―¡Ya era hora! ―Con demasiado alivio reconozco al piloto, quien, elevando su espada, me dedica una pequeña sonrisa y un guiño―. Pensé que nunca llegarían.

Observo su aspecto, ahora que se encuentra a solo un metro de mí, sin duda su espada ha sido usada para cortar más impuros que ese par del que acaba de salvarme.

―Tienes que ayudar a Liel...

―Él parece estar bien, pero yo necesito de tu ayuda para poner el helicóptero en marcha. Vamos, tenemos que salir de aquí. Somos como un maldito foco de neón.

No convencida y preocupada por Liel, lo sigo. Rodeamos el edificio más alto, veo algunos otros impuros derribados, comprobando que ha tenido que lidiar con ellos.

―Por aquí. ―Tira de una enorme lona, dejando al descubierto la parte delantera del que será nuestro vehículo―. Desengancha la parte de atrás, cuidado con las aspas.

Asiento moviéndome con rapidez para imitar lo que hace. La cubierta es pesada, pero no implica mayores problemas.

―¿Por qué cubrirlo? ¿No resultaba mas evidente?

―Tenía que evitar llamar la atención, aunque las últimas horas ha estado tranquilo. Dóblalo, puede ser de ayuda. ―Su atención va detrás de mí, justo cuando ha conseguido recoger la mayor parte de la lona―. Parece que ha terminado. Nos vamos. Sube, yo me encargo de esto.

Lo hago y me ajusto el cinturón, justo cuando Liel se une a nosotros. Hay manchas de sangre en su ropa, pero no es la suya, lo sé por el olor.

Llevo mi puño contra mi estómago, al recordar el sabor de su sangre y lo que pasó a noche. Liel sube en la parte delantera y me dirige una mirada, pero no dice nada.

―Eres lento ―comenta el chico, dándole un pequeño golpe en el hombro. Liel no responde en voz alta, pero estoy segura de que si mentalmente, la risa que él deja escapar es la señal―. Sí, sí, señor. Estoy en eso, nos sacare de aquí, antes de que vengan más. Son bastante persistentes.

Le toma solo unos segundos encenderlo y un par de minutos para que nos encontremos en el aire. Doy una mirada tentativa por encima del borde, cuando comenzamos a movernos en línea horizontal, mi vista es demasiado buena para que distinga un par de impuros.

―Nos siguen ―les hago saber, viendo como comienzan a aumentar sus números.

―Me gustaría decir que se cansaran y desistirán, pero como habrán podido darse cuenta, somos de las pocas cosas que se mueven por aquí. Así que creo que seguirán el ruido del motor.

―¿Saben que fue lo que pasó? ―pregunta Liel en voz alta y estoy segura de que es por pensar en mí―. Los radios han dejado de funcionar.

A diferencia de la mayoría de los vampiros que he conocido, sigo prefiriendo hablar, que mandar mis pensamientos.

―Se volvieron locos. Sé que hace dos días volaron los satélites y parece que usaron armas biológicas. Es una especie de virus que ataca a todo ser vivo. Aunque sospecho que no calcularon la magnitud, hemos recorrido la zona hasta México y algunos otros fueron enviados mas al sur. ―Él sacude la cabeza―. No hay una sola cosa con vida en todo el continente, incluso las plantas están cayendo.

Oh dios.

Jamás pensé que lo que era solo teorías pasaría realmente. Tantas personas, animales e incluso las plantas. ¿Y todo por qué?

―¿Qué pasa el resto de los continentes? ¿Hay riesgo de que se pueda propagar?

―Quien haya hecho esto, tomó bastantes precauciones, su radio de expansión no es muy grande, no se traslada por el agua y ellos delimitaron las fronteras con un agente que lo contrarresta.

―Es decir que ellos tenían la manera de evitar que fuera tan grande, ¿y no hicieron nada? ―mi indignación es tanta que se refleja en mi voz. La imagen de esos niños será algo que jamás me abandonará.

―Es una guerra, no hay un punto intermedio. Pero como dije, no hay riesgo de que se propague a otros continentes, así que eso nos mantiene a salvo. Bueno, es realidad Koller dijo que aparentemente no nos afecta a los vampiros, aunque prefiere que no nos expongamos. Especialmente, porque podríamos llevarlo a los humanos que viajan con nosotros.

―¿Cómo está Koller? ―No puedo evitar querer saber.

―Bien. Por cierto, soy Emir. ―Me dedica una mirada rápida, antes de volver su atención al frente―. Con nuestra salida tan rápida, no pude ni presentarme.

―Mihan.

―Lo sé.

Le miro extrañada. No creo ser demasiado mencionada, es decir, solo soy alguien más, que en su mayor parte de tiempo ha permanecido dentro de los laboratorios.

―¿Qué? ―Me dedica una sonrisa, al ver mi cara.

―Te conozco. Estuve esa noche ahí, la noche que te transformaron.

Mi mente lucha por recordar. No pude ver con claridad sus rostros, recuerdo que había varios de ellos, incluido Liel, pero ahora entiendo porque su voz se me hacia familiar.

Asiento sin saber que decir. No es como si fuera agradable recordar esa noche, definitivamente no me encontraba en mi mejor momento.

―¿Y Kyla? ¿Cómo está? ―Su sonrisa se borra y sacude ligeramente la cabeza. Contengo la respiración. Con todo lo que hemos pasado, había olvidado lo mal que lucía.

El sonido del transporte es alto, pero mis sentidos mejorados me permiten escucharlo. E igual manera a ellos, ya que ni siquiera él lleva audífonos como solía ver que usaban los pilotos.

―Tuvo que ser transformada.

Eso me saca de mis pensamientos. Kyla. Aún es demasiado joven...

―Está bien. Temíamos que no lo consiguiera y aunque no son las mejores condiciones, Reus se mantiene con ella, así que creo que las cosas irán bien. No es que tema, pero nuestro viaje en barco será bastante largo.

―¿Barco?

―Sip. Es la única manera de llegar hasta allá, sin ser objeto de ataques. Todos los vuelos fueron derribados. No ha sido la mejor de las cosas, pero aun hay ciertos conflictos entre algunos países. Realmente, espero que vean lo ocurrido con América y se detengan, de lo contrario incluso nosotros dejaremos de existir.

No podría estar mas de acuerdo con él. Tanta destrucción y muerte, ¿con que fin? ¿Gobernar qué? Si todo ha desaparecido. El mundo no es el mismo y dudo que alguna vez lo sea. No puedo mas que lamentarlo por todos los inocentes.

―¿Qué pasara con Rolan? ―Emir mira de reojo a Liel, pero él se mantiene inmóvil.

―Estará bien, confía en mí.

҉

El resto del camino lo hacemos en silencio y como aun nos encontramos a varios kilómetros de la costa, nos vemos forzados a hacer un descanso. No hay señales de los impuros, pero nos mantenemos alertas. Es hasta el amanecer del siguiente día que me encuentro pisando el interior de un enorme barco militar. Me sorprende ver que en su mayoría la tripulación es humana y que no parecen sorprendidos de vernos.

Quiero ver a Koller, pero Liel niega y me conduce hasta una de las pequeñas habitaciones de la embarcación.

―Necesitas descansar y alimentarte. ―Señala la única puerta dentro de la estancia―. Dúchate, ahora regreso.

No me da tiempo para protestar, sale y me deja mirando la puerta. Mis ojos examinan el pequeño espacio, dándome cuenta de que las ventanas están totalmente cubiertas.

Miro mis manos, descubriendo que aun tengo rastros de sangre seca, así que no me lleva demasiado decidirme por un baño.

Es demasiado para asimilar, pero mientras más rápido pueda lavarme, creo que me sentiré un poco mejor. Aunque dudo que pueda olvidar todo lo que he visto. Pero quizás lo necesitaba para poder decidirme. 

La guardia (Saga la Donante #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora