Capítulo Veintitrés - Helado.

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Creo que escuché a Noah decir "perdón" y "lo siento" unas cincuenta veces seguidas. Y esas cincuenta veces seguidas yo respondí lo mismo: "Noah, no te preocupes, no es tu culpa."

Después de todas esas sensaciones, me pareció mejor descansar. Me quedé en su casa durmiendo, él tuvo que irse a una reunión con los chicos y los productores que, al parecer, era urgente. Me pregunté por qué, pero me di cuenta de que meterme en esos asuntos solo me daba más nervios, así que lo dejé ir. Si había algo que yo tenía  que saber, eventualmente llegaría a mí  esa información. 

A la mañana siguiente, cuando me desperté, él estaba durmiendo detrás de mí, con sus brazos alrededor de mi cintura. No me había dado cuenta cuando llegó y despertarme de esta manera me hacía inmensamente feliz. Cuando miré el reloj, ya era hora de ir al instituto así que tratando de moverlo lo menos posible me levanté y me di una ducha.

Cuando salí Noah ya estaba desayunando. Esperé que me contara algo sobre la reunión urgente que había tenido, pero parece que todo seguía igual. Me pidió perdón otra vez y yo le dije otra vez que no era su culpa. Lo que pasó anoche no nos modificó nada más que en eso.

La semana se pasó muy rápido, nos tuvimos que ver siempre a escondidas pero verdaderamente ya no me importaba. Necesitaba estar con él, la forma en la que me sentía cuando estábamos juntos es indescriptible. Me hace sentir tan pura, tan querida. Cada día después del instituto él me pasaba a buscar y pasábamos la tarde juntos, a veces cenábamos también y a veces no porque cada uno tenía que hacer sus cosas. La mayoría de los días Noah se quedaba a dormir en mi habitación.

No llegamos más lejos de lo que habíamos llegado esa noche. Si bien siempre dormíamos juntos, noté que había algo en él en su forma de tratarme, tan suave, tan cuidada, tan protectora. Eso me hacía sentir bien porque saber que él esperaría si eso es lo que quiero me hace sentir querida de verdad.

Un día luego de salir del instituto, Noah me pasó a buscar y me dijo:

- ¿Qué te parece si vamos a tomar un helado?

-  Amor, - le dije, sonriendo por la ingenuidad de la idea, - no nos pueden ver juntos, ¿te acordás?

- ¡Pero es un lugar en el que casi no hay gente! - me dijo - Te lo prometo, va a estar todo bien. Quiero ir a algún lado con vos, a algún lado lindo, divertido. Es que estoy cansado de siempre tener que estar encerrados, sin poder vernos uno al otro a la luz del sol.

- ¿Estás seguro? - le dije, un poco nerviosa -  No quiero que esto te cause problemas.

- Sí, estoy seguro. Y aunque me cause problemas, quiero dejar de estar encerrado.

Asentí, sonreí y lo besé en los labios.

Subimos a su auto pocos minutos después. Él manejó hasta una heladería que estaba en un lugar que parecía tener a todos sus habitantes dormidos. Bajamos, compramos nuestros helados, y nos sentamos en una de las mesas que había afuera. No había un alma en la calle, él tenía razón, era un buen lugar.

Estábamos pasando un momento hermoso, riéndonos como siempre, hablando de lo que nos pasó en el día  o de cualquier cosa incoherente que se nos cruzara por la cabeza cuando de repente vimos una camioneta negra acercarse. Noté que Noah se ponía tenso, me agarraba la mano y se paraba súbitamente. 

Miré hacia adelante: diez hombres con cámaras profesionales se bajaron de ella. 

Apareciste como un sueño.Where stories live. Discover now