La chica se quedó mirándolo igualmente asombrada. Su reacción sugería que también lo había visto antes. Ella no se movió. Era casi como si estuviera congelada en ese lugar por algún tipo de hechizo.

En el momento en que Junpei avanzó hacia ella, el hechizo se rompió. Apenas había avanzado unos escalones, el barco se sacudió por segunda vez. El temblor tomó a la chica desprevenida y la hizo caer. Movido por el instinto, Junpei saltó a atraparla, o al menos eso pensaba.

Su rostro quedó más cerca de lo que pudo haber deseado, unos cuantos centímetros los separaban. Estaba de espaldas y ella tumbada sobre él. La chica parecía tan confundida como él, y su cara mostraba no se había recuperado por haberlo visto.

Por un momento, que pareció una eternidad, se miraron el uno al otro. El barco dejó de sacudirse, todo quedó en silencio. El agua se podía escuchar a lo lejos, escurriendo ligeramente por los muros y techos, pero al final se marchitó también. El silencio era total, una gruesa manta envolvente. Solo la chica habló:

— oh, mi Dios, ¿eres tú, Jumpy?

« Jumpy », sus palabras hicieron eco en la cabeza de Junpei y, repentinamente, su memoria regresó:

— ¿A... Akane?

¿Por qué no se había dado cuenta antes? La chica era Akane Kurashiki. Habían sido amigos de infancia, hasta habían ido juntos a la primaria por seis años, pero... ¿Qué estaba haciendo ella en el barco?

Sus ojos claros estaban a centímetros de los suyos, podía sentir su cálido aliento en la cara. Sentimientos que creía haber sepultado hace mucho tiempo, empezaron a elaborar su camino de vuelta a la superficie. Hasta creyó poder sentir la suavidad de su rostro. Y fue en ese momento:

— Bienvenidos a bordo. — un altavoz cobró vida, una voz fría e inquietante inundó todo el lugar — Les doy la bienvenida a todos ustedes, desde lo más profundo de mi corazón, a este, mi barco.

La intromisión de la voz rompió el hechizo entre Junpei y Akane y todos los indicios de un creciente romance fueron olvidados. Con una impresionante rapidez se quitaron los amarres que los mantenían juntos y con dificultad se pusieron de pie. Sus siete compañeros también habían escuchado la voz y muchas de sus caras se pusieron pálidas. Todos buscaron desesperadamente a su alrededor tratando de localizar el origen de la voz. Al final lo encontraron, un altavoz colgaba en el techo.

— Mi nombre es Zero y soy el capitán de este barco. Y también la persona que los invitó. 

999: 9 personas, 9 puertas, 9 horas(adaptación)Where stories live. Discover now