Cap. 16 - La boda real - El sueño de la princesa.

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Tres hombres cruzaron el rio Menai a nado y se adentraron en los campos de la isla Anglesey muy cerca de la media noche. Iban vestidos con túnicas de monje y ello les ayudaba a fundirse con la terrible oscuridad acentuada por una gruesa capa de nubes que había tapado a las nocturnas luminarias del cielo. No se lograba ver a ni siquiera a un metro de distancia y sin embargo, Lance podía ver perfectamente gracias a sus milagrosos ojos y era él quien dirigía la expedición. Nivia y Athan caminaban casi a ciegas y solo la silueta de Lance tenían como referencia para continuar la marcha. Gracias al joven, habían andado por sendas seguras y ya casi estaban a punto de alcanzar su destino; la ciudadela del rey Alaris en la ciudad de Abberfraw.

Entre el sonido del viento y el de algunos perros ladrando, se escuchó la voz de Athan quien habló con algo de descaro de esta forma.

— ¿Y bien, me dirán que truco de magia usarán para infiltrarse en el castillo?

— No hables de magia en este lugar. Lo que haremos no podrías comprenderlo y es mejor que no lo sepas — le respondió Nivia.

— Lo sabré de todos modos.

— No debiste venir — le reprochó Lance y aquello pareció herir de muerte al griego, le cambió el semblante y la indignación le desdibujó el rostro.

— Primero te seguí porque salvaste mi vida y la de mi pueblo y prometiste llevarme al asesino de mi señor. Por ello he hecho de todo, incluso rezar el padre nuestro... bueno, casi todo. Me he persignado, he besado la mano de sacerdotes cristianos y hasta me disfracé de monje...

— ¿Ha sido tan malo? ¿En realidad crees que fingir ser cristiano es tan malo que te hace merecedor de todas las consideraciones?

— Bueno, a estas alturas tú también deberías creerlo — argumentó Athan —. Has visto la magia que tu iglesia niega, has visto la falsa fe de sus clérigos y su crueldad infinita.

Lance arrugó la frente y lanzó una mirada en la que parecía querer lanzarle al griego cuchillos por los ojos.

— Mi fe no está en duda — aseveró con un poco más de volumen —. Jamás lo ha estado, no te confundas. Me pediste no tratar de convertirte y ahora yo te pido respetar también mis creencias. Nivia no quería que vinieras pero entiende que no por egoísmo, sino por proteger a su orden.

— Tu no entiendes lo que pasa — susurró Athan y Lance lo encaró.

— Explícame ¿qué es lo que te molesta?

— Le hice una promesa a tu maestro y no puedo fallar. Cada vez me convenzo más de la importancia de su encargo.

Lance se quedó congelado y sus defensas se derrumbaron, en el fondo ya intuía la clase de encargo que su maestro le hizo al griego.

— ¿Qué fue lo que le prometiste a Mislav?

El griego, evidentemente se arrepintió de haber hablado pero ya era tarde, finalmente respondió.

— Me dijo que tus poderes son grandes y que fuera de control pueden convertirse en un peligro para el mundo. Me pidió que no permitiera que tu corazón se llene de odio o se soberbia pues entonces te convertirás en el enemigo. Por ello le prometí que te cuidaría y... en verdad no sé clase de magia te esté enseñando este irlandés, solo sé que debe tener cuidado.

— No veo indicios de maldad en el corazón de Lance — refutó Nivia pero el griego lo hizo ver la realidad.

— Tú no lo viste destrozar la cabeza de un hombre con sus propias manos.

El Imperio Sagrado II: Los hijos del oscurantismoWhere stories live. Discover now