Capítulo 7

160 30 0
                                    

Todos los cálculos sobre soluciones amortiguadoras pasaron a segundo plano cuando recibí un mensaje de Tristán confirmándome que podía verme esta tarde cuando terminaran mis clases. Nos hemos quedado de ver a las seis, bien, tenía que apurarme. Terminaría mis ejercicios, leería aquel artículo que tenía pendiente y después armaría la estrategia para contarle todo lo que ha sucedido estos meses. Estaba ansiosa, he decidido romper el silencio y contarle de ese verano tan loco que viví a un lado de su mejor amigo, necesitaba decírselo, necesitaba de alguna forma quitarme ese peso de encima.

Mientras tecleaba en la calculadora pensaba y pensaba en cómo iniciar a contarle la historia, seguro que se va a molestar conmigo y ya puedo escuchar su enorme sermón... Pero no me importa más. Solamente quería decirle todo lo que ha sucedido, sentía que en el momento en el que se lo contara a él iba a sentirme liberada.

Bien, va a ser una plática tranquila, nos hemos quedado de ver en Teikit. Sushi y bebidas con nitrógeno, sonaba bien para una tarde de confesiones, ¿cierto? O tal vez me caería mejor un shot de tequila como el que me tomé el sábado en el departamento con Daniel. Okey, aquí viene, camiseta gris, campera negra, aquel corte de cabello que le queda tan bien, ¡oh! Ya me ha visto, ha sonreído y ha apresurado el paso para llegar hasta mí. Me abrazó fuertemente, como siempre solía hacerlo cuando nos vemos, incluso me ha levantado del piso por unos segundos, ¡cómo me encanta que me abrace!

—Hay que vernos más seguido, ¿no?

—Ya sé, ya sé, perdona. —Le digo, tomando su brazo para entrar al restaurante—. Pero ya sabes que...

—Sí, sí, siempre estás ocupada.

La chica de la recepción nos llevó hasta una de las mesas que tenía vacías. Nos sentamos frente a frente, junto a la banda giratoria que llevaba esos paquetitos de tres rollos de sushi que pasaban por ahí una y otra vez.

—¿Cómo has estado? —Cuestiona.

—Bien, aunque no sé si me voy a resfriar o si las alergias me están atacando.

—Qué mal baby, con razón tienes la nariz tan roja.

Un mesero llegó a pedirnos la orden, rollos samurái y sake para Tristán, rollos pink maki y una limonada de frutos rojos para mí.

—Pero bueno, cuéntame mi pequeño saltamontes, ¿qué es eso que te tenía tan ansiosa por verme?

—Te tengo que contar algo que probablemente te va a hacer enojar.

—Ay no, ¿qué hiciste?

—¿Recuerdas todo el rollo del perdón de Matías y esas cosas? —Tristán asintió con la cabeza—. Bueno pues... El famoso reencuentro que tanto esperabas sí sucedió, nos vimos y me pidió perdón.

—¿Y cómo por qué no me dijiste?

Me encogí de hombros, a pesar de saber que yo fui la que inicialmente propuso mantenerlo en secreto.

—Porque ese día fue de locura. Nos vimos, me pidió perdón diciéndome porqué ha sido tan egoísta conmigo, aunque siento que eran más pretextos por justificarse que nada, y la historia de cómo ya no podía con la culpa de haberme dejado así. Luego fuimos al cine y me empezó a decir que «teníamos todo el tiempo del mundo para volver a conocernos».

—Ay no, no, ¡no me digas que empezó con sus mamadas!

—Y yo me fui como hilo de media con eso. Para no hacerlo mucho más largo, ese día terminamos cogiendo en un motel.

La cara de Tristán me provocó algo de risa, la forma en la que alzó las cejas, sus ojos... Está que no se cree lo que estoy diciendo.

—A ver, a ver ¿qué?

Solo te quiero para que juegues conmigo [2]Where stories live. Discover now