Cuatro

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Adam

-Papá, en realidad no necesito estar aquí. -La desesperación en mi voz era muy evidente, pero no pude evitarlo. -Adam, lo necesitas para superar esta fobia que tienes a los médicos. -Papá frunció el ceño-. Bueno, veremos a la doctora Planter y luego nos iremos. ¿De acuerdo? No, no estaba de acuerdo. Si me levantaba y corría, ¿cuánto tiempo tendría antes de que papá me alcanzara? Pensé seriamente en la respuesta, pero finalmente decidí no hacerlo. Yo tenía velocidad pero papá tenía resistencia. Él sólo me esperaría y me arrastraría de vuelta aquí. Y encima de eso, estaría cabreado conmigo. Aguanta ahí dentro, Adam. En menos de diez minutos, todo habrá terminado. El doctor me dirá que tome unos calmantes y nos arrojará afuera y eso será todo. Y entonces papá me dejará tranquilo. Miré alrededor de la sala de espera del médico, que contenía seis filas de cinco sillas, y carteles de salud, que cubrían, tanto como era posible, las desastrosas paredes pintadas de verde lima. La sala de espera estaba medio llena, en su mayoría con madres y sus hijos o viejos debiluchos de más de cuarenta. Y la mitad de la gente en la sala tosía. Quiero decir, ¿qué pasa con eso? Es agosto, por el amor de Dios. ¿Quién se resfría en agosto? Sólo Dios sabía que gérmenes estaba respirando. ¿Qué estábamos siquiera haciendo aquí? Me dolía la cabeza, así de simple. ¿Desde cuándo alguien necesita ver a un médico por un dolor de cabeza? Había intentado decírselo a papá los diez minutos que tomó el viaje en auto para llegar hasta aquí, pero él no quiso escuchar. Una vez que se le mete algo en sus calzoncillos, acerca de lo que sea, eso es todo. Caso cerrado. Fin de la historia. Dante es justo igual. -Adam Bridgeman a la sala cinco, por favor. Adam Bridgeman a la sala cinco, por favor.

El anuncio llegó a través del altoparlante y el sistema de mensajería electrónico desplazable en la pared de la parte delantera de la sala de espera, decía lo mismo. Papá ya estaba de pie. -Tú puedes esperar aquí si gustas, papá. Voy a ir yo solo. Papá levantó una ceja. -Está bien, hijo. Voy a entrar contigo. Suspiré y me puse de pie. Eso era exactamente lo que yo temía. Este día estaba resultando realmente una mierda -y aún ni siquiera era mediodía.

Emma [H.S]Where stories live. Discover now