→ Treinta

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—Mika, ¿estás mejor? —preguntó en un murmullo Yuu, quien se había mantenido callado, tan solo escuchando a su dueño llorar.

El rubio no fue capaz de responderle, sentía la garganta seca, y tenía los ojos hinchados de tanto llorar, además, había mojado toda la camisa de su amado amigo con sus lágrimas; los segundos transcurrieron, el tiempo se les fue volando, ninguno supo cuánto estuvieron de pie ahí abrazados, solo que fue mucho.

—Mika, si no me dices qué pasa, no puedo ayudarte... —susurró nuevamente el moreno.

El aludido hizo el intento de separarse del más bajo, entonces Yuu visualizó el rostro del rubio y se sintió mal de notarlo así; con cuidado, sus manitas acariciaron las mejillas del de tez pálida y limpiaron sus lágrimas.

—N-Nunca me dejes, Yuu-chan... —sollozó el ojizafiro amenazando con volver a llorar.

La voz rota y queda que había utilizado, alarmó al ojiesmeralda, el cual se sorprendió ante el pedido, puesto que era él quien normalmente decía eso; no obstante, le sonrió dulcemente y con sus mejillas rojas, juntó sus labios suavemente con los del mayor.

Fue una promesa, una muy tímida que no tuvieron que decir en voz alta para sellar, pues sus bocas lo hicieron por ellos; sus corazones latieron agitados con el contacto.

Una vez se separaron, Mika se vio más calmado, terminó de secarse las lágrimas y con amabilidad, jaló al híbrido para que ambos se acostaran en la cama; no tuvo que decir palabras para que el moreno entendiera que él quería tenerlo cerca.

Ambos se recostaron y el rubio lo estrechó en sus brazos, sintiendo la calidez de la manos ajenas en su rostro, acariciándolo; sus narices se rozaban cada cierto tiempo y sus mejillas ardían por lo rojas que estaban.

El silencio de la tarde fue cómplice de aquella escena en la que se habían prometido estar juntos.

[...]

Eran las cinco y cuarenta y dos de la tarde, no supieron cuando, pero los dos se habían quedado dormidos en esa posición; como solía pasar, fue Mika el primero en despertarse, sentía su cuerpo pesado, pero su corazón y su mente tranquilos.

Supo que aquello era porque estaba con ese tierno híbrido que se había ganado un enorme espacio en su corazón; una pequeña sonrisa se plasmó en su cara al verlo dormir con tanta tranquilidad, por lo que se permitió admirarlo.

Su rostro moreno, sus largas pestañas negras, sus rosados labios, todo en él era demasiado perfecto y le daban ganas de estar con él y mimarlo todo el día; sentía su corazón cálido y lleno cuando lo miraba, se sentía completo.

No estaba seguro de si iban a estar juntos siempre, pero de lo que sí estaba seguro, era que se encargaría de hacerle sentir especial todos los días, justo como él le había dado brillo a su vida desde que lo vio por primera vez en el albergue; ese día se había prometido cuidarlo muy bien y lo iba a cumplir.

Cuidadosamente, estrechó un poco más al híbrido, logrando que este emitiera un quejido y abriera lentamente sus ojos; sus miradas se conectaron y sus corazones parecieron agitarse.

—¿Estás mejor ahora, Mika? —preguntó en voz baja Yuu una vez estuvo despierto.

El aludido asintió formando una dulce sonrisa que hizo sentir mejor al azabache, el cual había estado preocupado desde que vio mal a su dueño hasta ese momento.

—¿Y-Y qué fue lo que pasó...? —indagó tímidamente.

—No tienes que pensar en eso —suspiró el rubio.

—Mika, tú y yo somos amigos, ¿n-no confías en mí?

El pequeño Geagles se sonrojó levemente por lo tierno que había sonado eso y luego suspiró.

—Mi mamá es muy estricta y no le gustan ciertas cosas, además, se enoja fácilmente —relató pausadamente el ojizafiro—. Entonces, se molestó porque estamos yendo a la escuela, y...

Yuu miró preocupado a su dueño al comprender el porqué de su pausa, parecía querer volver a llorar y por un momento, se sintió mal de hacerle contar todas esas cosas; decidido a sacarle esas ideas feas de la cabeza, juntó sus narices suavemente, haciendo que le mirara y se sonrojara nuevamente.

E-Ella me dio una bofetada —confesó Mika bajando la mirada; el moreno abrió los ojos con sorpresa—. No suele hacerlo, no te preocupes, pero cuando se enoja es así y bueno... no es la primera vez...

—Dijiste que no lo hacía seguido —musitó preocupado y llevando sus dos manitas a las mejillas contrarias.

—No lo hace, pero sí ha pasado antes —sinceró—. I-Igual ya no importa, Yuu-chan.

El azabache hizo mala cara, pero asintió y abrazó fuertemente a su dueño, el cual lo recibió de vuelta con el mismo gesto.

Lo que quedaba del día, no salieron de la habitación y Yuu se dio la especial tarea de mimar a Mika, el cual se dejaba consentir con total tranquilidad; apenas si cenaron, puesto que ninguno quería bajar y enfrentar nuevamente a la matriarca.

Marie comprendió esto, así que no tuvo impedimento en subirles la cena y uno que otro postre que los animara un poco después de un almuerzo lleno de emociones encontradas y situaciones dolorosas.

Por su parte, Krul no podía sentirse más deprimida porque su pequeño hijo no quisiera verla, pero respetó su decisión, lo que fue más, la alentó y terminó pidiéndole a su representante que le agendara una cita con una psicóloga y le buscara cursos para el control de la ira.

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Pobre Mika, nótese que sufre bastante ah

Espero les haya gustado

Bye!

Mi pequeño híbrido [MikaYuu] |En Edición|Where stories live. Discover now