- ¿Diga? –cuestioné instintivamente – ¿Podría por favor decirme quién es y qué desea? La verdad me encuentro un poco ocupa-

- ¡Seshari! ¡De verdad eres tú! –una voz enérgica sonaba del otro lado de la línea– No tienes idea de cuánto tiempo llevo buscándote.

Mi respiración, entrecortada.

Mi mano, temblando.

Mi corazón, acelerado.

Era increíble lo que estaba sucediendo.

- ¿Lucía ...? –susurré.

Fue extraño, y realmente me arrepiento de no saber manejar mis impulsos, pero quería que esa alfa me abrazara en ese mismo instante.

Mire por mi ventana, aquel gran árbol que tenía, quizá la única posesión que realmente tenía... Y sonreí, recordando su delicioso olor.

Y me sentí una escoria por pensar en eso cuando, literalmente, un minuto atrás estaba recordando a la persona que más me hizo feliz en este erebo llamado mundo.

Astrid, ¿por qué te demorabas tanto?

Narra Yuuri:

La cena, fue un plátano y un vaso con agua.

Mi cama, era un colchón duro y sórdido que habían instalado haría media hora en el suelo.

Había dos guardias en cada puerta, y no sentía las manos de tan fuerte amarre que llevaba desde hacía casi cuatro horas, que parecían una eternidad.

¿Lo peor? La luz seguía encendida, y por lo que tenía entendido, así se quedaría toda la noche.

Toda aquella fría noche...

Me recosté cuidadosamente en la cama, procurando no caerme de ella, dado que era de un tamaño ridículamente pequeño, acomodé mis brazos encadenados lo mejor que pude, y cerré los ojos, esperanzado en que el mañana sería mejor.

Me equivoqué.

- Despierta pedazo de inútil –gritó uno de los guardias, sorprendiéndome de golpe – te espera la Institutriz, basura.

Estaba rodeado por cuatro alfas, dos hombres y dos mujeres: todos vestidos de negro y con mascarillas. Sin cuidado alguno, colocaron cuatro ganchos a mis cadenas, y empezaron a jalarme hacia adelante, sin siquiera dejar que me ponga de pie.

- ¿Quién...? ¡Agh! ¡Esperen un segundo, animales! –hablé elevando la voz, mientras los metales resonaban, yendo y chocando en mis muñecas– ¡Me están haciendo daño!

- Cállate –ordenó una de las alfas, tirando la cadena con todavía más fuerza– si te quejas, será peor para ti.

- ¿En cuánto tiempo crees que salga? –preguntó uno de ellos, haciendo un gesto con la cabeza, claramente hablando sobre mí.

- ¿Este? Yo digo que en dos meses, ya tiene el peso y porte que les gusta, solo... –la alfa pensó unos segundos, antes de hablar frívola– solo es cuestión de educarlo.

- Se vería delicioso en el-

- Silencio Sam –sentenció el alfa más alto– silencio todos. Tenemos órdenes de llevarlo, no de hablar.

Y como si de magia se tratase, todos y cada uno de ellos se callaron, y empezaron a caminar con mayor agilidad, obligándome a dar casi cuatro pasos por cada paso que ellos daban.

A medida que avanzaba, trataba de observar todo el panorama que me rodeaba, y procuraba encontrar una salida a como diese lugar. Pero, la verdad era que entre tantos pasillos con decoración y tapices exactamente iguales... Se me complicaban las cosas. No podía definir muchos olores en el aire, parecía que, a pesar de caminar con alfas y omegas que corrían de aquí y para allá haciendo quién sabe qué... Parecía que no estuviese con nadie. No se sentía ninguna esencia en el aire, lo cual se me hizo bastante raro.

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