Cuarenta Y Ocho

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Harry

Era la mañana anterior a que papá

regresara a casa, y gracias a Dios que él no estaba solo. Adam lo acompañaba. Estaba sorprendido de ver a mi hermano regresar a casa tan rápido, para ser honestos. Pensé que lo dejarían en el hospital al menos por otra noche. Pero supongo que ellos necesitaban las camas. Estudié a Adam pero él no se veía realmente diferente. No como papá. Papá se veía más que cansado, como si hubiera envejecido por lo menos cinco años. Una de las citas favoritas de papá se estrelló en mi cabeza: Otros cinco años perdidos de mi vida... Solo que esta vez, ni siquiera se acercaba a ser gracioso. Recordé cuando Emma casi se cae por las escaleras, cuando se golpeó los dedos con la tapa del inodoro, cuando se cayó del tobogán en el parque para niños.  Cinco años perdidos de mi vida... Me preguntaba con una irónica sonrisa, ¿podría la gente ser inmortal si no tuvieran hijos? ―Hola, Adam ―dije. ―Hola, Harry ―replicó Adam débilmente. ―Adam, ¿estás bien, amor? ―preguntó tía Jackie, saliendo de la sala de estar cargando a Emma. ―Estoy bien ―Adam no estaba como para contestar ninguna pregunta más. Se dirigió directamente a subir las escaleras hasta su cuarto. ―¿Qué sucedió en el hospital? ―le pregunté a papá. ―Le lavaron su estómago y le dieron alguna clase de brebaje de carbón vegetal para evitar que siguiera absorbiendo más hacia su sistema sanguíneo ―replicó papá―. Afortunadamente se tomó las tabletas temprano esta mañana. Si se las hubiera tomado tarde en la noche y luego se ahogara...

Papá no necesitaba decir nada más. Miró hacia la parte superior de las escaleras, detrás de Adam, como no supiera qué hacer ahora. ―Iré a hablar con él, papá ―comencé a subir las escaleras. ―No, yo debería... ―comenzó papá. ―Por favor, papá. Déjame ―dije. Papá suspiró. ―Está bien. Dios sabe que he tratado pero yo simplemente no veo como llegar a él. Subí las escaleras. Toqué una vez, y entré al dormitorio de Adam. Estaba sentado otra vez en su silla mirando el jardín trasero. ―Hola, Adam. ―No recuerdo haberte invitado a pasar ―Adam ni siquiera se dio la vuelta para mirarme. Me senté sobre la cama. ―¿Cómo te sientes? ―Me arde la garganta ―dijo Adam―. Y realmente no estoy de humor para otro sermón. ―No voy a darte ninguno ―negué. ―Bien, porque quiero que me dejen solo.

No. Nunca más. ―Leí la carta de Josh ―dije. Adam se puso rígido por un momento. ―No tenías derecho. ―Tampoco tú ―ambos sabíamos que no estaba hablando sobre leer la carta―. Dime algo, ¿tuvo la carta algo que ver con... con lo que hiciste? Adam finalmente se dio la vuelta para enfrentarme. ―Harry, no puedo vivir así ―dijo―. Mírame. Mira mi rostro. ―Eres más que sólo tu maldita cara. ¡Hay más en ti que eso! ―le grité―. ¿Es por eso que lo hiciste? ¿Por cómo luces? ―No. ―Entonces, ¿por qué? ―Porque Josh tenía razón, Harry. ¿Cuál es el punto? Cuando llegas al final, ¿cuál es el punto? Bajé la vista hasta mi regazo intentando encontrar las palabras adecuadas.

―El punto es, que tienes familia y amigos que te aman. Tienes un mundo allá fuera sólo para ti y que lo conquistes. Tienes una vida que será todo lo que hagas con ella. Ése es el punto. ―Pero el mundo está lleno de gente como Josh que odia a todos ―incluyéndose a sí mismos― porque es demasiado esfuerzo o están demasiado asustados para hacer algo más ―señaló Adam. ―¿Y cómo es que los cobardes que viven así son tu problema? ―pregunté. ―Harry, ¿no lo entiendes? Mira mi cara. Mírala bien. Esto es por lo que ellos son mi problema. Y le di un vistazo. Apreté mis puños y di una buena mirada. Mis labios permanecieron juntos y di una buena mirada. Estreché mis ojos y aún así miré. Enojado, como un ave atrapada, que revoloteaba en mí pecho. Enojado con Josh, Logan y Paul, enojado con el mundo entero. Enojado conmigo mismo. ―Eso es el porqué no puedes dejarles ganar, Adam ―dije finalmente―. Ese es el porqué tienes que seguir levantándote cuando ellos te hacen caer. No debes sólo dejarlos. ―Harry, estoy cansado. ―También yo. ¿Tú crees que esto es en donde me veía a los dieciocho? ¿Tú crees que esto es lo que yo quería? Pero no me doy por vencido. ―Porque tu tienes a alguien por quien pelear. Tú tienes a Emma. ―Al igual que tú ―le contesté. ―No es lo mismo. Y tengo miedo, Harry. ―Todos tienen miedo, Adam. Si estos últimos meses me han enseñado algo, me ha enseñado eso. ―Pero tú no ―dijo Adam―. Eres como papá. Tú sigues con tu vida, sin importar lo que se atraviese. Me reí con dureza. ―¿Me estás tomando el pelo? ―¿A qué le tienes miedo? –me preguntó Adam sorprendido. ―Demonios, estaremos aquí hasta el próximo siglo si te digo la lista completa ―le conté―. Tengo miedo de ser padre. Tengo miedo de ser un mal padre. Tengo miedo de no ser capaz de mantener a mi hija adecuadamente. Tengo miedo de nunca encontrar una chica que quiera una relación conmigo porque tengo una hija por quien velar. Tengo miedo de que si pongo mis sueños en pausa quizás nunca pueda tenerlos otra vez. Pero por sobre todo, tengo miedo de lo que pueda pasar si Melanie regresa y quiere a Emma de regreso. He soñado con Melanie regresando y llevándose a mi hija lejos y despierto cubierto por un sudor frío. Adam se levantó y caminó hasta sentarse a mi lado. ―No la dejes. Llévala a la corte si es necesario ―él frunció el ceño. Suspiré. ―Melanie es la mamá de Emma. ―Sip, pero Melanie la abandonó y tu has sido un papá genial. ―¿Lo he sido? Estuve así de cerca ―puse mi dedo gordo y el índice juntos y los levanté para que Adam los viera―, así de cerca de perder la cabeza y pegarle a Emma hoy temprano. Adam me miró, choqueado. ―¿Pero no lo hiciste? ―No lo hice. Me alejé. Pero es algo más a lo que tener miedo. Tengo miedo de convertirme en la clase de persona que sucumbe y le pega a su propio hijo ―admití. Nos sentamos en silencio por un momento. ―¿Sabes a qué más le tengo miedo? ―le pregunté. ―¿A qué? ―A perderte. Adam apartó la vista y la bajó a sus manos que estaban retorciéndose sobre su regazo. ―Por favor no vuelvas a hacerlo nunca más ―dije suavemente―. ¿Qué demonios te pasó? ―Celos. ―¿Ah? ―Emma viene a mi habitación, me besa en la mejilla y me abraza y luego ambos se van... y yo estaba solo otra vez. Y nunca antes te había envidiado, Harry, pero cuando te fuiste con Emma, estaba celoso. Pausa. ―Adam, yo he estado celoso de ti toda mi vida ―admití. ―¿En serio? ―dijo Adam, sorprendido―. ¿Por qué? ―Tú siempre has sido del tipo de persona que ve el vaso medio lleno. Mi vaso siempre está medio vacío. Y tú siempre has sido capaz de ver lo mejor de las personas. Odio ver que lo hayas perdido. ―Tal vez ya lo había perdido ―susurró Adam. ―No lo creo. No lo creo ni por un segundo ―sacudí mi cabeza, junto con una risa dura―. De acuerdo con tía Jackie, tu problema es que te has convertido muy rápido en hombre. Tú crees que no puedes pedir ayuda y que tú tienes que pasar por todo esto solo. ―Así es como me siento ―admitió Adam. ―Oh, Adam, tú no estás solo. ¿No lo sabes? ―dije, mis ojos picaban―. Pero eso es lo que querías hacernos a mí y a Emma y a papá. Nosotros ya hemos perdido a mamá. No pasa ni un día sin que piense en ella. Pero obviamente tú no le das a mamá ni un pensamiento. ―¿Sobre qué diablos estás hablando? ―dijo Adam enojado―. Pienso en ella cada día. La extraño cada segundo. Tú y papá piensan que era muy joven para recordar cuando ella murió, pero perderla fue como tener un agujero en el corazón. ―Entonces, ¿cómo te atreves? ―¿Ah? ―¿Recuerdas lo que fue perder a mamá y luego tú quieres infligir más de lo mismo a papá y a mí? ¿Quieres dejarnos y que sigamos sin ti? Adam se me quedó mirando en la medida que mis palabras le llegaban. ―Lo siento ―dijo suavemente, mirando sus manos otra vez. ―Adam, mírame ―esperé hasta que levantó su cabeza y me miró a los ojos―. Adam, eres mi hermano y te amo. Muchísimo. No quiero perderte. No podría soportarlo. La boca de Adam cayó abierta. Me estaba mirando como nunca antes lo había hecho. ―¿Tanto significa para ti? ―preguntó Adam maravillado―. Quiero decir, ¿tanto así? ―Por supuesto que sí, ¡tú, grandísimo idiota! ―Mejor que bajes la voz antes de que papá venga aquí pensando que algo anda mal ―dijo Adam, con el leve indicio de una sonrisa en sus labios―. ¡Boca de escusado!  ―No es divertido, Adam ―dije. ―Lo sé. Lo siento, Harry. No lo volveré a hacer.

―Prométemelo. ―Lo prometo. No vas a perderme ―sonrió Adam. Su mano se movió hacia mi cara. Pasó sus manos por mis mejillas. Cuando las alejó, sus dedos estaban húmedos. Solo entonces me di cuenta porqué. ―¿No sabes que los chicos no lloran? ―Adam sonrió. ―Debería decirte algo que solo recientemente descubrí ―repliqué sin intentar esconder las lágrimas que rodaban por mi rostro y ni siquiera un poco avergonzado de ellas―. Los chicos no lloran, pero los verdaderos hombres sí. Mi hermano y yo nos abrazamos. Fue espontáneo y simultáneo y se sintió muy bien. ―Creo que será mejor que vaya a ayudar con la cena ―suspiré―. ¿Estarás bien? Adam asintió. ―¿Te reunirás con nosotros abajo? ―Yo... tal vez mañana. ―Definitivamente mañana, ¿está bien? ―Está bien ―estuvo de acuerdo mi hermano. ―Te traeré arriba una bandeja con algo de comida ―dije. ―Gracias ―dijo Adam. Fui hacia la puerta pero me resistía a salir. ―Adam, yo... ―Harry, no voy a hacerlo de nuevo. Lo prometo ―dijo Adam―. Tendrás que confiar en mí. ―Lo hago. Al mirar hacia abajo, noté que el espejo del baño aún estaba apoyado contra la pared de Adam. ―Sólo me llevaré esto. ―No, déjalo ―dijo Adam. Después de un momento, dejé la habitación, cerrando suavemente la puerta detrás de mí.

Emma [H.S]Where stories live. Discover now