyes?– el chico le miró, Joaquín negaba lentamente la cabeza mientras pasa la mirada por todo el vestíbulo, nadie parecía notar que por dentro se estaba desmoronando de miedo, incertidumbre y nerviosismo, y por un momento estuvo bien, hasta que miró a Rivera colgar su teléfono y dirigirse a la puerta, abrirla y salir con los periodistas y reporteros, comenzando a hablar con ellos. —¿qué está haciendo?– preguntó, Diego alzó la cabeza y miró la escena, negó y encogió los hombros —Diego no quiero hacerlo– dijo, sintiéndose mareado, cerrando los ojos.

—Joaco– murmuró Diego, Joaquín abrió los ojos y le miró, conocía esa mirada; le estaba rogando que lo hiciera, intentaba convencerle, Joaquín negó con la cabeza y se acercó a Diego con cautela.

—No pienso prestarme como carnada para algún monstruo allá afuera, ¿me escuchas?– le susurró, tan cerca de su oído como le fue posible —no quiero hacerlo– dijo, Diego le encaró.

—Joaquín, sólo prestarías tu imagen– intentó explicarle, Joaquín giró los ojos —no será una misión encubierto– le dijo, intentando hacerle mirarle —solamente es tu imagen– Joaquín negó de nuevo y volvió a recorrer la vista por la habitación, el oficial Martínez se acercaba a ellos.

Carnada (Emiliaco)Where stories live. Discover now