No había pronunciado palabra alguna desde que lo había visto en las escaleras, y no parecía el tipo de persona que se inclinara por las conversaciones. Tenía la piel pálida, su respiración era pesada y estaba empapado en sudor. Su comportamiento parecía muy sospechoso o quizá era emocionalmente inestable. Era difícil saberlo. En cualquier caso, era claro que tenía agarrada su salud mental de la punta de los dedos.

La chica del cabello rosa, Clover, se le acercó, colocó las manos en las caderas y lo miró con aire interrogativo.

— ¿Qué número tienes?

No le respondió. Sus ojos inyectados en sangre saltaron de persona a persona y su respiración se cortaba.

— ¡Oye! Te estoy hablando...

El hombre se humedeció los labios con la temblorosa lengua y hablo con una voz como de papel viejo.

— ¿N-n-no es obvio? Hay nueve personas aquí. Y s-s-saben quiénes son de los números uno al ocho. Yo soy e-el único que falta.

— Entonces, ¿eres el nueve?

El extendió su mano, temblorosamente. Su brazalete mostraba un nueve. Clover lo miró con desdén.

— ¿Cuál es tu nombre clave?

— ¿n-n-n-nombre clave?

— ¿Cómo quieres que te llamemos? Todos ya hicimos nuestra elección. Podrías tú también...

— Y-y-y-yo no necesito uno.

— y ¿Por qué no?

— p-p-p-porque no voy a quedarme aquí con ustedes. – tomó con dificultad algo de aire y exhaló.

Clover lo miró con aire disgustado.

— Entonces, ¿tienes algún tipo de plan?

— l-lo tengo.

— ¿Ah, sí? Y ¿cuál es?

— ¿Segura que quiere saberlo?– Clavó sus ojos en ella y continuó – m-muy bien. Mi plan es el siguiente: ¡v-v-v-voy a hacer esto!

999: 9 personas, 9 puertas, 9 horas(adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora