Capítulo 17: la invitación.

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Gabriel se detuvo en el camino para recoger su pedido. Al salir de la joyería vio como el sol se ocultaba; puso la diminuta caja en su bolsillo, y se dio prisa pues quería llegar antes que la luna a casa de náyade.
Con algo de prisa cruzó la esquina de la calle Alameda; observo como náyade junto con otros 3 extraños personajes entraban a la mansión Santierre. Quien le causó más asombró fue la novicia ya que en Batavia los aplacantes a esta religión eran escasos y poco apreciados por sus habitantes debido a las campañas inquisidoras, que casi extinguen al pueblo entero como consecuencia de su arraigada cultura panteísta.
Al llegar a casa, encontró a su hermano Samuel viendo la televisión en la habitación de huéspedes, aquella actitud holgazana no era extraña en él.
Samuel vio pasar a su hermano en dirección al mirador, donde franz hacía un rato disfrutaba de un café…pensó en seguirle pero la sola idea se levantarse le chocó, prefería serle fiel a la zanganería.

En el mirador la taza humeante de Franz brillaba cobriza ante el sol que se extinguía
Franz: buenas noches joven Gabriel.
Gabriel: - no pude encontrarle.
Franz: - ¿cree que ya este aquí?
Gabriel: - no lo sé
Franz: - ¿podrá soportarlo?
Gabriel: - desearía que así fuese.
Los tres campaneos del agudo timbre interrumpen la plática. Franz deja su taza en la baranda y se dispone a abrir.

Franz:
¡Luchía!  Que gusto verte.
Luchía: - buenas noches, la condesa de santierre les envía esta invitación.
Franz toma el delicado papel estampado con letras de oro. Antes de poder si quiera abrirlo, Samuel se lo arrebata.
Samuel: - un banquete, que suerte. Dile a tu ama que allí estaremos.
Luchía: - la cena se servirá en una hora.
Gabriel repone con tono vivaz: - dígale a la condesa que no me será posible asistir, pues tengo un asunto pendiente que atender.
Luchía: - pero la invitación va dirigida expresamente a usted…señor.
Samuel encuentra adorable la preocupación de la criada, entonces le toma la mano y mientras la besa dice:
-No te preocupes, allí estaremos.
La joven se ruborizó, sintió unas ganas enormes de lanzarse a los brazos de aquel hombre. Pero se contuvo, pues sabía que ese tipo de hombres solo le pertenecen a mujeres como la señorita náyade.
El corto trayecto hacia la mansión santierre, se le hizo eterno, miraba insistentemente a la puerta que minutos antes contenía a Samuel, el hombre que con solo un contacto le había robado el corazón. Entró por la puerta de la cocina; de inmediato recibió la orden de llevar agua caliente, toallas y alcohol a la habitación de la joven náyade.


la Laguna de bataviaWhere stories live. Discover now