Solo te quiero para que juegues conmigo [2]

Capítulo 28

Jamás creí que algún día Daniel y yo íbamos a estar en sintonía en cuanto a nuestros sentimientos. Agradezco la hora en la que su impulsividad lo llevó a mandarme aquel regalo de cumpleaños que lo único que ha logrado ha sido unirnos más. Definitivamente entendimos que para hacer funcionar nuestra relación teníamos que empezar de cero y eso fue lo que hicimos. Borramos el pasado, las heridas, los malos ratos, borramos todo aquello que nos lastimó en un principio y hemos hecho las cosas bien, tan bien que nos hemos sentido plenos en todo momento desde que decidimos darnos una última oportunidad.

Nos veíamos casi todo el tiempo, salíamos a comer y empezamos a ir al gimnasio juntos, él se enfocaba en entrenar box y yo en continuar subiendo el número de peso que le agregaba a las barras, máquinas y a las poleas. Además, me acompañaba a estudiar en una bonita cafetería cerca de mi universidad y resolvía mis dudas con algunos ejercicios de Analítica II cuando era necesario. En verdad que pasar el tiempo juntos se ha convertido en algo que me gusta mucho, podíamos hablar y hablar de mil cosas o simplemente existir en silencio mientras yo leía artículos y mientras él terminaba sus reportes de su servicio social.

El acercamiento físico también se había incrementado, como nunca antes, no podíamos quitarnos las manos de encima, no podíamos dejar de besarnos, en el auto, en el área HIIT del gimnasio, en el departamento, en cualquier parte.

Anette Ibarra: Me siento súper mal, estoy inflamada y los cólicos me están matando. ¿Podemos pasar la salida de hoy para otro día?

Daniel Morán: ¿Por qué no vienes al depa? Podemos pedir la comida y quedarnos en la cama un rato.

Anette Ibarra: Suena bien, ¿una nap date?

Daniel Morán: Una nap date será. Pediré la comida, te veo aquí.

Bloqueé el celular y lo guardé en el bolsillo de mi bata, abrí el grifo de agua, me lavé las manos y después de secarlas, volví a tomar el teléfono. He comenzado a preocuparme, hace tres días que Tristán no responde mis mensajes, hace tres días que su última conexión en WhatsApp no cambia y las llamadas van directo a buzón. ¿Qué habrá pasado? ¿Estará bien? ¿Se habrá tomado un hiatus de redes sociales? Pero la última vez que lo hizo me avisó. ¡Qué raro! Además no tengo el número de Marisol para preguntar por él, Tristán, Tristán, ¿en dónde estás? ¿Cómo estás?

—¿Estás bien? Te ves más pálida de lo normal. —Cuestiona Julieta.

—Estoy en mis días, ¿tienes ibuprofeno?

—Sí, sí, en mi mochila.

Caminé con ella hasta su mochila, Julieta me pasó el blíster semi-vacío para que tomara la tableta y me regaló un poco de agua para que pudiera tragarla.

—Tengo que contarte algo. —Me dice, recibiendo su botella de agua—. Creo que le gusto a Jorge.

—¿Apenas te diste cuenta?

—No, no, pero... No sé Anette, creo que a mí también me gusta. —Confiesa, enredando en su dedo un mechón de cabello—. Pero obviamente no va a pasar nada, yo estoy con Eric.

—¡Por Dios, Julieta! Tu relación con Eric hace tiempo que está muerta. ¿Por qué no te das la oportunidad de conocer a Jorge en ese aspecto? De salir con él.

—Porque Eric y yo hemos estado juntos desde hace tres años, porque lo quiero, porque mi familia entera lo conoce, porque...

—Porque es tu zona de confort, ¿no?

Julieta apenas asintió con la cabeza, confirmando que tengo razón. Se encogió de hombros, creo que la costumbre y el cariño que tiene hacia Eric es lo que la hace quedarse, el que lleven tanto tiempo juntos hace que sea difícil para ella soltarlo. Eric ha sido su primera vez en demasiadas cosas, no es fácil dejar ir a una persona con la que has vivido tanto. Pero también, aferrarnos a quedarnos simplemente por los recuerdos que tuvimos con ciertas personas nos hace más daño, a veces el querer quedarnos por lo que vivimos con alguien hace que nos perdamos de lo que podemos vivir con otra persona que nos quiere aún más. Y eso es algo que he aprendido durante las últimas semanas, soltar y volver a querer, soltar y crear nuevos recuerdos.