Capítulo 36: mariposa espinada...

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Náyade ha salido de la habitación. El traje de seda roja se levanta por encima de sus tobillos desnudos y su cabello húmedo ennegrece su espalda.
Angello: - vamos…nos está esperando.
Los dos salen de la casa apurados. Aparcado justo en la puerta principal el lamborginni de lujo negro con placas rusas está encendido. Angello saca las llaves de su bolsillo y abre las puertas automáticas.

Ya en la carretera, náyade comienza a sentirse enferma. Ha olvidado tomar su medicina y comienza a debilitarse y a sentir como sus papilas gustativas detectan la sangre en su tráquea. Acalorada abre la ventana del auto; el viento comienza a jugar con su cabello. Angello la observa por el espejo retrovisor. Los hombros desnudos y su cualidad de Grigori le revelan la falena de cristal a escasos centímetros del meridiano del pecho. Concentrado en la marca no se da cuenta del malestar de la joven quien cierra los ojos intentando enfocar el parabrisas.
Angello baraja su mirada mientras conduce. Los destellos de la mariposa volvieron a sus ojos azules adictos de la piel satinada de su amada rosa negra. De repente una gota roja cae sobre la falena, luego otra que se deslizó hasta perderse en el escote del corpiño; al levantar la vista un poco encontró la fuente del fluido: la boca casi cerrada de Náyade inconciente sobre el asiento del pasajero. Pisó el acelerador y en unos segundos llegó a la mansión de los cerezos. La sacó del auto y la llevó al enorme invernadero al otro lado de la infame arboleda rosácea.    

El lugar era sombrío. Todo el armazón de vidrio había sido cubierto por lonas negras, los candelabros sobre las macetas vacías eran las únicas fuentes de luz. Angello entró a un cuarto al fondo de la estructura. Un hombre maceraba hierbas. Al ver la joven en brazos de Angello dejó caer el mortero y corrió en dirección a ellos.

Angello: - trae esa silla.
El hombre obedece; Angello acomoda a la adormecida joven que parece recobrar la lucidez.
Náyade: - ¿donde estoy?; pregunta mientras intenta reincorporarse.
Angello: - ¿que te sucedió?
Náyade: - olvidé tomar mi medicina.
Angello: - ¡como pudiste olvidarlo!; sabes que puedes morir por un simple descuido.

- no la regañes, Isabel solía olvidarlo todo el tiempo; pero tengo el sustituto perfecto; dice el hombre de rostro cansado y barbado mientras abre una vitrina empotrada en la parte media de la pared.
Angello: - ¿que vas a hacer?
- no me distraigas sé lo que hago. Dice el hombre mientras unas tenues luces níveas se encienden en el interior de la vitrina rectangular.
Náyade observa en el interior de la urna de cristal. Puede ver un tronco seco, un dispensador de agua y justo en medio del suelo de la vitrina una roca roja similar a un rubí.
Náyade: - ¿quién es él?
Antes de que Angello pueda contestarle el hombre se acerca a la mesa junto a ella y enciende un mechero; a la luz del tenue fuego, revela su cabello cobrizo y corto; los ojos verdes tras los anteojos se posan en náyade mientras dice.
- soy Adagio, el segundo Grigori; pero en esta vida me llaman Joel. Es un placer conocerla princesa.
Ella recuerda lo que le dijo Franco sobre este hombre e intenta alejarse de él.
Joel: - no te preocupes, no me atrevería a hacerte daño.
Náyade: - usted intentó asesinar a Luchía.
Joel: - te refieres a la joven en el bosque de sakuras, mi intención jamás fue herirle. La pobre estaba en el lugar menos preciso en el momento equivocado.
Náyade: - ¿entonces a quién pretendía asesinar?
Joel: - al peor de mis pecados.

El hombre regresa a la vitrina, en donde ahora revolotean grandes mariposas rojas. Algunas cubren por completo la roca roja al posarse sobre ella. Con cuidado Joel toma por las alas a uno de los ejemplares.
Náyade observa como el hombre la introduce a una esfera de vidrio y la sella con una válvula de silicona, de la cual de desprende una larga sonda que termina en una máscara de oxígeno.
Angello: - ¿esas son las mariposas espinadas de las que me hablabas?
Joel: - en efecto: no pensaba usarlas pero está es la oportunidad idónea para probarlas.
Angello: - ¿nunca las has probado?
Joel: - no te preocupes sé muy bien lo que hago.
Dice mientras coloca sobre el fuego del mechero el contenedor esférico con la mariposa adentro.

Náyade observa a la mariposa revoloteando desde el interior de la burbuja. Sus alas son circulares como pétalos de rosas y en los bordes dentados de estas, un recubrimiento de espinas. La mariposa intenta escapar azotando sus grandes alas contra el cristal. En cuestión de segundos la mariposa comienza a consumirse por el calor. Sus alas arrugándose y doblándose se convierten en un espeso humo rojo que flota en el interior del balón.

Joel toma la máscara de oxígeno y la acerca al rostro de náyade.
Náyade: - ¿que hace? Dice mientras el hombre coloca la mascara en su rostro.
Joel: - intento curarte. Ahora relájate y aspira profundo
Ella obedece perpleja. El humo rojo comienza ascender por la sonda hasta llenar la careta.
Joel: - no tengas miedo…dice mientras le acaricia el cabello.
Náyade se relaja y deja que el vapor entre a sus pulmones; el olor es realmente agradable como el de las rosas. La mejoría es notable.
Joel: - ahora dime... ¿que deseabas preguntarme? Angello me llamó y me pidió que respondiera tus preguntas.
Náyade: - dígame todo lo que sabe sobre las princesas y los Grigori. Dice con la voz ahogada por la careta.
Joel: - la primera princesa fue una dama de alto perfil en la sociedad solo después de que se comprometiera con el conde Alexandro; quien fuese también el primer Grigori. Desde su existencia divina Alexandro fue bueno para los negocios. Así que al convertirse en humano hizo los movimientos financieros necesarios para propiciar la fiebre por los tulipanes y se aseguró de dotar a los Santierre con el mejor de los bulbos y el más caro por supuesto. Después lo compró logrando así escurrirse en el corazón de Sophy y Max, los patriarcas Santierre. Según sé la princesa conoció, tan pronto se mudó con sus padres a este lugar, a Gabriel y se enamoró perdidamente de él. El sentimiento fue correspondido y la joven rompió su compromiso con Alejandro para días después convertirse en la prometida de Gabriel. Pero poco tiempo después la joven desapareció sin dejar rastro. Supongo que ambos sabemos que sucedió con ella.
Náyade: - Se convirtió en cristal…
Joel: - Así muere Arhuen: la primera princesa.
Náyade: - recuerdo haber soñado con ella;
Joel: - es probable; según nuestras investigaciones las princesas guardan en su inconciencia el recuerdo y la noción de sus antecesoras.
Náyade: - continúe.
Joel:
- la segunda princesa llevaba por nombre Isabel. Fue la segunda y última hija de los Santierre; quienes después de la desaparición de Arhuen, intentaron concebir un heredero, hasta que varios años después lo consiguieron. Isabel nació con la gracia de los grandes maestros del óleo por esto sus padres la enviaron a estudiar artes en un conservatorio Francés. Tiempo después de su regreso  a batavia ; mi amada Isabel se reencontró con su destino y se enamoró de Gabriel; me gusta pensar que ella le fue indiferente al joven del  cello y como debía ser lo olvidó, justo a tiempo para conocerme y casarse conmigo: Adagio Jhöhen. De nuestra unión resultó la tercera princesa; mi pequeña de ojos púrpura: Magenta.
Náyade: - ambas también en mi sueño.
Joel: - ¿hablas del sueño de las siete puertas?
Náyade: - sí; detrás de cada una de ellas vi…
Joel: - la poiesis de sus muertes…Mila solía relatarme este sueño con frecuencia.

Náyade deja caer la máscara de oxígeno al suelo. El humo rojo se disipa por todo el lugar.

Náyade: - ¡es a ella a quien deseas asesinar!
Joel: - oírlo de tus labios me hace arrepentirme de solo pensarlo.
Náyade: - pero… ¿Por qué?      
Joel: - déjame continuar; ya pronto, lo descubrirás…
Mi vocación siempre fue la botánica; mis hermanos Grigori solían llamarme “el jardinero” por mi interés en la naturaleza. Así encontré la forma de acumular riqueza en algo que me apasionaba; me convertí en un botánico. Pronto me pidieron trabajar en mi propio laboratorio. Las rosas de acero era su nombre. Trabajé en Rusia durante largo tiempo. Hasta que… el día del cumpleaños número 16 de Magenta decidí regalarle una variedad de rosa color violeta que pronto saldría al mercado; pensé que sería importante para ella saber que fue la inspiración para la creación de esta flor así que le puse su nombre y le envié el primer ejemplar del mercado. Vaya amarga sorpresa la que me llevé cuando al lado de su nota de agradecimiento adornada con pecas de sangre encontré una carta de su madre pidiéndome que regresara de inmediato ya que Magenta había muerto la noche anterior por causa de las espinas de mi rosa violeta.
Creí perder el corazón mientras veía a mi hermosa Magenta hundirse en las fauces de la tierra que tantas veces alabé por regalarme las más bellas flores. Con el corazón roto y la conciencia gritándome como bufón enfurecido Abandoné a mi esposa y a mi segunda hija Rosses.

Náyade: - ¡ella es mi abuela!
Joel: - que corto se me ha hecho el tiempo y que larga se me ha hecho la vida; mi pequeña Rosses ya es abuela. Dice dirigiendo su mirada al cielo.
Joel: - Isabel jamás se rindió ante el destino, ni siquiera ante mi negativa de regresar a batavia; se ingenió la forma de acortar la distancia entre ambos por medio del correo. Casi todos los días recibía una carta suya recordándome que ella estaba aquí esperando por mi. Varias veces mi voluntad flaqueó ante sus versos que me recordaban la reina que una vez cuidé y retuve en mis brazos aquel fatídico día en la que la peste cayó en el paraíso.
Un frió invierno ruso, las cartas dejaron de llegar. En mi cabeza solo existía lugar para la duda, me llené de temor y furia pensando en las posibles explicaciones de su ausencia definitiva. Impulsado por mis reclamos, regresé a batavia dispuesto a acabar con su corazón y con el mío de paso. Todo para encontrarme con que meses atrás mi amada Isabel había fallecido por culpa de un cortaplumas y una herida en su mano, cuando abría la última de mis cartas. Ahora que debía cuidar de mi pequeña Rosses no tuve más remedio que cerrar mi laboratorio en Rusia y trasladarlo para el invernadero de la mansión Santierre.
Esos años fueron caóticos. Paulatinamente veía como mi cordura abandonaba mi mente; cada rincón, cada voz que hacia eco en las paredes de la mansión era una oda a mis amadas princesas. Por ese tiempo, un viejo amigo me envió un libro de algo llamado alquimia; me di a la tarea de leerlo y al terminar, la luz en mis ojos había regresado, pues descubrí que había una forma de devolverle la vida a mi amada Isabel, por medio de esta ciencia maldita podía hacerlo. Tuve mis dudas, no puedo negarlo; sabía que el perfecto equilibrio de la naturaleza me iba a cobrar caro mi insulto a sus designios, pero yo pagaría cualquier precio por ver brillar de nuevo los ojos de mi hermosa Isabel.

Me tomó tres años descubrir que yo no era un dios, y que la tarea dar la vida me quedaba grande incluso a mí en mi condición de ángel marginado. Después de fallidos intentos solo pude crear una variedad de tulipán de vetas doradas jamás visto, aún así su belleza no igualaba la de mi amada Isabel… La locura te propina hermosos delirios… y cuando desperté de los míos, me encontré con que mi hija ya pronto tendría la edad para encarar su designio. Entonces, puse a la venta el tulipán veta de oro y con el dinero que recaudé, la envié tan lejos como me fue posible
Que iluso fui al pensar que el destino no iría a buscarla. A su regreso me sorprendió diciéndome que estaba comprometida con mi hermano y cuarto grigori: “el intérprete de sueños”, o como se hacía llamar en esta vida Emmanuel Ventroveck. El poeta sueco que le había robado el corazón a mi pequeña Rosses.
Eso fue lo último que supe de ella; pues poco antes de su boda con Emmanuel; fui internado en una clínica para enfermos mentales.
Náyade:-¿por que razón le harían eso?
Joel: - por que descubrieron el origen de los tulipanes “Isabella”

Náyade lo mira confundida.

Joel: - ahora te diré porque mi deber es desaparecer a Mila Santierre…
Aquel manicomio era similar a una cárcel; solo que más cruel, inhumana y costosa. Por el elevado índice de demencia que me refutaron, fui aislado los primeros 7 meses de mi instancia en el hotel “bella muerte”: una habitación obscura y agujerada con solo un espejo en la pared.
Por petición de Lady Santierre; me permitieron compartir con el resto de mis compañeros desquiciados. Pronto me trasladaron a una habitación “habitable”; fue así como conocí a mí hasta hoy socio Sandro Rosamunda.
El hombre estaba algo loco, aún hoy puedo decir que lo sigue estando; solía llevar consigo un pañuelo manchado con su propia sangre y lo lamía cada instante que podía.
Cuando por fin me permitió acercarme a él, descubrí que no estaba tan desquiciado después de todo, que las circunstancias lo habían llevado a ese lugar.
En su vida pasada Rosamunda solía ser un fraile; no por vocación, sino más bien por necesidad; pues el hombre poseía las marcas de Cristo en sus muñecas y pies, así que la iglesia lo tomó como su propiedad y lo confino a una abadía. Pero pronto descubrieron sus cuestionables hábitos alimenticios: Rosamunda bebía sangre como si fuese agua.
Tan pronto escuché esto recordé que en aquel libro de alquimia se mencionaba una raza de hombres llamados “las sanguijuelas”; que de igual forma presentaban los estigmas y la sangre les venía como agua a su dieta.
Sin vacilar le propuse que escapáramos; y él aceptó gustoso; no sin antes masacrar y drenar a varios médicos y enfermeras.
Náyade resiente con impresión.
Joel sonríe: - su método era realmente particular. Había oído hablar sobre vampiros pero él era historia aparte. Tomaba una daga y rompía la vena yugular de su víctima; por supuesto la sangre brotaba a presión y el disfrutaba de su fuente de vida, quitando otra.

Bajo el nombre de Joel, recuperé el prestigio y la riqueza material que alguna vez tuve como un Santierre. Junto a Rosamunda reabrí mi laboratorio en Rusia. Donde tuve la oportunidad de conocer al magno alquimista quien me reveló que sin un cuerpo dispuesto a recibir el alma de Isabel; no podría devolverla a la vida. Para mi suerte; Rosamunda había estado desempeñando el cargo de Abad en una modesta abadía francesa adonde por causas inmanentes creo yo; llegó Mila; la sexta princesa.
No tuve cargas morales pues además de mí ya certificada pérdida de juicio, la joven no mostraba signos de individualidad o vida; siempre guardaba silencio y jamás miraba a los ojos de nadie. Era perfecto, como si solo fuese un cuerpo; un cuerpo dispuesto a devolverme a mi amada Isabel.

la Laguna de bataviaWhere stories live. Discover now