Capítulo 66

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— ¿Te gusta amor?

La mujer mayor sonreía genuinamente viendo a su pequeña hija mover el pequeño peluche como si estuviera en un avión, sus ojos reflejando amor y adoración.

— ¡Me encanta mami! —La niña corrió a abrazarla. — ¿Que nombre le ponemos?

—Es tuyo, ponle el nombre que tu desees amor. —Dio un toque en la frente de la pequeña sin dejar de sonreír.

— ¡Quiero que se llame parecido a ti! Mmh... —se sentó en el suelo a lo indio pensando. — ¡Kirito!

Su madre no puedo aguantar la risa al ver la emoción con la que gritaba aquel ridículo nombre.

— ¿Eso se parece a mí nombre bebé?

—Si. —respondió con mucha seguridad. —Ambos empiezan con la misma letra.

—Es verdad. —le dio la razón.

Luego la tomo en sus brazos y la llevo afuera, ambas se entretuvieron la tarde entera jugando con el nuevo integrante de la familia, aquel peluche que se volvió casi un hermano para la más pequeña.

Cuando la noche cayó, su madre se encargó de acostarla en su cama y arroparla con las pocas frazadas que tenían. Ella debía buscar la forma de darle una mejor vida a su hija.

— ¿De dónde salió el peluche?

No había siquiera salido de la pequeña habitación cuando fue brutalmente empotrada contra la pared, él de nuevo olía a alcohol y porro. Tosió en su cara con asco, no le escupió solo porque sabía que sería mucho peor para ella si lo hacía.

— ¡Responde!

— ¡Yo lo hice! Lo cosí con ramas y la lana de unas medias muy viejas. Como mamá me enseñó. —se defendió como pudo, evitando llorar, el agarre en su brazo se debilitó ante lo último dicho. —Ahora deja de comportarte como un cavernícola y dile buenas noches a tu hija —escupió las palabras con rabia.

Carol de inmediato cerró los ojos, debía volver a hacer que dormía. Papá no la podía encontrar despierta porque culparía a mamá otra vez, mamá volvería a llorar. Ella no quería que mamá llorara por su culpa. Ella debía ser buena niña para papá y así mamá no lloraría. Debía der buena niña.

Buena niña.

—Se buena niña y dame tu muñeca Carol, debo revisarla. —El doctor le sonrió con amabilidad sin notar el temblor en los ojos de la nombrada.

Con cuidado fue sacando el vendaje, sentía miedo de lo que podría encontrar debajo de este, puesto que los chicos que los acompañaban no habían sido de mucha ayuda para brindarle información.

No obstante, grata fue su sorpresa al quitar por completo el vendaje y no encontrar si quiera un rasguño debajo de este, miro incrédulo a los 3 chicos junto a él pero ninguno dijo nada.

— Carol, ¿puedes explicarme por qué el vendaje? —Pregunto mostrándole las tiras blancas de tela que había quitado de sus muñecas.

Carol miró el vendaje sin expresión y luego a los ojos del doctor.
El último mentiría si dijera que no había sentido un escalofrío por ello.

—Porque duelen, Andy las protegió porque duelen. —respondió sin dejar de mirarlo.

—Entiendo, pero dime, ¿tu vez alguna herida en ellas?

Sus ojos negros bajaron directo a sus manos, las movió y analizó durante unos minutos. Minutos insoportables y eternos para los hombres de la habitación.

Mis hermanastros sobreprotectoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora