Epilogo

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El castillo de Abberfraw se fue derrumbando poco a poco, cediendo ante las llamas que lo habían invadido desde adentro y las cuales, nadie, ni siquiera la ligera lluvia que se desató al caer el sol, había podido sofocar. Esta vez ni siquiera los pasillos interiores quedaron para dar testimonio de la antigua gloria de Alrous y aquello fue para Alaris tan cruel como haber albergado esperanzas falsas y haber levantado toda una vida basado en ellas. Todo estaba reducido a cenizas, su hermana había sido raptada y su caballero y mejor amigo estaba muerto. Su nuevo paladín y salvador, Lance, había sido herido hasta casi morir y ahora estaba desaparecido. Todo esto, justo después de una victoria que pensó inocentemente que sería definitiva.

Para el amanecer del siguiente día todo fue calma y tranquilidad. Alaris había recuperado su habilidad para caminar y daba un rodeo por la plaza, ayudado por Garrod. Sus ojos mostraban un espíritu devastado al contemplar la sangre vertida en la plaza y algunos restos humanos irreconocibles esparcidos en la tierra.

Garrod, quien iba a su lado, llevaba un semblante similar, melancólico y abatido, y como no habría de ser así, si la tarde anterior había sido testigo de artes oscuras que creyó imposibles y de la muerte de muchos de sus amigos y aliados. Pero la que más lloraba era Nadejha y su llanto lograba escucharse desde la puerta derrumbada del palacio, hasta el puente y aquel llanto era capaz de desgarrar el alma de quien la escuchaba. Ambos hombres supieron que ya le habían informado de la muerte de su amante y quizás de la mutilación del cuerpo de su hijo, por lo que comprendían y compartían su dolor.

Hasta donde estaba Garrod y Alaris, llegó Nivia y apoyándose en su cayado de madera retorcida hizo su reverencia hacia el rey. Alaris se alegró al verlo y enseguida le regresó el saludo para hablarle de este modo:

— Los médicos no ven muchas esperanzas en que Athan pueda vivir. ¿Puedes ayudarlo?

Nivia era mucho más optimista que los salvajes médicos cristianos.

— Su majestad. Ya calmé su dolor y la sangre dejó de brotar. Ahora todo depende de él, pero es un hombre muy fuerte, sé que podrá resistir.

Alaris sonrió por fin y asintió con la cabeza en señal de aceptación. Luego continuó su interrogatorio.

— ¿Y Lance? ¿Dónde está?

— En una isla en el mar del norte. Lejos de sus enemigos.

— Lo necesito, mi hermana ha sido raptada y no sabemos a dónde pudieron haberla llevado. Estoy seguro que Lance lo sabe.

— Yo también lo sé su majestad — respondió el mago y a Alaris se le iluminó el rostro.

— Anda dímelo ya, que es necesario organizar un rescate.

— A ella la llevarán a un santuario en los montes Balcanes en Moesia, pero rescatarla no será sencillo. Estamos enfrentando a un enemigo excepcional y necesitamos un arma para poder derrotarlo.

Alaris comenzaba a impacientarse y mirando a Garrod esperó la participación que, el irlandés llevaba algunos segundos anunciando con su rostro. El Ui Felain por fin habló apoyando las palabras del mago.

— Su majestad, ayer me enfrenté a un hombre cuyo rostro no era humano, era un demonio y vi artes oscuras que jamás pensé que existieran. Niebla y fuego vivientes, hombres que reciben heridas mortales y aun así continúan luchando. Vi morir a un amigo que recibió un terrible maleficio que quemó todo su cuerpo. Definitivamente no son enemigos comunes y necesitaremos una armada muy grande si es que en los Balcanes hay más guerreros como estos.

Alaris asimiló muy rápido toda aquella información, quizás porque ya había sido testigo de todo tipo de maldiciones, batallas sobrenaturales y guerreros demoniacos. Sumiéndose en una meditación, el rey avanzó seguido por los otros dos y llegó hasta los establos, donde estaban colocando a los cadáveres. Contempló los cuerpos y luego de un minuto se volteó hacia Nivia y lanzó esta pregunta.

— Y bien, ¿Qué es lo que necesitamos para vencer al enemigo?

Aquel era el momento que Lance había estado esperando desde hacía meses y Nivia lo sabía, muchas penurias habían sorteado para llegar a este momento y el mago no lo dejaría escapar.

— Lance necesita ir a Roma su majestad. Necesitamos encontrar un arma que pueda matar a un ser inmortal y Lance cree que allá podemos encontrarla.

— La iglesia no nos ayudará en esta batalla — argumentó Alaris pero Nivia enseguida le refutó.

— La iglesia nos dijo donde excavar, pero no nos dio los recursos para hacerlo, tenemos la ubicación y tenemos el permiso, solo necesitamos que usted nos envié con suficiente oro.

Pero Alaris no se mostró contento con aquel plan y llevando sus manos a sus largos cabellos negros dijo así:

— Esta expedición tomara meses y mi hermana no puede esperar tanto.

— Nimrood la tomó para obligarnos a atacar su santuario en Moesia, es una trampa su majestad y si no estamos preparados moriremos todos. Su hermana estará bien pues Nimrood solo la quiere como señuelo.

— Eso es verdad su majestad — volvió a intervenir Garrod —. Esto claramente es una trampa.

— ¿Pero un señuelo para qué? — gritó Alaris iracundo —. ¿Qué es lo que ese tal Nimrood quiere de nosotros?

Y Nivia:

— Dejaré que Lance le cuente esa historia, pero no será hoy. Nos encontraremos en un lugar seguro muy pronto.

— ¿Que harás?

— Voy a enseñarle al muchacho a usar su magia. La va a necesitar.

El Imperio Sagrado II: Los hijos del oscurantismoWhere stories live. Discover now