Misericordia

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En medio de la inconsciencia sentía como se balanceaba de un lado a otro. Ruidos lejanos empezaron a despertarla, sonidos de pájaros, metales chocando, madera rechinando. Resonancias sutiles que en su cabeza se multiplicaban.

Y entonces ese aroma penetrante a cólera hizo que regresara en sí.

-Mmm, ¿Qué? ¿Qué pasa? - dijo en un susurro.

Su voz resonó entre paredes que parecían ser de lámina.

Carraspeó, trató de pestañear pero no podía abrir los ojos, algo los cubría.

- Parece que aun no logran despertar... no tengo su maldito tiempo - El eco de aquella persona le pareció familiar.

Entonces sintió como era golpeada por un enorme torrente de agua helada - ¡ahhhggg! Gritó.

- ¡ahhh! ¡qué pasó! ¡No veo nada! ¿Dónde demonios estoy?

Escuchó la voz de sus camaradas entre alaridos.

- ¡¿Qué mierda?! ¡estoy atado!

- ¡yo también! ¡Francis ¿eres tu?!

Completamente mareada se percató de sus ataduras y que se encontraba boca abajo colgando de alguna parte. Trató de moverse pero le era imposible, las manos atadas en su espalda se unían en un habilidoso nudo a sus tobillos.

Tenía que admitirlo, estaba aterrada. Tanto que sus feromonas empezaron a demostrarlo, dejando salir un olor penetrante y desagradable.

- Es esa, la verdadera reacción que buscaba - soltó una carcajada - y aun estamos iniciando.

La Alfa de rango bajo no soportó tanta incertidumbre.

- ¡basta! ¡dinos que es lo que quieres! ¿es dinero? ¡podemos dártelo! Solo te advierto que estas metiéndote con las personas equivocadas...

- Lamento interrumpirte el discurso, pequeña boca suelta. Pero no soy yo la que está a punto de orinarse en sus pantalones.

De inmediato la pañoleta que cubría los ojos fue desatada, dejando ver a su secuestrador.

Ropa negra de cuero, cabello rosa y una mirada verde que irradiaba odio puro. Una pañoleta negra cubría su nariz y boca.

- Rose Diagon... - afirmó sin aliento.

- Maestra Jesseca... - correspondió - O debería llamarte ¿maestra sonrisas? O ¿Por qué no? El famoso nombre por el que todos te llaman a tus espaldas - la chica fulminó con la mirada a uno de sus compañeros que se encontraba en la misma posición que ella, boca abajo y con la sangre agolpándose en la cabeza. Sacó una enorme cuchilla de la nada y la colocó velozmente en su yugular - ¿Cómo era ese sobrenombre? ¡responde!

- L, la zorra de oro - Contestó enseguida con voz quebrada.

La mandíbula de Jesseca se tensó.

- Balla... ¿cosechas lo que siembras cierto? - dejó al otro Alfa y miró a la chica.

Jesseca tenía que salir de ahí de inmediato. Debía pensar rápido.

- Lo que estás haciendo te saldrá caro, ¿con quién crees que estás hablando? ¡¿crees que eres la única poderosa aquí?! - rió nerviosa - Tengo contactos mucho mas importantes en todo el mundo, soy intocable ¿me escuchas? ¡intocable!

¡PACK!

La maestra nunca lo vio venir, su cabeza dio giros y la nariz empezó a sangrarle. Sintió que su ojo estaría bien morado el día de mañana.

La Danza De Indila (Gl)Where stories live. Discover now