Capítulo 35

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            Sentado en la oscuridad ideaba un plan para acabar con el maldito Lucius, era imposible que él haya estado dos días enteros con Aldana, no podía permitirlo, ella solo era de él, no iba a compartirla con nadie y menos con ese malnacido de Lucius.

            Podría asesinarlo. No. Sería muy rápido y él lo que quería era que sufriera.

            Que sufra como mismo estaba sufriendo él ahora al saber que Aldana lo había traicionado de esa forma.

            Desde que la había convertido en vampiresa no se había acostado con ningún otro hombre hasta que apareció ese Lucius.

            Todavía recordaba aquel glorioso momento en que él y ella se habían unido en la ferviente pasión y en el anhelante deseo de estar unidos para la eternidad, justamente lo que había hecho él al convertirla pero lo único que consiguió fue la huída del la mujer de su larga vida.

            ¿Y si empleaba la tortura? Sería doloroso y sufriría una lenta agonía mientras desea la muerte inmediata. Sí, podría ser un buen plan pero entonces, Aldana nunca más volvería a dirigir la palabra y probablemente se encargaría ella misma de matarlo.

            Si enviaba a algunos de sus secuaces pronto sabría que había sido él quien lo había enviado. Se encontraba entre la espada y la pared.

            Ya buscaría la forma de deshacerse de ese tipo, de eso estaba seguro.

            Pero no sólo estaba ese problema, también tenía otros dos problemas llamados Alcander y Lucinda. Esos dos iban a acabar con la poca paciencia que le quedaba. Tenía que hacer algo con ellos y sonrió al pensar en un plan que sería perfecto para acabar con los dos.

            Esperaría unos días para poner en marcha su plan.

            Se pasó una mano por el pelo, sonriendo, primero empezaría por cortarse el pelo para parecerse más aún a su gemelo.

            Varios días más tarde, Alcander aún seguía dándole vueltas a las palabras de Lucinda. ¿Podría volver a ser mortal? Si era así, ¿cómo acabaría con su hermano? Se hallaba en una auténtica disputa.

            ¿El amor o el deber?

            Había detenido su coche frente al lugar secreto de la Hermandad, indeciso.

            -Vamos, Alcander, has llegado hasta aquí, no dudes y entra…- se dijo a sí mismo y bajó del coche.

            Entró y preguntó por Zaronda. Unos de los vampiros lo guió hasta el laboratorio donde la chaman removía el caldero.

            -Señora, Alcander quiere verlo.

            -Que pase.

            El vampiro salió y Alcander entró.

            -Supuse que vendrías después de la conversación con tu Lucinda.

            -Zaronda, empiezo a cansarme de que me espíes.

            -Tienes dudas sobre mi capacidad para volverte mortal. Ya te he dicho que puedo hacerlo.

            -¿Cuántos vampiros de los nuestros han vuelto a ser mortales?

            -Uno.

            -¿Y qué le pasó?

            -No puedo decirlo.

Deseos en la OscuridadWhere stories live. Discover now