Capítulo 16

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No supe nada más de Daniel a partir de aquel día, le rompí el corazón despiadadamente, ¿acaso esperaba que continuara rogando? Aun cuando le repetí tantas veces que me dejara ir, creo que conocía la respuesta. Las primeras noches no pude dejar de pensar en lo que pasó, me sentía fatal, la culpa me carcomía y el recuerdo de la forma en la que me miraba mientras yo le decía todo lo que le dije me partía el alma entera. Pero fue lo mejor que pude hacer, no podía quedarme más tiempo, a la larga nos iba a terminar lastimando.

Para las vísperas de año nuevo pensé en escribirle, pero me arrepentí antes de enviar el mensaje. Por su parte, ni siquiera hizo el intento por mantenerse en comunicación conmigo como en otras ocasiones, se mantuvo en silencio. Lo entendía, le he hecho trizas el corazón y qué egoísta de mi parte sería querer que mantuviéramos el contacto después de ese amargo momento en la cafetería.

A mediados de enero me di cuenta de que decidió bloquearme de todas las redes sociales, cortando definitivamente las posibilidades de tener comunicación conmigo en un futuro, me cerró la puerta por primera vez. Suponía que era por su bien, contacto cero y olvidarme es lo mejor que puede hacer, sanar su corazón y conocer a una chica que lo adore como él se lo merece. Y yo, yo ahora tenía otras cosas en las que ocuparme.

Los primeros dos meses del 2019 los dediqué completamente a la universidad, porque era ahí el único lugar en el que podía refugiarme para dejar de pensar en todas esas cosas que me mantenían despierta hasta altas horas de la noche. Quizás me ayudó bastante tener que cuidar a los ratones y ratas Wistar que nos asignaron para trabajar en farmacología, ir al bioterio a darles de comer y recabar los datos que necesitábamos para nuestra investigación se robaba gran parte de mi tiempo. Esos animalitos a los que tanto les tenía miedo, les terminé agarrando cariño.

Y es que he aprendido tanto de ellos, son fascinantes. Nunca me había interesando en ellos, pero ahora sé que les causa ansiedad separarse de su grupo, eso lo vimos en la cuarta semana cuando encerramos a un pequeño ratón blanco en una caja con aserrín y canicas de colores para ver su comportamiento sin y con un ansiolítico. El ratón no. 5 como se llamaba oficialmente —o Bigotes, como le pusimos Julieta y yo—, me hizo pensar en mí al verlo tan ansioso cubriendo con sus patitas las canicas de colores, me hizo pensar en cómo intentaba cubrir mis vacíos emocionales con alcohol, Dan, el tabaco y pésimas decisiones.

Aunque he tratado de renunciar poco a poco a ello, ya renuncié a Dan, llevo desde esa noche sin tomar una gota de alcohol... Pero el tabaco, ese sí me ha costado trabajo dejarlo. Sé que debo renunciar al cigarro, sobre todo ahora que tengo una relación mucho más estrecha con el gimnasio desde que voy con Ingrid todos los días a las siete de la noche. Las dos nos enamoramos de la escaladora y siempre nos retábamos a subir el número de calorías que quemamos en dicho aparato. De hecho Ingrid se veía mucho más delgada, no sabía si era el ejercicio que hacíamos o si era el constante sexo que tenía con Gabriel, pero le está funcionando, se ve preciosa.

—Hola, hola, ¿a dónde vas?

—A bañarme. —Me dice Ingrid, poniendo su maleta en la banca gris.

—Ni siquiera hemos hecho cardio, ven.

—Yo vengo de hacer cardio en mi máquina personal llamada Gabriel. Acabamos de coger pero no me quise bañar en su casa, así que me vine a bañar aquí.

—¿Es en serio? Cada vez más me dejas por irte a coger con él, la semana pasada me abandonaste en el día de pompi.

—¿Me perdonas?

Ingrid besó mi mejilla y comenzó a sacar de su maleta sus toallas, sus sandalias y artículos para bañarse, después comenzó a quitarse la ropa, ¡qué valor tenía! Yo no podía ni quitarme la blusa sin tener pena aquí en los vestidores, siempre me iba a cambiar a los cubículos.

—Prometo que el jueves ahora sí hacemos el entrenamiento completo.

—Bien, si tú lo dices.

Salí del vestidor con dirección hacia las dos escaladoras del gimnasio, tenía que esperar un poco a que una de ellas se desocupara. Deslicé mi dedo a través de mi time-line de Twitter, RT a este meme de química, ¡oh! Ya sé, voy a publicar una foto, me encanta cómo me veo hoy y voy a subirla en un tweet haciendo alusión a lo feliz que me he sentido en el gimnasio últimamente, sí, quizás también irá a mis historias de Instagram. Bueno, el cuarentón que siempre trae la misma playera blanca ha terminado su rutina en la escaladora, limpió la máquina y me ha sonreído para decirme que ahora puedo subir para iniciar con mi rutina.

Me puse los audífonos, Uprising de Muse comenzó a sonar cuando encendí la escaladora, iban a ser treinta minutos intensos. Creo que la escaladora era un buen cierre después de mi rutina de brazo.

[...]

Regresé al vestidor y miré a Ingrid secándose el cabello con la secadora, me senté en la banquita gris y bebí un poco de agua, ella desconectó la secadora y se acercó a su maleta naranja para enrollar el cable y así meterla.

—Listo, me siento tan fresca ahora.

—Y yo tan asquerosa y sudada. —Replico.

—Tengo que contarte algo. —Ingrid se sentó a mi lado en la banca—. Estoy pensando seriamente en terminar todo con Gabriel.

—¿En serio? ¿Por?

—Me he dado cuenta de que ya no siento nada por él. Tal vez lo único que me faltaba para cerrar el ciclo era coger con Gabo y ya, pero ya no está ese feeling ¿entiendes? Es como si todo fuera muy mecánico ahora, solo hablamos para ponernos de acuerdo para coger, en su casa, en la mía o en un motel, pero ya no lo veo como el año pasado. Creo que lo superé.

Vaya eso sí que era nuevo, no me imaginaba que Ingrid dejaría de quererlo después de esto, ¿qué acaso la Ingrid del año pasado por estas fechas no estaba perdida de amor por él?

—Woah, no sé qué decir, estoy sorprendida.

—Supongo que yo igual, pero ya no siento nada por él, ¿cómo para qué quedarme ahí? En algún momento si avanzamos más el sexo se hará aburrido.

—¿Y cómo ves a Gabriel?

—Él dice que me quiere, que quiere intentarlo una vez más pero ahora que si sea más en serio, con la etiqueta de novios y así. Pero yo ya no tengo ganas, ya no.

No sabía si considerarlo como un karma que sea ahora ella quien lo termine. Era hacerle justicia al mal rato que le hizo pasar Gabriel cuando la dejó llorando en octubre en aquella banca de la Alameda del Sur, los papeles se han invertido, ahora es Ingrid quien ya no siente nada más por él.

—Además, hay más vergas que estrellas, así que lo más seguro es que la próxima vez que lo vea le diré que ya no podemos seguir siendo fuck friends, se acabó. Encontraré a alguien más, alguien que sí aguante un segundo round sin que se le baje tan rápido.

Ingrid cerró el cierre de su maleta y se puso de pie una vez más para mirarse en el espejo, mientras tanto yo me acerqué a mi locker para sacar mi sudadera y mi maleta, supongo que era hora de irnos, me ducharía en casa, nunca me ha gustado hacerlo en el gimnasio.

—En fin, ¿tienes algo que hacer ahorita? —Pregunta.

—Sí, tengo que leer un par de cosas, para el proyecto de las benzos en los ratones.

—Entonces vámonos, igual yo tengo que llegar a descargar un par de cosas para mi clase de francés, que estoy odiando por cierto.

Tomé mi maleta y salimos juntas del vestidor, me parecía un poco gracioso cómo nos veíamos en este momento. Yo, toda sudada con el cabello recogido y roja de la cara, y ella, luciendo increíble con el outfit deportivo que llevaba puesto, intacto, sin una sola gota de sudor, con el cabello ébano lacio cayendo sobre los hombros. Sentía que en cualquier instante alguien nos iba a tomar una foto para hacerla meme en redes sociales.

—Estaba pensando y quizás voy a dejar que pase una última cogida y ya. La de despedida.

—Esa última vez es de ley. —Comento.

—Supongo que sí. ¿Tú lo has hecho?

Sonreí a medias, si tan solo Ingrid supiera...

Solo te quiero para que juegues conmigo [2]Where stories live. Discover now