Capítulo 4

40.8K 1.8K 242
                                    

- Verás, necesito comprar algunas cosas para mi fiesta, si quieres puedes acompañarme.- Le decía Arielle que iba a hacer hoy, pero como anteriormente se había molestado cuando le comenté que estaba emocionada por mi cumpleaños, no quise decirle nada al respecto por sí reaccionaba mal.

-Claro que quiero.- sonaba emocionada y con esa voz chillona y un poco irritante. Pero me alegraba, peor es nada, ¿no?

-¿En serio?

-Si, pero con una condición.- vaya, ¿por qué no me sorprende? Yo sabía que tanta alegría no era por nada.

-Dime.

-Que pases por mi departamento y vengas a buscarme, es que no quiero llegar a tu casa, y me da miedo ir sola hasta el centro comercial.- Seguramente quería que fuera a buscarla por el auto. Sonreí maliciosamente.

-Pero iré caminando, mamá se ha llevado mi auto y papá tiene el suyo.- Bueno, no es que sea tan mala, pero es que, es divertido que se haya quedado con las ganas de ir en auto, es demasiado perezosa. ¡El centro comercial está a unas cuadras de su departamento!

-Ah.- sonaba algo decepcionada. ¡Sí!- No importa, ¿a qué horas vendrás por mi?

-En dos horas estoy en tu casa, ¿vale?

-Vale, puedes abrir con llave que te di.

-Allí estaré.- colgué y me dispuse a buscar en internet algunas cosas que me faltaban para mi fiesta, faltaba poco para cumplir dieciocho años, una semana para ser exacta.

Yo no quería hacer fiesta, pero mi madre es tan insistente que estuvo por dos meses tratando de convencerme, y lo logró. Me había fascinado la idea de ir de compras y bailar hasta el amanecer sin necesidad se hacerlo a escondida.

-Papá, ¿estas allí?- bajé las escaleras tratando de localizar a mi padre. Si, estaba en casa, pero eso Arielle jamás lo sabría.

-Aquí estoy.- respondió mirando el periódico y bebiendo una taza de café.

-¿Qué tal te ha ido en el trabajo?- La relación con mi padre era muy buena, más que con la de mi madre, nos llevábamos bien, pero el día que no discutíamos era extraño.

-Excelente.- Dejó el periódico para prestarme atención.

-Quiere decir que... ¿Funcionó el negocio que estabas tratando de hacer?- Me alegraba que sucediera así, cuando no salían muy bien, mi padre no dormía, tenía severos dolores de cabeza y pocas veces hablaba conmigo. Era devastador.

-Podría decirse que sí.-Sonrió, pero su sonrisa no llegó a los ojos.- Pero ya no importa, cuéntame, ¿has pensado lo que te dije?

-Si lo he pensado, papá. Sólo te pido un poco más de tiempo, quiero tomarme las cosas con calma. Prometo no decepcionarte.- Papá me había comentado lo de trabajar con él, le dije que lo pensaría, no quiero tomar una decisión que a él le termine decepcionando, pero tampoco quiero hacer algo sacrificando mi felicidad.

-Jamás me decepcionarías, pequeña. Primero me odiarías tú a mi, que yo a ti.

-¿Por qué dices esas tonterías, papá?- pregunté abrazándolo.- Eres lo mejor que hay en mi vida, y no hay nada que pueda dañar el amor que siento por ti y por mamá aunque ella sea muy cansona.- Reímos los dos.

-No digas eso de tu madre, no sé qué hace pero, todo lo llega a saber.- dijo papá divertido.

-¿Por qué estaban hablando a mis espaldas?- Llega mamá con un montón de bolsas. Papá se levanta y empieza a ayudarla.

-Nadie ha hablado a tus espaldas, mamá. Bueno, exceptuando ahora.- Papá y yo reímos, porque literalmente estábamos hablando a sus espaldas. Mamá estaba de espalda acomodando las compras.

GROSERO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora