Capítulo 13: apología de un amor suicida...

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Samuel se tumbó sobre la alfombra, alternando ambos brazos para no dejar rastro de la auto indulgencia liquida que se desbordaba por sus ojos. Llorar nunca fue orgullo para los hombres ni prestigio para los caballeros.
Acababa de ver a su hermano en aquel lugar donde tantas veces toco su violín; la laguna de batavia era un buen escenario para las tragedias y eso eran cada una de sus melodías: apologías de un amor suicida, acompañado de esa mujer… Aquella joven era realmente bella, haberla tenido en sus brazos había sido lo mejor que le había pasado en largo tiempo. ¡Que bello rose fue aquel que la muerte propicio entre ambos!, que cálido fue aquel beso, aunque robado, exquisito. Y es que quien se atrevió a decir que estaba mal hurtar, seguro alguien que jamás le robo un beso a una bella dama.
Aun tendido en el suelo, Samuel lanzo la mirada por encima del horizonte y vio como las nubes rojas, eran arrastradas por el viento, dejando desnuda a una luna llena.
Ahora brillando en el cielo, la luna le permitía ver lo que una vez estuvo oculto por las sombras, frente a él, el cello de su hermano, parecía estar guardado en una jaula de barrotes luminosos, eran los rayos de la luna que custodiaban el tesoro de Gabriel.
Samuel se puso de pié. al ver que su hermano estaba de vuelta, recogió su violín y salio de la habitación diciendo.
- ¿también lloraras esta noche?
   A lo que Gabriel contesto:
- hoy mas que nunca hermano.


En su habitación Náyade encontró el refugio de su impotencia. Con la ira exterminando su paciencia, se frotó los ojos como si quisiese sellar el rumbo de sus lágrimas. Lloró hasta sentirse ligera.
Retiró el vestido violeta de su cuerpo, que llevaba ya 2 días acompañándole. Mientras se ponía su camisilla blanca vio como una luna desaparecida se reencontraba con su piel; la luz azulada invadía la habitación como un cáncer.
La atmósfera era la de un sueño febril, (es increíble como los colores se convierten en mentiras universales cuando se descubre que es la luz la que decide como mostrarnos el mundo), la habitación se convirtió en un camaleón monocromático.
Arrepentida de ocultar su cuerpo, ahora se pone frente al espejo junto a la ventana, sin otra prenda que sus cabellos cubriéndole los senos. Golpeó el espejo para ver si su reflejo se quejaba, pero no fue inútil. Le fue difícil pensar que la carne le es fiel al alma. Pues, ¿como podríamos pensar en infinitud cuando en un principio nosotros mismos somos un limite? Atormentada por si misma, se apoyo en la ventana, y mirando al espejo vio como el destello de la mariposa en su espalda parecía moverse. Ridiculizada por su propio sentido común que dio cuenta de su paranoia, se recogió el cabello, se envolvió en las mantas y cayó dormida.

la Laguna de bataviaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora