Treinta y uno

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Harry

Papá se había ido al trabajo y Adam había ido a la escuela y estábamos sólo Emma y yo en la casa. La mañana de otoño estaba nublada, pero todavía cálida. ―¿Quieres ir al parque, Emma? ―Le pregunté. Emma se contoneaba a su cochecito. ¡Ahí tenía mi respuesta! Emma sentada en mi regazo, me convenció con sus suaves botitas en los pies. Pensé que volvería a caminar al parque y que haría una carrera alrededor una vez que llegáramos allí. De esta manera estaría cansado después del almuerzo y tendría una siesta placentera. No fue tan estresante cuidarla, al menos no de la misma manera que antes. Quiero decir, cuando ella comenzaba a llorar por algo y yo no podía entender lo que era, requería todas las profundidades del océano de paciencia que no sabía que poseía. Pero además de eso, había algo que no esperaba. Soledad. Algunos de mis amigos vinieron a verme, pero una vez que la novedad hubo desaparecido y su curiosidad fue satisfecha, dejaron de llamar. La mayoría de los días  éramos sólo Emma y yo hasta que papá y Adam volvían a casa. Los paseos por el centro comercial o al parque sirvieron para mantenernos fuera de la casa, de lo contrario me hubiera vuelto completamente loco. Pero aún así, la vida era algo que estaba pasándole a otras personas. La mía había sido puesta en espera. Pero yo tenía Emma. Cochecito en una mano y la mano de Emma firme en la otra, salimos de la casa. ―El parque esta cerca ―le dije a Emma. Ella me miró y sonrió. Pero estábamos a menos de la mitad del camino cuando el cielo se rompió y comenzó a llover. Los dos estábamos empapados en menos de un minuto. En mi cabeza estaba maldiciendo hasta por los codos. Quiero decir, ¡incluso mi ropa interior estaba empapada! A Emma, sin embargo, le encantó. Caminó a través de un charco y se rió como un desagüe. Obviamente, se sintió tan bien que ella retiró su mano de la mía y se estrelló a través del charco una y otra vez, riendo como una loca. ¿Quién hubiera pensado que un charco puede ser tan entretenido? ―Eres en parte un bebé acuático, ¿no? ―Sonreí. No me había dado cuenta antes, aunque Emma me hacía disfrutar de sus baños de la tarde, pensé que era una cosa de bebés. ¿Tal vez debería tomar su baño en la piscina local? A ella le encantaría eso.  ―Vamos, Emma. Es hora de ir a casa ―le dije, levantándola y colocándola en el coche. Una vez que la aseguré, me dirigí a casa lo más rápido posible. Cuando estuvimos en el interior, me sequé y cambié la ropa de Emma. Lo último que cualquiera de nosotros necesitaba era coger un resfriado. Me cambié mi camiseta y me quité los calcetines húmedos, luego nos dirigimos al piso de abajo. Después de un beso en la parte superior de la cabeza y asegurarme de que ella estaba a salvo en la sala de estar, me dirigí a la cocina para empezar a lavar la ropa. Me estaba convirtiendo en un dios doméstico y para ser honesto, lo odiaba un poco. Pero al menos no era todo el tiempo ―¡sólo noventa y cinco por ciento de las veces! Estaba metiendo a algunas de las ropas sucias de Emma en la lavadora cuando sonó el timbre. Enderezándome, fruncí el ceño. No esperaba a nadie. Tal vez fuera el cartero. Nah, demasiado pronto para el correo. Cualquier persona que no fuera un asesino del hacha y yo estaría feliz de detenerme y charlar. Me dirigí a la puerta principal. ―Hola, Harry. Estudié a la mujer en la puerta de mi casa. Me resultaba vagamente familiar. Era unos pocos centímetros más baja que yo, su pelo negro estaba recogido en una coleta y llevaba un traje de falda gris con una blusa de color rosa. Su cara estaba hecha por expertos y llevaba una bolsa descomunal por encima del hombro. Me tomó unos segundos reconocerla. ―Er. . . Verónica, ¿no? ―le dije. Fueron sus ojos los que me ayudaron  a identificarla. Tenía los mismos ojos rasgados de Collette, su hermana. ―Así es ―sonrió―. ¿Puedo entrar? ¿Qué diablos estaba haciendo Verónica aquí?  ―¿Le sucedió algo a Collette? ¿Ha tenido un accidente o algo así? ―pregunté, preocupado. ―No, no. Nada de eso ―Verónica se apresuró a tranquilizarme―. ¿Puedo entrar?

Aún más desconcertado, me hice a un lado. ―La primera puerta a la izquierda ―le indique  sala de estar. Ella entró en la habitación, deteniéndose momentáneamente cuando vio a Emma jugar con los animales de juguete. Y había un olor claramente apestoso flotando sobre de ella. El pañal necesitaba cambiarse. ―¿Cómo está? ―Verónica  preguntó―. Emma, ¿no? ―Sí, así es. Y ella está bien ―contesté. ¿Tengo que cambiarle el pañal a Emma ahora o esperar hasta que Verónica se vaya? Decidí esperar a que Verónica se fuera. No quería parecer descortés por desaparecer con Emma en el momento en que ella se sentara. La hermana de Collette se sentó en el sofá. Poco a poco me senté en el sillón de enfrente. Emma jugó en la alfombra entre nosotros. Esperé a que Verónica para llegara al punto. ―Entonces, ¿cómo estás? ―Preguntó. Mi ceño se profundizó. ―Bien, gracias. No estoy divirtiéndome, pero estoy seguro de que no has venido hasta aquí sólo para preguntar por mi salud. ―Bueno, yo si… indirectamente. ―Tuve un mal presentimiento sobre esto. . . ―No sé si Collette te dijo, pero soy una trabajadora social. Cada célula de mi cuerpo estaba en alerta roja. ―Sí, ella me lo dijo ―le dije con cuidado, pensando en que todo esto era importante. ―Collette también me dijo que tu ex-novia apareció con un niña y. . . ―una rápida mirada a Emma―. ¿Ahora te encuentras con que tienes que hacer frente a ese niña tú solo? ―Yo no soy el único. Mi papá y mi hermano están aquí para ayudar ―le dije. ¿Qué fue todo esto? ―¿Por qué estás aquí? ―No te preocupes, esta es una visita no oficial. Acabo de llegar para ver cómo lo manejas ―dijo Verónica―. Collette, dijo que eras profundamente infeliz. ―Lo superé ―Estoy superando más de lo que hubiera sido capaz, pero ella no necesitaba saber eso. ―¿Pero no puede ser fácil? ―sugirió. Me encogí de hombros, sin decir nada. ―Como ya he dicho, no estoy aquí en calidad de oficial, pero tengo un deber de cuidado para asegurarme de que Emma se encuentre en un  lugar estable, seguro y feliz. Mi sangre corrió helada en las venas. ―¿Qué estás insinuando? ―Le pregunté lentamente―. ¿Qué dijo Collette?

Emma [H.S]Where stories live. Discover now