Capítulo 38

1.6K 59 8
                                    

            Lucinda abrió la puerta para recoger la pizza y pagarle al repartidor. Tras hacerlo, cerró la puerta y se dirigió a la cocina donde Alcander la esperaba sentado a la mesa.

            La joven dejó la caja de la pizza sobre la mesa y se dirigió al frigorífico a por unos refrescos, mientras Alcander tomaba el primer trozo de pizza y se lo comía.

            -¿Tan mal lo pasaste?- preguntó Lucinda retomando la conversación que habían tenido justo antes de que llegara el repartidor de pizzas.

            -Muy mal, fue horrible el dolor que sentí. Una auténtica tortura.

            -No tenías por qué haberlo hecho…

            -Quería hacerlo, quería demostrarme a mí mismo que no tenía miedo de lo que podría pasar y me lo demostré. Aquí estoy, vivito y coleando como se suele decir.

            -Estuviste veinticuatro horas muerto…

            -Ya lo sé pero Zaronda hizo todo lo posible para que yo volviera a la vida. Quiero que olvides ese episodio que a pesar de que no estuviste allí, es duro escucharlo y probablemente sería difícil de olvidar si te contara todos los detalles.

            -Está bien.

            Terminaron de comer la pizza y ella se levantó para recoger las cosas, cogió la caja y las latas vacías y lo tiró todo a la papelera, entonces, él se acercó por detrás y la tomó de la cintura lo que la hizo sonreír. Alcander la giró, quedando los dos frente a frente y la volvió a besar con tierna pasión.

            Ella pasó sus brazos alrededor del cuello de él e intensificó mucho más el beso, anhelando la calidez de su boca con toda su alma, deseando refugiarse en ella como si fuese un ancla que la sujetara para no caer. Ella retrocedió hasta quedar pegada al muro de la cocina y él sin más la levantó y la sentó allí para colocarse entre sus piernas.

            -No puedo esperar más- susurró él contra su cuello- quiero… hacerlo lo más delicadamente posible… pero no puedo… te necesito ya.

            -Pues no esperemos… Alcander… y volvamos a la habitación- dijo Lucinda entre jadeos.

            A Alcander no le hizo falta repetírselo ya que cogió a la joven sin dejar de besarla, la bajó y salieron de la cocina para subir por las escaleras hasta la habitación de la joven.

            Una vez dentro, él cerró la puerta de una patada y procedió a quitarle la camiseta del pijama a ella dejándola en sujetador. Acarició tiernamente toda su espalda hasta encontrar la hebilla del sujetador para quitárselo. Tardó un poco porque no estaba acostumbrado a quitar sujetadores y eso la hizo soltar una dulce carcajada hasta que al final lo logró dejando los senos de la joven al descubierto.

            Eran unos preciosos pechos, redondeados y turgentes, como a él le gustaban y sus cimas rosadas pedían a gritos que los succionara y cómo si obedeciera la orden, procedió a tomar el primer pezón entre sus dientes, excitándolo ardientemente.

            Ella gimió y se arqueó, estremeciéndose ante ese erótico contacto que la hacía arder intensamente y lo mismo sucedió con el otro pezón. Cuando él se apartó, sonrió y volvió a besarle el cuello mientras ella descendía sus manos para atrapar la camiseta de él y lograr quitársela pero sus manos temblaban, entonces, Alcander la ayudó a quitarse la camiseta y ella por fin pudo tocar su ardiente piel.

            Los labios de él recorrieron su cuello, su clavícula y descendió lentamente por todo su pecho hasta llegar a la altura del ombligo, donde lo humedeció con su lengua y ella se estremeció agarrándose a los hombros de él sin dejar de jadear porque notaba que le faltaba el aire cada vez que él le lamía su pequeño orificio y mientras él hacía eso, con sus manos descendía lentamente el pantalón junto con la ropa interior dejándola completamente desnuda y a su merced.

Deseos en la OscuridadWhere stories live. Discover now