Capítulo 27

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  • Dedicado a Karen Delorbe
                                    

            Lucinda entró corriendo en su habitación. Le dolía el pecho de tanto correr, su garganta se negaba a tomar mucho aire y sentía que se asfixiaba. Buscó su botella de agua y bebió un largo sorbo para así refrescarla pero poco consiguió.

            La botella casi se le escapa de las manos por el fuerte dolor que le acusaba la muñeca. Se acercó al espejo de su habitación y vio cómo empezaba a notarse las marcas de los dedos de Ireana en su cuello. También vio la fina línea de sangre seca que salía de su labio.

            Pero todo esos dolores no eran nada comparados con el dolor que ella estaba sintiendo en el corazón. Alcander había encontrado a Ireana y estaba completamente segura de que él no la dejaría ir, llegando incluso a convertirse en uno de los compinches de Seth y todo por el amor que siente hacia ella.

            Cerró los ojos y dejó que las lágrimas corrieran por sus mejillas. Esta vez sí que lo había perdido. No tenía nada que hacer al lado de Ireana, la mujer que siempre había sido el gran amor de Alcander. Ella no podía competir contra eso y se retiraría de la batalla sin que nadie se diese cuenta.

            -Lucinda…- dijeron desde algún lugar de la habitación.

            -Vete, Alcander- dijo limpiándose las lágrimas.

            -No, no me eches…- dijo Alcander acercándose a ella pero Lucinda lo esquivó y se fue a la otra punta de la habitación.

            -Aléjate de mí… vete con tu querida Ireana.

            -Quería pedirte perdón por mi comportamiento de antes.

            -No tienes que pedir disculpas, defendías al amor de tu vida… ahora por favor, vete- dijo ella sin mirarlo.

            -No puedo irme… quiero saber si te hice daño.

            -Estoy bien… puedes irte tranquilo.

            Alcander se acercó y ella desvió la mirada, haciendo una mueca de dolor por las heridas de su cuello.

            -Déjame ver ese cuello.

            El joven la obligó a mirarlo y él le examinó la zona, palpó levemente y Lucinda gimió dolorida.

            -Déjalo, Alcander… vete con ella, mira a ver si tiene toda la cabellera en su sitio, creo que le arranqué algunos mechones- dijo tratando de parecer indiferente pero no lo consiguió.

            Alcander sin decir nada le tomó la mano que él mismo había dañado y la dobló un poco. Ella como por reflejo apartó la mano haciendo una mueca de dolor.

            -¡Te he dicho que te vayas!- le gritó sujetándose el brazo- ¡deja de hacerme más daño! ¡Aléjate! ¡Vete para siempre y déjame a mí, sola con mi pena! ¡Vete!

            -Lucinda, ¿por qué dices eso? He venido a pedirte perdón.

            Las lágrimas comenzaron a correr por las mejillas de Lucinda de nuevo y con la mano sana, intentó empujarlo pero él era inamovible.

            -¿Por qué no puedes dejarme en paz? ¿Por qué no te vas con Ireana? Anda, debe estar esperándote para que te unas a Seth y los suyos.

            -Pero ¿qué dices?- dijo mirándola, sorprendido.

            -No me mires así, sabes que harías eso y más por ella.

Deseos en la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora