Final.

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— ¿Qué dices, cariño? — Le preguntaba a su hijo menor, la Omega viéndose al espejo en ese suelto y cómodo vestido floreado que pensaba usar para ir a dar un paseo al lago con sus dos cachorros.

— Uah. Hermosa mami. — El otro cachorro entró corriendo, a sus cuatro años eran demasiado ágiles, e inteligentes.

— Lo siento Luna. — Se disculpaba la beta que había perdido de vista al cachorro mayor.

— No te preocupes, yo los cuidaré. —

— No lo Luna, si el Alpha... — La Omega sonrió con ternura.

— No va a matarte. — Susurró suavemente.

— Le diré que te pedí hacer otras cosas. — Le decía la Omega a la beta guiñandole un ojo, la beta se sintió avergonzada, pero prefirió obedecer a la Luna de la manada.

— ¿Creen que a papi le guste? — Preguntó la Omega volteando a ver a sus dos cachorros quienes no podían evitar quitar los ojos del resplandor y el delicioso aroma a dulce que despedía su madre, un aroma a cariño esponjoso y su aroma estaba mezclado también junto al de su padre.

— Papi va a enojarse. — La Omega frunció el ceño.

— ¿Porqué? —

— A Papi no le gusta cuando Mami usa vestido. Eso dijo la otra vez. — Sus mejillas se tiñeron de rojo, al pensar en que sus hijos ya habían notado aquello.

— Le voy a decir a Papi, Mami. — Ella rió.

— ¿Qué tal si ambos guardan el secreto? — Decía y ambos negaron sabiendo de los castigos de su padre. Porque si su padre se enojaba no los llevaba a cazar con ellos, y no podían disfrutar de aquello que les gustaba compartir con su padre.

— ¿Si? — Pidió la Omega intensificando su delicioso aroma, haciendo que sus hijos asintieran derretidos por sus feromonas únicas y espléndidamente irresistibles.

— Ahora vamos. — Pedía la Omega. Tomando un par de cosas más y caminando con calma siendo escoltada por sus cachorros afuera, donde una Alana con una gran barriga de trillizos sonreía viendo a los cachorros del Alpha jugar alrededor.

— ¿Y Jared? — Preguntó Tawny, porque pensó que no trabajaría en estos últimos meses del embarazo de la Alpha.

— Con el Alpha cerca del lago. — Comentó Alana. Ella entendió y ambas comenzaron a caminar en esa dirección.

— Quédate ahí. — Le pidió Jared a su Alpha para no hacerla caminar más, un padre orgulloso de saber que tendría no solo uno sino tres cachorros sangre pura, Jared era un sobreprotector que a veces simplemente no dejaba que a Alana la tocara el sol.

Muy diferente al Alpha Cole, quién había dejado que Tawny saliera a donde quisiera en el territorio en su embarazo y también en este, Cole no se complicaba la vida manteniendo a su Omega en un solo lugar, sabía que si alguien intentaba hacerle daño simplemente iba a matarlo y asunto arreglado para que su Omega siguiera sintiéndose libre y cómoda.

Tawny se despidió sencillamente de Alana y de Jared, camino con calma hacía un Alpha que cargaba a uno de sus cachorros en su hombros y al otro lo tenía colgando de un pie haciéndole cosquillas en la barriga.

Sus ojos se centraron en el delicioso aroma de su Omega. Y su ceño se frunció con molestia, ella sonrió ligeramente avergonzada, porque solo él tenía esa mirada que podría hacerla estremecer de pies a cabeza con solo leer en sus ojos el sentimiento que lo devoraba por dentro cuando la veía.

— Nosotros le dijimos. Papi. — La delataba el mayor. Y su Alpha enarcó una ceja poniendo a sus hijos en el suelo.

— Traidores. — Susurraba la Omega viendo a sus hijos.

Hell ©Where stories live. Discover now