Veintiséis

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Harry

Esa noche, Emma simplemente no se quedaba tranquila. Supongo que sus dientes la estaban molestando, lo que significaba que sus dientes nos iban a molestar a todos. Le froté un poco de ungüento para dientes de leche en las encías y en la dura cáscara de sus dos emergentes dientes de abajo, pero no parecía hacer mucha diferencia. La mecí, la paseé de arriba abajo, la levante alto, incluso intenté tocar mis canciones favoritas en un volumen bajo para tratar de conseguir que se durmiera ―pero nada, y me refiero a que nada funcionó. Además, el teléfono no paraba de sonar. No había respondido a ninguno de los mensajes o textos en mi móvil así que mis amigos habían recurrido al uso de nuestro teléfono fijo. Para el momento en que mi padre había tomado el quinto mensaje, se estaba empezando a enojar mucho.      ―Harry, yo no soy tu secretario de eventos sociales ―me dijo―. La próxima vez, contesta tú. Luego, para colmo, sonó el timbre. Como yo ya estaba de pie meciendo a Emma, me dirigí a la puerta antes de que papá o Adam tuvieran la oportunidad de ponerse de pie. Era la tía Jackie. ¡Maldita sea!. En el momento en que abrí la puerta y la vi, mi corazón hizo tanto ruido como una bomba. Emma echó un vistazo a mi tía y lloro más fuerte. Era muy perspicaz. En cuanto a mi tía siempre me hacía sentir. . . nostalgia, supongo. Ella y mi madre habían sido gemelas, aunque no idénticas, pero lo bastante parecidas para que cada vez que la veía, viera a mi madre. Sin embargo, su aspecto había sido el comienzo y el final de sus similitudes. Mamá había sido la miel, mientras que mi tía era el vinagre. Mamá siempre tenía una sonrisa preparada. Se necesitaba una ley del Parlamento para que los labios de mi tía, se hicieran hacia arriba. Y a partir de la expresión de su rostro, estaba a punto de conseguirlo ―los dos cañones. Tía Jackie dio a Emma una mirada significativa. ―Veo que las noticias son correctas. Has sido un chico ocupado. ―Ella se lanzó directamente con este gancho verbal a la barbilla. Luego se tocó la mejilla. De mala gana le di un beso, siguiendo nuestra costumbre. Me alejé de ella bastante rápido en el momento en que le planté el beso. Emma se retorcía en mis brazos. Aterrorizado de que se me fuera a caer, traté de ponerla en el suelo, pero ella gritó más fuerte. Con un suspiro, me la puse de nuevo en mi hombro. Tía Jackie dio a Emma una larga y dura mirada antes de volver su atención hacia mí. Aquí viene, pensé, preparándome. ―¿Puedes decir la palabra “anticonceptivo" o es que son demasiadas sílabas para que las puedas entender? Gancho de derecha a la sien. ―Hola, tía Jackie ―dije débilmente. Dudo que siquiera me escuchara por el sonido del llanto de Emma, que era probablemente igual de bueno. El tono de mi voz se quedó demasiado bajo. ―En serio pensaba que eras más astuto ―dijo mi tía. Gancho izquierdo al estómago. ―Pero al igual que el noventa y nueve por ciento de los hombres, no tienes suficiente sangre en tu cuerpo para que tu cerebro y tu willy funcionen de forma simultánea. Mi sangre se volvió lava, y no sólo en mi cara, pero todo mi cuerpo estaba ardiendo de vergüenza. Golpe de gracia ―y fuera de combate. ―Hhmm, dámela ―tía Jackie levantó sus brazos. Yo no estaba interesado en  entregar a Emma a la misericordia de tía Jackie, pero mi tía no era una mujer que aceptara un no por respuesta. Tía Jackie tocó suavemente el cabello de Emma y le acarició la mejilla, antes de poner a mi hija contra su hombro y balancearla suavemente. Pero Emma continuó llorando. ―¿Qué le pasa? ―preguntó mi tía. ―Le están saliendo los dientes.  ―¡Ah! ¿Los dientes te están dando trabajo, amor? ―le dijo a Emma―. Bueno, yo tengo más. . . de. . . veinte y los dientes todavía me dan trabajo. Si no fueran tan útiles, me los sacaría todos. Yo no sabía si reír o quitarle a mi hija. ¡¡Mi hija!!. . . ―Harry, te ves cansado. ―Lo estoy ―admití. ―Acostúmbrate a estarlo. Estúpido de mí. Por un breve instante pensé que en realidad iba a tener simpatía de su parte. Tía Jackie puso su mano libre debajo de mi barbilla y me dio un apretón. ―Cariño, no te rindas. Sí, no tuviste cuidado, pero también tuviste mala suerte.

Esperé el siguiente golpe. Como ninguno apareció, traté de sonreír, pero mi cara se tambaleó. ―Sigue resistiendo, ¿está bien? ―dijo mi tía―. Todo esto debe de ser abrumador pero por ahora solo tienes que sobrevivir día a día. ―Estoy tratando tía Jackie, pero es duro. ―Pude hablar solo en un susurro. Un poco más fuerte y las palabras me hubieran ahogado. ―¿Y Emma tiene la atención de todos? ―pregunto la tía Jackie con una sonrisa. Sus palabras me sorprendieron. ―Algo por el estilo ―admití. ―Cariño, resiste. ―Ya estoy resistiendo hasta con las puntas de mis pies ―le dije. ―Resiste con la punta de tus dedos si tienes que hacerlo ―dijo la tía Jackie. ―¿Qué tal si lo arruino? ―No crees que a todos los que son padres les preocupa lo mismo. ―¿En serio? ¿Incluso cuando están viejos, y en sus treinta? La tía Jackie sonrió. ―Si incluso cuando están viejos. ―Pero, tia Jackie, ¿qué tal si fracaso? Emma es una persona real, viva. Arruino esto y alguien más sufre. ―¿Quieres un consejo? ―Yo asentí con cautela―. Haz lo mejor que puedas, cariño. Es lo único que puedes hacer. Si te puedes ver en el espejo y saber que hiciste lo mejor que pudiste, entonces te adelantas al juego. ―¿Tía Jackie como es que tu nunca tuviste hijos? ―Pregunte. Mi tía me miró como preguntándose, tratando de decidir qué decir. Entonces dijo en un suspiro. ―Estaba desesperada por convertirme en madre, de hecho. Quedé embarazada cuatro veces, pero cada vez tuve un aborto. ―Oh, no lo sabía ―dije, no sabiendo que decir después―. Decidiste no intentarlo después de eso. ―Después de mi cuarto aborto, me dijeron que no podía tener hijos. Fue cuando mi ex huyo. ―¿Por eso fue que tú y el tío Peter se divorciaron? ―dije, sorprendido. Mi tía Jackie asintió. ―Qué desgraciado. Tía Jackie sonrió tristemente, sacudiendo su cabeza. ―No lo era. Solo estaba tan desesperado por ser padre como yo por convertirme en madre. Pero el podía huir de la situación, y yo no. Así es como son las cosas, Harry. Algunos pueden huir, otros no pueden. Tía Jackie y yo nos quedamos viendo, y por ese momento, nos entendimos  mutuamente. ―Jackie, deberías avisarme cuando vayas a venir. ―Papá salió de la sala.

Emma [H.S]Where stories live. Discover now