→ Diecisiete

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El desayuno fue tranquilo, la nana y los integrantes de la familia estuvieron presentes, hubo algo de plática y leves risas, no era una mañana cálida como algunas otras, pero sí había una ambiente cómodo; incluso Urd felicitó a Mika por enseñarle a Yuu a utilizar los palillos de forma correcta, lo que avergonzó a ambos.

En ese instante, los dos chiquillos estaban en el patio trasero de la casa jugando, el rubio decidió que le enseñaría a jugar un poco de baloncesto al azabache, y este disfrutaba del tiempo con su dueño, aunque estaba algo confundido porque no había tenido sus clases como días anteriores.

—Y entonces lanzas el balón hasta la canasta para anotar puntos, Yuu-chan —explicó el más alto—. Es algo difícil, pero es divertido.

El moreno asintió intentando hacer lo que le indicó el de tez pálida, pero el balón apenas si tocó la canasta, los dos rieron por ello y Mika le dio ánimos para que no se sintiera mal, hasta lo felicitó porque al menos el balón se elevó bastante y eso era un progreso.

Estuvieron jugando un largo rato, cuando de repente Marie los llamó dentro, y ellos obedecieron; resultó que Urd y Krul habían terminado el pequeño descanso que tomaron y se iban de nuevo.

—Por favor haganle caso a Marie  y hagan sus deberes —musitó la matriarca mirando a sus cuatro hijos y a los dos híbridos—. Voy a estar llamando.

El ojizafiro bajó la mirada, de pronto se veía decaído, Yuu lo miró preocupado, quiso preguntar qué ocurría pero no se atrevió a hacerlo en frente de la familia Geagles; cuando los dos padres se fueron despidiéndose, Horn llegó hasta ambos, abrazó fuertemente al rubio y le revolvió el cabello al más bajo, luego se fue.

Mika se quedó parado sin decir nada, tenía sus manos apretadas y su mirada baja, lucía triste.

—Mika, ¿estás bien? —preguntó el ojiesmeralda.

El aludido levantó la cara, como recordando que no estaba solo ahí, y Yuu pudo ver que los ojos del Geagles estaban llenos de lágrimas; sintiendo su corazón encogerse, no lo pensó dos veces y lo abrazó.

El rubio se sintió mal al ser él quien fuera consolado por su híbrido, pero era un alivio tenerlo, así que lo estrechó con sus brazos también y se permitió llorar; el hecho de que se fueran sus padres siempre le dolía, porque siempre tardaban mucho en volver, y le recordaba que estaba casi solo en esa casa.

Un niño necesita el cariño de su familia, aquello era lo que le dolía tanto; en las películas, las familias eran unidas y felices, se querían, jugaban y salían juntas, los hermanos charlaban entre ellos y se ayudaban mutuamente, pero en su familia eso no pasaba.

A veces se sentía excluido, como si realmente nadie lo quisiera en ese lugar.

Hasta que llegó Yuu, por eso era tan reconfortante tenerlo, pues se había convertido en alguien muy especial, sin necesidad de mucho tiempo o esfuerzo.

[...]

Después de almorzar, fue tiempo de las clases de la tarde, Mika odió tener que dejar nuevamente al azabache, y este se quejaba de lo mismo inflando sus mejillas a manera de berrinche; pero no hubo mucho que se pudiera hacer, puesto que el maestro ya había llegado y estaba en espera del Geagles menor.

Yuu se quedó en la cocina acompañando a Marie mientras ella limpiaba los trastes, la nana lo notaba decaído, hacía círculos imaginarios en la mesa con sus dedos y su mirada estaba perdida; ella se lamentó por eso, y le pidió a los dioses que no pasara nada malo por lo que iba a hacer.

—Yuu, ¿puedes hacerme un favor? —inquirió; el aludido la miró—. Quiero que le lleves un vaso de limonada a Mikaela, ¿puedes?

Al ojiesmeralda le brillaron los ojitos y asintió repetidamente, Marie notó rápidamente su cambio de ánimo y se alegró también; preparó la limonada y se la entregó al chiquillo, el cual se veía más animado.

—Yuu, por favor sé silencioso —pidió antes de que este se fuera, el cual asintió nuevamente.

El pequeño híbrido caminó hasta el estudio, y muy despacio, abrió la puerta, pudo ver a un hombre sentado en un escritorio escribiendo algo, y a Mika sentado en otro escritorio más pequeño con la vista fija en una proyección; lentamente y sin hacer ruido, Yuu ingresó al salón y se acercó al rubio.

—Mika —lo llamó en tono bajo; el aludido giró a verlo algo sorprendido y después sonrió.

—No puedes estar aquí, Yuu-chan —le dijo con una sonrisa divertida.

Marie-san me dijo que te trajera esto —comunicó entregándole el vaso.

Al contrario del moreno, el ojizafiro sí entendió las intenciones de la mujer, por lo que le dijo a su híbrido que jalara una pequeña butaca que había en la esquina y se sentara a su lado; en el proceso, al más bajo se le cayó al suelo el objeto, causando un ruido y llamando la atención del hombre frente a ellos, quien al verlo, frunció su ceño.

—Geagles-kun, ¿qué hace su mascota aquí? —inquirió él con desdén y poniéndose de pie.

—Vino a traerme algo y...

—Entonces ya puede retirarse —espetó interrumpiéndolo; Yuu miró a su dueño esperando a que este le dijera algo—. Qué desobediente es su mascota, sáquela ya para poder continuar.

Mika frunció su ceño también, y parándose, agarró la butaca caída, la puso a su lado y se sentó nuevamente.

—Yuu-chan, siéntate —le dijo.

El profesor frunció todavía más el ceño haciendo un gesto de asco.

—Su mascota no... —ibaba decir el sujeto.

—Sensei —lo interrumpió el rubio—. Usted continúe, Yuu-chan no va a ser un impedimento para la clase —aseguró—. Y deje de llamarlo mascota, porque no lo es.

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Mika defendiendo al bebé me da mil años de vida :'3

Espero les haya gustado

Bye!

Mi pequeño híbrido [MikaYuu] |En Edición|Where stories live. Discover now