Capítulo 26

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Raquel había decidido quedarse para cuidar de Amelia, así que los demás nos tomamos de las manos y nos hice aparecer en aquel muelle de mala muerte. La mayoría de los presentes comenzaron a temblar al ver como una figura largurucha se acercaba a nosotros.

— Cálmense, solo es el soldado de fuego — dijo Kamila.

— ¿Cómo puedes... de... decirlo tan... t... tranquila? — preguntó una Alicia a punto de llorar.

— Porque es mi amo — respondió el demonio sonriéndole abiertamente a la putita. Quise reír al escuchar su sollozo —. Ya vienen — avisó con mal humor —, esté alerta — dijo y desapareció.

Tengo ese gran presentimiento de que se lo decía a Kamila y no a nosotros. Lo sé por la forma en que mi princesa se mordió el labio inferior.

Empezamos a ver como un par de hombres salidos de la lejanía caminaban hacia nosotros. La neblina comenzó a ponerse cada vez más densa, dándole un aire sombrío y aterrador al ambiente. Kamila se posicionó detrás del grupo y se mantuvo tensa en todo momento.

Cuando ya estaban cerca, logré detallarlos mejor; Lancaster venía acompañado por un muchacho rubio con tatuajes en la cara, no debe tener más de veinticinco años. Escuché a Anastasia y a Alicia suspirar embobadas. ¡Por Dios, ese tipo no tiene nada de especial! Al menos agradezco que la castaña no lo vea de la misma forma, de hecho, parece verlo con... ira.

— Veo que sí vinieron — comentó el anciano con sorna.

— No estamos para juegos, Zed. ¿Qué es lo que quieres? — escupió Tom notablemente enfadado.

— Ay... no te pongas así, Moli. Vengo en son de paz — habló inocente y sonrió —. ¿En dónde está la Suprema? Me encantaría conocerla. La última vez ni siquiera pude escuchar su voz.

Nadie se movía, nadie hablaba; parecía como si la intriga estuviese haciendo presión sobre nuestras gargantas. El miedo podía leerse en los rostros de la manada. Kamila a pasos lentos y calculados se paró frente a todos, dando la cara por nosotros.

— Buenas noches, chiquita. ¿Cómo te llamas?.

Kamila no respondió, solo se dedicó a observar al acompañante con semblante serio.

— Oh, ¿Sientes curiosidad por saber quién es él? — preguntó con falsa amabilidad —. Él es mi hijo, Thomas.

El rubio sonrió de lado con galantería y extendió su mano a mi princesa, pero ella no la estrechó.

— Niña, no seas descortés — dijo el anciano sonriendo con burla. Kamila siguió viendo fijamente a Thomas, quien ensanchó su sonrisa y retiró su mano.

— Él no es tu hijo — habló la castaña con frialdad finalmente.

— Pensé que no me reconocerías.

— ¿Cómo no reconocer a quien robó trono? — preguntó Kamila y nos dejó confundidos.

¿Trono? ¿Qué trono? ¿De qué están hablando?. Compartí una mirada paniqueada con los demás y descubrí que estaban igual o más confundidos y asustados que yo.

— Oh, su majestad. Perdone mis modales — Thomas hizo una reverencia sonriendo con burla.

Kamila le dió una fuerte patada en el estómago, mandando a volar lejos el cuerpo del rubio, contuve la respiración al ver al imponente demonio parado frente a mi princesa. Ella lo había sacado del cuerpo.

Tenía dos cabezas, unos ojos saltones y rojos aterradoramente hipnotizantes y manipuladores, y un cuerpo espantoso. Da más miedo que el soldado de fuego. Trevor se interpuso entre aquel demonio y su amo, pero la otra criatura lo lanzó lejos de un manotazo.

Krístals: El fin de la maldición [A.C. II]Where stories live. Discover now