Capítulo 24

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-¡A la torre Eiffel!

-Por enésima vez...-dijo agotado-. No se puede ir a París en auto.

-¿Quién lo dice? No hay un cartel que diga: "No se puede ir a París en auto".

-No tiene que haber un cartel para eso-explicó irritado.

-Entonces si se puede ir a París en auto.

-Que no.

-Pero si no hay un cartel que diga lo contrario-expliqué.

-¿Podrías sólo concentrarte en conducir?

-¿Podrías decirme adónde vamos?-Pregunté del mismo modo.

-Donde un amigo. Ya te lo dije-repitió irritado.

-Pero dónde queda-le dije-. Es lo que quiero saber.

-Sólo conduce-ordenó.

-Entonces adivinaré-ignoré lo que dijo.

-Oh, dios, otra vez no-suplicó.

-Veamos...-Comencé a pensar-. Si no es París...¡Oh, ya sé!

-¡No es Disneyland!-volvió a decir irritado.

-No iba a decir Disneyland.-me defendí

-¿Ah, no? Entonces, ¿qué ibas a decir?-Preguntó curioso.

-Iba a decir: Orlando, Florida.-Él palmeó su frente.

-¿Sólo no puedes callarte
un segundo?-suplicó.

-Te dije que no me gustaban las sorpresas.-Me encogí de hombros.

-Te dije mil veces que no era sorpresa. Ahora cierra tu maldita boca sino quieres que te saque del auto-amenazó.

-Chase es mucho mejor-susurré.

-¿Qué dijiste?

-Que tengo mucho calor-dije más audible.

-Pero si estamos a diez grados...Oh, espera...-Me miró pícaro. ¡Ay, no!-Te refieres a...

-Cállate-le interrumpí-. Sólo indícame el camino.

-Pero si me mandaste a callar, ¿cómo quieres que...?-le volví a interrumpir-Sólo hazlo.

-¿Qué quieres que haga?-preguntó sonriendo.

¿Acaso todo tiene doble sentido?

-Sólo quiero que me indiques el camino-le dije.

-No te preocupes.-Sonrió-Lo haré.

Pero sabía yo que no lo dijo como respuesta a lo que había dicho. Estúpido.

Prácticamente en todo el camino tenía irritado al grosero debido a mi curiosidad; quería saber a donde ibamos, y como él se oponía a decirme, comencé a adivinar, lo cual fue divertido ya que el estaba agotado de discutir conmigo y de mis supuestas incoherencias.

Palabras textuales de él.

Él me hizo que estacionara en una casa demasiado linda, y lo le hice caso.

Esa casa iba a ser mía.

-Llegamos.

Bajó del auto y se apresuró a la puerta de entrada, ¡ni si quiera me abrió la puerta! Maleducado. Deja que lo secuestren de nuevo, su abuela es la que lo va a venir a rescatar.

De maldad, tiré la puerta fuertemente, hasta a mí me dolió.

-Sí quieres tírala más duro-comentó con sarcasmo.

GROSERO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora