Capítulo 30

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El soldado me comenzó a rodear con su nube de humo y cerré los ojos. Todo comenzó a dar vueltas y cuando pisé el suelo los abrí, hacía un frío atroz. Suspiré y vi como el vapor salía de mis labios. Me encontraba en un callejón una cuadra antes de la cede, apreté mis cosas contra mi pecho y comencé a caminar.

Estaba un poco asustada, y el hecho de llevar tacones puestos no me inspira mucha seguridad. Veía como algunos chicos pasaban por mi lado correteando y riendo.

Sonreí con nostalgia.

Como me gustaría que mi vida fuera así de simple.

Pero es muy interesante y entretenida.

Vaya, tenía mucho sin saber de ti.

Sí, últimamente no has hecho nada estúpido. Ya no me necesitas — contestó afligida.

Te equivocas, y ahora te necesito más que nunca.

Continué mi caminata hasta la cede con respiraciones profundas y pasos lentos, simulando ser profesional y rogando no tropezar. Llegué a la gran edificación y entré. En la recepción había un joven con un traje que resaltaba sus grandes brazos, me armé de valor y me le acerqué.

— Disculpa — pronuncié y volteó a mirarme, me escaneó con la mirada de pies a cabeza y me sonrió con galantería haciéndome sentir incómoda —. Vengo de parte de News Makers para entrevistar al presidente de esta empresa.

— ¿Tiene cita para hoy?. — Hice un sonido afirmativo con la garganta y él chequeó su ordenador — ¿Es usted la señorita White?.

— Sí.

¡Esas son puras mentiras! ¡Esa noche yo no andaba allí! — cantó la doñita y apreté la mandíbula para no reír.

— El señor Lancaster la espera en su oficina. Piso 12.

— Gracias — musité y él me guiño un ojo. Me di la vuelta hacia el elevador con una falsa sonrisa.

Presioné el botón y las puertas se cerraron. Dejé escapar un suspiro nervioso. Me vi en el espejo que abarcaba gran parte del ascensor. Mis ojos seguían mieles y mi cabello aún era rubio. La música proveniente del intercomunicador era tan irritante que no me dejaba concentrarme, ni siquiera había pensado en lo que le diría una vez lo tuviera en frente.

Siempre puedes improvisar.

Mm, es una buena opción.

Las puertas del elevador se abrieron y una gran sala apareció en mi campo de visión. En un traje de marca y notablemente caro estaba metido el anciano, se encontraba sentado en un sofá beige con un vaso de whiskey en sus manos. Al verme se levantó y caminó hacia mí.

— Señorita Rebecca, es un placer conocerla — saludó entusiasmado y besó mi mejilla. Me contuve para no limpiarme descaradamente con la mano.

— El placer es todo mío. — Dios, como me costó decir eso.

— Resultó ser más bella de lo que imaginé — sonreí por educación —. Venga, siéntese. ¿Le sirvo un gin tonic?.

— Sí, por favor — contesté y me guio hasta el sofá.

Me senté y se dio la vuelta hacia una repisa para comenzar a servir la bebida.

Aproveché para inspeccionar la oficina, era bastante espaciosa, las paredes estaban pintadas de marrón dándole un aire oscuro y elegante, en el centro había un escritorio con un ordenador y carpetas encima, y había una puerta en un extremo; no tenía seguro. Podría escapar por ahí.

Krístals: El fin de la maldición [A.C. II]Where stories live. Discover now