11. El Alpha de Hell viene hacía acá.

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Tawny sonreía mientras se acomodaba en su nido, las últimas semanas se había sentido extrañamente de buen humor todo el tiempo. Quizá su Alpha también lo estuviera, aunque pensar en que su Alpha era feliz sin ella la ponía triste así que evitaba pensar en eso.

En ese momento estaba probándose un par de vestidos ajustados en la soledad de su pequeño apartamento.

No podía evitar sonreír cada vez que volteaba a ver su vientre, estaba creciendo muy rápido, pero aún podía esconderlo, a veces le daban ganas de mudarse otra vez, pero extrañamente era como si la Luna le pidiera que no, que se quedará ahí, esperando porque algo bueno iba a pasar.

Acarició su vientre otra vez con cariño, a veces estaba tentada de visitar al doctor, pero al mismo tiempo tenía miedo, tenía miedo de que dijeran que no nacería bien, que su cachorro estaba maldito, y decidía con todas sus fuerzas evitar pensar en eso.

— ¿Qué dices? ¿Mamá se ve bien? — Se preguntaba viéndose al espejo con una sonrisa, sintiéndose internamente muy orgullosa. Porque había logrado incluso ir en contra de la Luna al embarazarse de su Alpha.

— ¿Crees que a tu padre le gustaría que yo usará algo como esto si supiera que existes? — Frunció un poco los labios. En realidad estaba consciente que su Alpha tal vez le hubiera encantado arrancarle ese vestido que dejaba ver su vientre un poco hinchado.

— Quizá sí, quizá no. Tal vez nunca lo sabremos. — Decía.

Un mensaje de Alana le decía que saliera pronto y ya estaba fuera esperando por ella. Tawny se apuró a vestirse y como siempre se puso más suéteres que aparte de ayudarla a cubrir el embarazo la hacían sentir muy cómoda por el frío.

— ¿Qué hacías? —

— Aún no había terminado de cambiarme. — Admitió Tawny sonriente.

— Hoy iremos a ver un par de tiendas, pero como sé que no quieres gastar mucho. — Tawny frunció el ceño. — Luna, me pasó un poco de ropa que usó en el embarazo. — Le decía Alana con una sonrisa.

Mostrándole la ropa que había conseguido para ella en una bolsa que estaba en el asiento trasero. Tawny asintió con una sonrisa, y lo agradecía porque la verdad no pensaba gastar mucho dinero en ropa que luego dejaría de usar.

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Ambas venían saliendo de un café con una sonrisa, se lo habían pasado bastante bien todo el día.

Tawny suspiró al sentir el aire, con su embarazo su olfato se había intensificado para detectar el peligro, pero peligro no era precisamente lo que olía, habían motas de un aroma a hogar en el aire. Volteo a ver a Alana quién también había olfateado en el aire al ver que su amiga había parado de caminar.

— ¿Qué es eso? — Alana podía sentir en el aire fuertes motas de testosterona pura, era un Alpha estaba segura, comenzó a pestañear rápidamente el aroma era demasiado escalofriante. Tawny tragó fuerte y supo que debía empacar.

— Yo... Mmm voy a adelantarme, tengo un poco de nauseas. — Se excusó con su amiga Alana y comenzó a caminar hacía su apartamento con rapidez sin esperar respuesta.

— Te llamo luego. — Afirmó Alana despidiéndose de Tawny. Tenía que ir a donde su hermano, algo extraño pasaba, el aire estaba pesado como si hubiera un mal augurio.

Tawny entró rápidamente a su departamento, cerró la puerta con doble llave, y comenzó a sacar su maleta, había comprado una más que solo aquella vieja mochila. Comenzó a guardar sus cosas dentro de la maleta con casi desesperación.

Gimió al sentir un poco de desesperación en su vientre bajo, su Omega en realidad quería correr y buscar el olor a hogar que su Alpha le ofrecía, un aroma que le prometía seguridad, y un refugio estable para ella y el cachorro en su vientre. Decidió ignorar a su omega, ignorar las punzadas en su vientre bajo y el aumento de su lívido.

— Tranquilo cariño, quizá papá no está aquí y solo envió a algún delegado. — Rogaba porque su Alpha no estuviera ahí, porque sabía que los instintos de su Alpha eran más fuertes que el resto. Y a pesar que su olor estuviera oculto podría encontrarla y ella lo sabía.

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— ¿Qué pasa Mitchell? — Alana llegó lo más rápido que pudo a la mansión. El Alpha estaba llamando por teléfono a sus subordinados. Terminó con la llamada.

— Quiero que vayas dentro y cuides de Luna y de nuestro cachorro, está en el nido del sótano. — Alana tragó fuerte, porque no entendía, pero parecía que su hermano estaba muy ansioso.

— ¿Por qué? —

— El Alpha de Hell viene hacia acá. — Y Alana frunció el ceño sin saber realmente qué pasaba.

— Pero no hemos roto ningún acuerdo. — Tragó fuerte Alana.

— No, pero él afirma que estamos escondiendo a su Omega. — Mitchell estaba estresado.

Ciertamente tenían muy pocos encuentros con otras manadas porque nadie estaba precisamente interesado en su territorio por ser frío la mayor parte del año. A parte de que él mismo se aseguraba de mantener tratados de amistad sin faltar a las normas u ofender a otras manadas.

— ¿Cuantos son? —

— Un par de Jeeps y camionetas pasaron la frontera. Unos 20 como mucho. — Mitchell estaba en blanco sin saber que hacer, porque si bien ellos eran pocos, sabía que eran guerreros experimentados. Pero como si la Luna le susurrara volteo a ver a Alana. — ¿Dónde está tu amiga? ¿La beta de esa manada? —

— No entiendo qué tiene que ver ella. —

— Ella vio a esa Omega, que le diga frente a frente qué fue lo que vio. Yo no tengo nada que ocultar, y sí aún así tengo que darle a esa beta como ofrenda voy a dársela si es necesario. — Afirmó Mitchell, porque no se arriesgaría a hacer enojar a ese Alpha.

— Contesta Alana ¿Dónde está? — Ella vio la decisión de su hermano en los ojos, pero no le parecía que la pobre beta embarazada pagará con los platos rotos.

— No lo sé. — Agachó la cabeza sin atreverse a traicionar a su amiga.

— Bien. Ve adentro. — Le ordenó. Y volteo a ver a un par de Alphas. — Quiero que la traigas aunque sea la fuerza. — Le ordenó. Y Alana quiso impedirlo, pero la pararon de inmediato. 

Hell ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora