Cap. 13 - Reconquista - La tejedora

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Luego de despedirse del padre Gesimund, Athan, Lance y su madre viajaron a la ciudad de Abberfraw para presentarse ante Alaris, pero el príncipe estaba viajando en aquellos días así que no pudieron verlo, ni a él ni a su primer caballero, Marc de Belac. Tendrían que esperar unos días para pedir una audiencia y ofrecer sus armas en servicio del príncipe. Por mientras, Lance y el griego se enlistaron en el ejército e intentaron pasar desapercibidos hasta que su situación cambiara. Nadejha por su parte, volvió al palacio y, al igual que todos los demás siervos, ayudó con los trabajos de reconstrucción del castillo, al tiempo que continuaba fungiendo como dama de compañía de la princesa.

La primera fase de reparación de la muralla del castillo de Abberfraw estaba casi completa. La muralla había sido levantada de nuevo hasta cuatro metros y los parapetos estaban siendo colocados para proteger a los primeros guardias que harían rondas por el andador perimetral. Las áreas del salón del trono, la capilla y las habitaciones de servicio aún no estaban terminadas y eran apreciables solo en tablillas pintadas con carbón hechas por los mejores masones del reino. El castillo aún no era cómodo y a toda hora estaba sumido en un eterno barullo provocado por martilleos, pasos y el rodar de las ruedas de los carros. Era un verdadero caos y la princesa Kiara no lo estaba disfrutando, su humor había empeorado. Afortunadamente, tal condición se manifestaba con un silencio sepulcral del cual Nadejha pocas veces podía sacarla.

Pero la princesa no era la única que la estaba pasando mal, la hermosa búlgara, con su belleza madura y su mirada malévola, resultaba extremadamente atractiva a los hombres y en su posición de sierva aquello estaba significando casi una maldición, ya que había despertado instintos oscuros en el capataz que dirigía la reconstrucción del castillo. Él era el maestro constructor nombrado por Alaris por ser el que más conocimientos tenía en el área pero, desgraciadamente era un hombre déspota y cruel que cubría con autoritarismo todas sus inseguridades y sus deficiencias. Aquel hombre, con sus constantes insinuaciones y posteriormente amenazas, ya se había pasado de la raya. No tenía idea de que Nadejha era un enemigo poderoso. La búlgara ni siquiera se vio tentada a recurrir a la princesa para que esta castigara a aquel hombre, sino que resolvió el problema por ella misma.

No tardó mucho tiempo en suceder un accidente que dejó incapacitado al capataz, pues hizo que una roca cayera desde uno de los carros y le destrozara un pie. Nadejha recibió algo de ayuda en secreto por parte de dos trabajadores que habían sufrido humillaciones y habían sido incluso golpeados por el capataz. Al principio, ambos hombres estaban temerosos de intentar algo contra su superior, pero ella los convenció de actuar, después de todo, si lo hacían bien el trabajo, nadie se enteraría jamás.

Tal como la búlgara lo vaticinó, el plan resultó perfecto, ella no sintió remordimiento alguno y solo continuó con sus labores de cargar maderos o llevar y traer agua a todos los talleres sin que nadie la viera sonreír o festejar por su victoria. Otros trabajadores sospecharon que aquel no había sido realmente un accidente pero por supuesto, nadie habló de ello, puesto que todos estaban felices con la tragedia.

Algo más que provocó aquel accidente y sin ser la intención, fue que Alaris y a Marc regresaron de su viaje un poco antes de lo planeado. Tenían que nombrar a un nuevo maestro constructor y Marc quería encargarse de eso personalmente. Para eso entrevistó a un hombre viejo y paciente y lo eligió para la tarea. Luego dedicó casi una hora a recorrer todos los rincones del palacio hasta que por fin encontró lo que estaba buscando. Fue en uno de los solitarios patios que habían sido reservados como almacén de restos útiles (recuperados de las ruinas) donde encontró a la sierva Nadejha.

Ella estaba llorando sumida en pensamientos y no notó la presencia del intruso ¿o sí? Su cabello suelto danzaba al son de una ligera brisa que llegaba desde el corredor interior de la muralla y sus ojos estaban enrojecidos por las lágrimas que los inundaban. Marc se detuvo a verla por casi un minuto y la imaginó como un ángel, aunque no un ángel bueno. Más bien como un demonio rehabilitado o algo similar, alguien que en su vida anterior fue una calamidad, pero en esta se ha visto obligada a ser bueno y andar por caminos rectos.

El Imperio Sagrado II: Los hijos del oscurantismoWhere stories live. Discover now