Lo último que Junpei recordaba antes de despertarse en el extraño cuarto, era que estaba a punto de ser media noche cuando regresó a casa. Arrastraba los pies por las escaleras y abrió el 201, su apartamento. Un pequeño caos de una sola habitación, que le sacaba alrededor de 630 dólares al mes. Se fue a vivir allí desde que ingresó a la universidad, y llevaba viviendo cerca de tres años y siete meses. Dio un paso dentro y encendió las luces. Su fluorescencia en el techo osciló y parpadeó, como quien despierta de un profundo sueño. Su fría luz iluminó todo el lugar, había hecho esta rutina muchas veces antes, todo estaba como lo había dejado: Las revistas amontonadas en la esquina, lo libros recogiendo el polvo, los estuches de CD cubriendo el suelo, el pantalón y la camisa que había llevado el día anterior, ahora arrojados en una esquina. Sin embargo había una sola cosa que no le pertenecía.

Había una brisa, el frio aliento de la noche flotaba en su apartamento, llevando el olor del otoño con él. La cortina blanca que enmarcaba su ventana se balanceaba gentilmente en el viento. Eso era algo extraño para él, ¿la había dejado abierta?

Junpei caminó hacia la ventana, tratando de recordar si la había cerrado o no antes de salir. Sacó su cabeza y miro alrededor, nada parecía fuera de lo normal. Se encogió de hombros, debió haberla dejado abierta sin darse cuenta. Cerró la ventana.

Entonces sucedió...

Junpei se giró y se encontró de cara a una máscara con un hombre vestido completamente de negro. El hombre llevaba una profunda capucha y una voluminosa máscara de gas, su rostro estaba completamente cubierto. Junpei intentó gritar pero todo lo que pudo conseguir fue un sonido ahogado. Trató de avanzar hacia el hombre, pero sus piernas no podían soportar su peso. Cayó al suelo, un montón de miembros enredados, como una marioneta desechada.

Se dio cuenta, muy tarde, del humo blanco que llenaba su apartamento. Había un pequeño objeto, con forma como de una granada, tirada en el suelo en frente de su cara, silbando. El humo blanco saliendo de esa cosa a una increíble velocidad se había vuelto tan espeso que los detalles del apartamento empezaron a perderse dentro de la blanca bruma. Podía sentir su mente perderse también, una bruma blanca, que no era el humo, arrastrándose sigilosamente en los límites de su visión.

— Considera esto un privilegio. Tú has sido elegido.

Una voz áspera salía de la máscara de gas. Era fría y fuerte, y distorsionada de tal manera que Junpei no podía distinguirla con claridad.

— Vas a participar en un juego, el Juego Nonario. Es un juego donde pondrás tu vida en juego.

Eso era lo último que Junpei recordaba. El humo blanco lo dominó, el loco enmascarado se desvaneció ante sus ojos y sintió como su mente se perdía dentro de la niebla blanca.

999: 9 personas, 9 puertas, 9 horas(adaptación)Where stories live. Discover now