Una esperanza de muerte: 3

26 4 5
                                    


34


Fue después del desayuno, cuando Ana trató de interceptar nuevamente a Indila para conversar con ella. Pero para su desgracia había desaparecido junto al profesor.

La rubia Omega comenzaba a cansarse. ¿Cuándo podría decirle? El tema no podía retrasarse más y nunca seria buen momento para este tipo de noticias. Solo había que decirlo de frente y esperar su reacción.

La mujer toma sus cabellos amarillos y tira desesperada

- Lo siento tanto Indy... parece que solo te hago pasar incurias.


-------- Ω--------



Indila


- Tenemos que hablar.

Justo la frase que nadie, nunca, jamás quiere escuchar.

En mi caso, oír esa oración de la boca de mi doctor personal resulta un tanto... aterrador.

Así que reaccioné justo como se esperaba.

¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!

...

Nos encontrábamos en una sala esterilizada sin ningún tipo de olor, un par de camillas simples y un gabinete de cristal colgado en la pared con medicamentos barios.

- ¿Qué hacemos aquí? – pregunté sentándome en una de las camillas, totalmente intrigada.

- Como te podrás dar cuenta no vengo con rodeos Indila – dijo seriamente, yo tragué.

- Me estás asustando – no me molesté en ocultar mis temblores y mi inseguridad – ¿qué pasa?

- Ya revisé tus estudios y no hay nada que pueda hacer por ti...

Sentí que algo no cuadraba. Ese no era mi Vladimir

- No es verdad... estas mintiendo – el miedo recorrió mis venas – tú no eres así ¡por qué haces esto¡ - me levanté furiosa – preferirías morir antes que rendirte. Ambos.

Vladimir esperó a que tomara un poco de aire y que me tranquilizara un poco.

- Así es mi niña. Pero mi deber como tu doctor, es decirte la verdad. A este punto tu cuerpo no tolerará ningún otro tratamiento. Este, es el fin de mi trabajo para contigo.

- No.

- No volveré a cometer el mismo error Indila. No tengo nada para ti, si proseguimos con experimentos colapsaras de inmediato.

- No, ¡no! ¡no me rendiré! – empuñé mis manos y golpeé el barandal metálico de la cama, haciéndolo resonar.

Consternada sentí como la presión subía a mi garganta en forma de nudo. Los ojos se me aguaron y permanecí inmóvil tragando miseria. Empecé a gimotear. Pero el doctor no reacciono ante mi pena permanecía en su asiento observándome.

- Solo tenemos una última oportunidad.

Abrí mis ojos como platos y pestañee incrédula.

- P, pero dijiste.

- Lo que dije fue que ya no había nada que yo pudiese hacer por ti. Pero hay algo que aún podemos probar. No se trata de medicina, si no del fluir natural de las cosas.

La Danza De Indila (Gl)Where stories live. Discover now