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Diego

No era verdad, no. No. No. No puede ser verdad, no. Mi mirada se reflejaba en Mateo, porque no podíamos creerlo. Así que guarde la verdad en un rincón profundo de mi mente y la encerré allí, lidiaría con ella más tarde, sé que Mateo hace lo mismo porque su cara cambia a una más seria, quedamos silenciosamente en seguir el plan, por primera vez ponía mis sentimientos de lado por la razón, hago mi parte, la ejecuto perfectamente como siempre, si algo bueno saqué de mi padre es que puedo fingir que todo está bien cuando no lo está.

Se acaba el espectáculo y todos festejan la victoria: agarramos a Ubaldo Ortega en su movida, yo festejo con los demás, Mateo se me acerca desde el otro lado de la oficina y deposita un beso en mi frente, fingimos que estamos felices, que es por eso lo del beso y no porque es su única forma de consolarme "Ni te emociones fue la adrenalina" una sonrisa falsa en su rostro y otra en el mío "Ay ajá, plango mangano" y lo abrazo unos segundos, los suficientes para darnos fuerzas y aguantar otro rato. La gente sigue con su vida, como siempre. Cuando veo que todos están lo suficientemente ocupados, escapó de allí, nadie lo nota, ni siquiera Mateo. Tomó un Uber hacia mi casa, guardo algunas cosas en mi mochila y agarro otro para ese lugar.

He sostenido el dolor por tanto tiempo, que las lágrimas no aguantan más y brotan a mares sobre mi cara, es tarde, la luna empieza a salir y yo sigo en el mismo lugar, no me he movido ni un centímetro, pero no he dejado de llorar.

Los recuerdos de sus manos en las mías, de sus labios en los míos, de la forma en la que me hacía sentir, la certeza de haber pensado que era él el amor de mi vida, la incertidumbre de no saber qué había pasado cuando no me había hablado en todo el día, el recuerdo de una voz diciéndome que había muerto, que mi Andy había muerto, la idea de que tal vez yo debería seguirlo, ese vacío en mi estómago cuando me di cuenta, cuando me había sentado todos los días en la sala esperando que él entrara por la puerta, yo de negro en el funeral sin saber ni cómo reaccionar, aquí mismo esperando a que él llegara por algún milagro, las preguntas ¿había sido por mi culpa? ¿No lo había amado lo suficiente? ¿No lo había hecho lo suficientemente feliz?, los "Y si" y si hubiera sido mejor novio, mejor pareja, mejor amigo, mejor persona, y si lo hubiera ayudado más, lo hubiera hecho más feliz, hubiera estado allí... y si hubiera contestado esa llamada, hubiera dejado de pensar tanto en mí, hubiera puesto atención a las cosas, hubiera estado para él ese día pero preferí creer en quien yo consideraba conocía mejor, en mi padre.
El más grande "Y si"
¿Y si lo hubiera escuchado?
El me lo había dicho, me lo había advertido una vez, hacía mucho tiempo.
No le creí, cuando me dijo que mi padre no era quien decía ser, no le creí, le grité, le dije tantas cosas de las cuales me arrepiento y ni siquiera pude pedirle perdón. Ni siquiera pudimos darnos un último beso de despedida, una caricia, tan solo una mirada. Muchas veces me repito que tal vez es lo que quisiera, sentirlo cerca de mi aunque solo sean unos segundos, que tome en cuenta que le creo (que ahora le creo) que aunque tardé sé que él descubrió la verdad, quería un futuro mejor para todos, aunque eso significara dañar a mi familia, sé que no lo hacía directamente, pero me amaba y me amo.

Estoy seguro que me amó hasta el último minuto de su vida.

O tal vez no, no lo sé, y tal vez nunca me voy a enterar de ello, ahora solo queda el recuerdo, un recuerdo que cada vez se hace más doloroso, porque sí, mi padre mató al amor de mi vida. Y ahora lo estoy aceptando.

No sé cuánto tiempo ha pasado, segundos, minutos, horas. Ni siquiera sé que estoy haciendo ya aquí, solo sé que me duele, que me duele demasiado, y tengo una gran decepción mayor que cuando Temo me mintió. Mayor que cuando descubrí que Carlota estaba en una relación con mi padre, porque ahora él fue quien me falló y de la peor manera.
Suspiro pesadamente mientras regreso la vista a lo que tengo en mis manos: es el único símbolo que me queda, el único recuerdo de que alguna vez existió Andrés Cervantes en mi vida, me quedo pensando ¿Si el objeto dejará de existir Andrés dejaría de estar en mi vida? No, yo sé que no, él siempre estará presente, con cada beso, con cada caricia o simplemente en cada sueño en el que se manifiesta, en el lugar que tiene en mi corazón.
Me levanto y me acerco al árbol que siempre fue el testigo de nuestro amor, el que siempre fue el cómplice en nuestras salidas clandestinas que teníamos en las noches, unas en las que ni siquiera nuestros padres se daban cuenta, vaya y decían que nos conocían.
Me acerco y tomo asiento en pleno centro, sé que debo dejarlo ir, pero me quiero aferrar a él porque aveces pienso que él es la única razón por la que yo sigo vivo, pero no, recuerdo que una vez me dijo "Tienes que aprender a vivir por ti mismo" y hoy tengo que hacerlo, por Andrés, por quien fue el hombre que más me ha amado en mis pocos años de vida, con mis manos empiezo a sacar tierra, la tierra húmeda se filtra entre mis uñas, pero no me interesa ahorita no me está importando que pueda quedar sucio, simplemente me está importando hacer algo que sea significativo para él, algo que sea significativo para ambos, era nuestro lugar, era nuestro momento, era nuestra vida y aquí se está terminando. Se está terminando todo lo que nos unía, pero no de mala forma, de una buena, porque sé que él merece descansar y yo tengo que dejar que él descanse.

Como puedo pongo el dije en una bolsa de plástico, no quiero que se arruine, no se puede arruinar como se arruino nuestro amor en los últimos días, la guardó con sumo cuidado, con delicadeza, como si fuera el diamante más preciado del mundo aunque es insignificante en cuestión monetaria, la empiezo a guardar y pongo sobre él la tierra húmeda, en cada puño que tiró una palabra dicha por él se va, sus te amo, sus te quiero, sus te adoro, sus palabras de aliento, sus palabras de enojo cuando se ponía celoso, incluso esas palabras mimosas de situaciones a las que nunca pudimos llegar. Porque era demasiado temprano, porque estaba guardando el momento perfecto y nunca llegó.

No puedo limpiar las lágrimas que corren por mis mejillas, no quiero hacerlo, por primera vez después de tanto tiempo estoy sacando todo eso que he guardado desde la muerte de Andy, desde que recibí la llamada, desde que me entere que ya no estaría más en mi vida.

𝐼 𝒫𝓇𝑜𝓂𝒾𝓈𝑒 | 𝑀𝒶𝓉𝒾𝑒𝑔𝑜. | TERMINADA. Where stories live. Discover now