Cap. 10.4 - Regreso a casa

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Desembarcaron en el puerto de Dubrevnik y desde los muelles contemplaron la majestuosa muralla rojiza de la ciudadela. Se trataba de un fuerte levantado en la costa y el cual parecía robar incluso algo de terreno al mar. Los canales se fundían en las calles y la humedad corroía cada construcción del pueblo anexo a la ciudadela roja.

A Lance jamás le gusto el olor de las ciudades por cierto, y el puerto de Dubrevnik no fue la excepción. Olía a desperdicios humanos y a pescado. Se podía intuir que las enfermedades en las ciudades mataban más gente que en los campos y las expectativas de vida no eran de más de cincuenta años. Lance dio gracias por haber vivido y crecido en los campos agrícolas de Bangor.

Ya en el puerto, buscaron alguna taberna de comerciantes y no tardaron en encontrar alguien que les vendiera dos caballos para viaje, luego pagaron casi las últimas monedas a la guardia de la ciudad para poder usar los caminos. Los altos costos del peaje obedecían a las arbitrariedades de los dueños de la tierra y a la demanda del uso de la senda que Mislav pretendía usar. El soldado debió pensar que los viajantes estaban realmente desesperados para viajar a Panonia por la ruta de Bosnia ya que no era común tomar esos caminos.

En aquellos tiempos, Bosnia era un reino pequeño dependiente del rey croata y Panonia le pertenecía a Moravia. Las relaciones entre ambos países no eran buenas y ambos reinos ya habían ido a la guerra en el pasado. Los intentos por controlar Croacia habían venido tanto de parte de Rotislav de Moravia, como de Boris de Moesia (Bulgaria) y aquello hacia altamente peligroso el camino.

Los tres viajeros se adentraron entonces a territorio en conflicto, una vez más pero en su trayecto no tuvieron problemas, pues viajaron por el camino real de manera legal. Así llegaron al pueblo de Barcs en cosa de dos días. Este pueblo estaba ubicado en la frontera entre Balaton y Croacia y tenía una taberna poco concurrida y sucia pero seguramente llena de información valiosa. A ella se dirigió rápidamente el eslavo seguido por sus dos compañeros.

— ¿Alguna premonición que nos pueda anticipar peligros Lance? — preguntó Mislav a su discípulo antes de entrar en el hostal, Lance agachó la vista como si aquella pregunta le hubiera removido sentimientos dolorosos. Finalmente, con algo de pena respondió así.

— Cada vez he estado teniendo menos premoniciones y más pesadillas. Parece que he perdido el don.

Sorpresivamente, Athan fue quien esclareció aquella situación y a los otros dos les pareció lógica su explicación, dadas las condiciones y la falta de precedentes.

— Es bien sabido que para ser un oráculo se necesita tener mucha claridad de mente, paz interior y completa calma. Siendo un guerrero cuyo corazón alberga miedo y amargura no es posible predecir el futuro. Es algo para lo que los oráculos se preparan toda su vida.

Mislav asintió complacido con aquella intervención y mirando a su alumno le dijo así:

— La buena noticia es que ya no te atormentarán visiones dolorosas del futuro, la mala noticia es que tu alma está turbulenta. Necesitamos sanear tu espíritu y solo la palabra de Dios puede ayudarte. Tenemos demasiado tiempo lejos de las iglesias y es tiempo de regresar. Con lo poderoso que son tus dones no puedo dejar que tu espíritu se corrompa por el odio.

— ¿Cómo se puede mantener un espíritu en paz cuando todos los días la maldad de los hombres se presenta omnipresente y cada vez más clara? como en un libro abierto.

Lance mostraba, ya desde hace días, signos de amargura. No eras el mismo que comenzó aquel viaje y Mislav lo sabía. En realidad, estaba preocupado por aquella situación.

— Dame tu arma, no volverás a usarla por ahora. Tienes dones equiparables a los que los griegos atribuyeron a semidioses como Hércules o Aquiles y tus manos ya por si solas son armas letales. Puedes atravesar el escudo de un soldado con tu fuerza y puedes sanar de casi cualquier herida, no quiero que alguien tan poderoso se quede sin sentimientos nobles por culpa del dolor de la guerra. Te prometo que no volveré a pedirte que mates seres humanos.

El Imperio Sagrado II: Los hijos del oscurantismoWhere stories live. Discover now