Capitulo 22: el teatro central...

1 1 0
                                    



Rosses:- Luchia, podrías ver si mis nietas ya están listas.
Luchia: - acabo de ver a la señorita Mila con el joven Nathan en la laguna… Disculpe lady Rosses, ¿no cree que sea muy pronto para que la señorita Mila salga? Solo han pasado 4 días desde aquel suceso.
Rosses: - Mila es una joven muy fuerte, demasiado diría yo; ahora quien me preocupa es Náyade, durmió la misma cantidad de tiempo. Hace unas cuantas horas despertó y la note distante, no se que le haya podido ocurrir durante estos días, pero sin duda no es la misma que joven torpe y enérgica que llego a batavia.
Luchia:- debe ser el clima, no ha parado de llover.
Rosses: - ve y avísale que ya nos vamos.
Luchia: - no creo que sea necesario mi lady, ahí vienen ya.

Náyade bajó las escaleras acompañada de su prima y Nathan.
Los fastuosos vestidos azabaches de las jóvenes eran dignos de la sangre real que les corría por las venas. Su mirada soberbia y postura altiva revelaban que en náyade, se había restaurado todo aquello que la muerte de su madre destruyó.

Camino al teatro, náyade lucia altiva, impresionante. Se negaba a cruzar la mirada con cualquiera que le halagara.
Era su cumpleaños número 20; así que había decidido celebrarlo yendo al recital de Amanda, la mejor amiga de su madre, que estaba de gira por todo el mundo y casualmente se presentaría esa noche en el teatro central de batavia.




El edificio era esplendido, conservaba con ímpetu su estilo barroco. La taquilla se había agotado un mes antes de la única función. Se rumoraba que Amanda se retiraría en los próximos meses y nadie desperdiciaría la oportunidad de ver en vivo a tan magnánima intérprete por última vez.

Los palcos se habían reservado para las logias familiares más importantes; entre ellas la Santierre que ocuparía junto con el alcalde y los personajes más sobresalientes el palco principal; y, por supuesto tendrían una vista privilegiada del escenario.

Náyade junto con su presuntuosa familia subió las amplias escaleras de roble pulido que conducían al palco principal.
La multitud que se aglomeraba en el edificio, vio subir a la hermosa joven, que apuraba el paso para tratar de pasar desapercibida, pero ¿como podría pasar desapercibida una hermosa mariposa entre un enjambre de escarabajos bien vestidos? 

Por fin, estaban en el palco, donde toda una corte de sirvientes estaba dispuesta a ser el tapete la realeza .Y aunque sentía asco de la actitud de los bien cebados, que creían que los pobres valían menos que la única moneda de oro en sus bolsillos; náyade se sentó en el sillón acompañada del ellos.
Faltaban 5 minutos para que la función diera inicio; náyade se balanceaba sobre el banco, comenzaba a aburrirse.

Desde el extremo del palco alguien la miraba con insistencia; un joven alto, de cabello negro, finos rasgos, y unos penetrantes ojos azules no le quitaba la vista de encima.  A su lado, un agraciado niño le pregunta:
-¿que miras hermano?  
-guarda silencio va a comenzar…

Las luces se apagan, el telón se levanta. Una bella mujer, incrusta sus dedos en el arpa de oro.  Su cabello rojo destila por su espalda como el mejor de los licores; la blanca piel de la mujer hace que esta brille con los reflectores como una aparición fantasmal. La melodía imita la concepción de los mismos Ángeles.
Náyade se acerca al borde del palco; conmovida, sonríe al ver que Amanda sigue siendo el mismo ser radiante de ternura que ella hace tanto conoce. Las cuerdas del arpa se detienen, y los aplausos no se hacen esperar. Ahora los telones se han cerrado.

Las luces del teatro se encienden, y en el palco, la actividad social comienza; náyade se sienta resignada.

-Señor Gabriel pensé que no vendría. Dice Luchia mientras toma el abrigo de Gabriel y franz.
Gabriel: - ¿donde está?
Luchia le señala la posición exacta de Náyade.
Luchia: - ¡señor Gabriel! Encontré esto bajo la almohada de la señorita náyade. Imagino que es un presente suyo para ella.
Gabriel toma el joyerillo de la mano maltratada de Luchia. Y se dirige a donde se encuentra náyade.
Luchía: - franz… ¿y el señor Samuel?

Franz:- no pudo venir, se sentía enfermo.
Luchía: - ¡de veras!  Y no sabes que tiene.
Franz: - indigestión. No ha parado de comer desde que llegó.

Luchia sonríe.


Náyade contempla la grandeza del teatro, los hermosos pliegues y las siluetas en las columnas la maravillan. Alguien le hala la mano, sacándola de su abstracción. Es un simpático niño pelirrojo.
-oye… feliz cumpleaños.
El niño le entrega un hermoso ramo de rosas negras.
Náyade: - gracias… ¿quien las envía?
El niño señala el extremo izquierdo del palco.
Náyade: - allí no hay nadie.
-Tienes razón, debo buscar a mi hermano.
Náyade: -¡oye espera!

Náyade se pone de pie; desde su regazo cae el hermoso bouquet.
Se disponía a seguir al chiquillo, cuando de repente, alguien la toma del brazo.
-mira. Dice entregándole las rosas.
Náyade: - Gabriel…estaba segura de que no te vería más.
Gabriel: - ya me di cuenta. Dijo señalándole el ramo en sus manos.
Náyade: - esto… no es lo que piensas, ni siquiera sé quién las envió.
-fui yo. Dijo el joven al lado de Gabriel.

Náyade no lo podía creer, hacía más de 8 años que no le veía. Pues según ella tenia entendida había ganado un cargo importante en un laboratorio de investigaciones en Rusia. Era Angello el hijo de Amanda, su compañero de juegos durante la niñez.
La estampa de Gabriel y Angello era sobrecogedora; Los dos juntos se veían como dos hermanos: la misma altura, el mismo cabello, incluso, la misma mirada imperturbable; sólo que los ojos de Angello siempre habían inquietado a náyade, mientras que los de Gabriel le causaban regocijo, ah… y claro estaba, Angello sonreía frecuentemente, habilidad de la que al parecer carecía Gabriel.
Todos en el palco guardaron silencio, náyade desorientada miro en todas direcciones; de pronto, unos fuertes brazos la cubrieron hasta casi ahogarla.
- ¡como has crecido pequeña náyade!, recuerdo cuando eras solo una manchita en el ecógrafo.
Náyade reconoció el abrazo sofocante de Amanda.
Amanda: - pero mira que hermosa eres, 20 años ya… eh…
Náyade: - hola Amanda.
Amanda: -¡ay!
Náyade: -¿que te pasa?
Amanda: que vieja me he puesto.
Todos en el lugar la miraron incrédulos. La mujer intachable, de impactante figura, se pasaba de cordial con la joven Santierre.
Rosses se acercó.
Rosses: - es hora de ir a cenar, las reservaciones están listas.
Náyade: - abuela Rosses ella es Amanda, la mejor amiga de mi madre.
Amanda: - mucho gusto señora.
Rosses: - es usted todo un fenómeno con el arpa.
Amanda: - gracias. Disculpen, veo que van a cenar y yo la verdad tengo hambre…
Náyade: - si quieres puedes acompañarnos.
Amanda: - esplendido, ¿no es así Tiago?
Dijo mientras tomaba de la mano al niño que le había entregado las rosas negras.
Amanda: - náyade, te presento a mi hijo: Tiago.
Náyade: - no sabía que tenías más hijos.
Amanda: - eso es porque Tiago nació durante el tiempo que deje de hablar con tu madre.
Náyade: -oye, nunca supe porque tú y mi madre se alejaron.
Amanda guarda silencio
Rosses: - llegaremos tarde, vamos.

El restaurante estaba cerca al teatro, así que todos caminaron por la avenida central.
Gabriel custodiaba a náyade, quien platicaba con Amanda mientras caminaban; Mila y Nathan los seguían rezagados. Nathan se acercó a Gabriel señalándole que Samuel se bajaba de un taxi una cuadra mas adelante.
Rosses caminaba impaciente.

Al llegar al restaurante, les recibieron de forma festiva, con la excusa de que pocas veces personajes tan relevantes visitaban el lugar.
Les dieron una gran mesa en medio del salón, había lugar para todos, incluyendo a Samuel que acababa de llegar.
Después de ordenar el plato más caro en la carta o el mas impronunciable que es lo mismo; Se inició la conversa.

En la gran mesa cuadrada, Náyade, Gabriel, Samuel, Mila y Nathan compartían el mismo costado de la mesa. Frente a ellos, Amanda, Tiago y Angello, y en la cabecera Rosses. A pesar de los esfuerzos de náyade por lograr que Luchia y franz compartieran su misma mesa, los dos estaban sentados en la mesa contigua.
Mientras esperaban la sena, un grupo de jóvenes se acercaron a la mesa pidiéndole un autógrafo a la arpista. Amanda lo hizo con gusto. Entre tanto, las jóvenes observaban atentas a todos en la mesa; una de las muchachas se dirigió a Angello y a Gabriel, insinuando que ambos eran hermanos; Angello evadió la pregunta, y como Gabriel no había puesto la mínima atención a la misma, la joven se marcharía sin respuesta por suerte Amanda contestó por los dos:
- no, no son hermanos, aunque no puedo negar su parecido. Cuando adopté a Angello no existían registros de ningún pariente vivo.

En la mesa todos guardaron silencio. A decir verdad, Angello no daba muestras de ser pariente consanguíneo de Amanda de quién su cabello rojo y ojos negros, contrastaban con el cabello negro y los ojos azules de su supuesto hijo. Era una verdad innegable.

Náyade, quien no podía recordar casi nada de su vida pasada preguntó:
-¿como fue que lo conociste?

Amanda sonrió:
-¡te encantaba esa historia! suelo no contarla, pero como no complacer a tan bella dama.
Amanda:
-fue hace ya 23 años durante mi primera gira mundial, tenía tan solo 19 años.
Aunque el arpa siempre fue mi pasión, jamás espere pasar mi vida con ella a cuestas saltando de  un continente a otro; en su lugar, soñaba con tener una bella familia y una casa en un  país como este, pero la vida se viste de tantas formas…
Náyade: … que uno se olvida de como se vistió la primera vez. Completó mientras miraba el candelabro en medio de la mesa
Amanda: - así es.
Amanda continuó:
Era mi primer viaje a Noruega; las fechas se vendieron dos meses antes de la función, yo estaba en la cumbre del éxito.
El frío invierno de noruega hacía que las cuerdas del arpa se congelaran por esto, debíamos llevarla al teatro durante las pocas horas de luz que nos proporcionaba el mismo día de la función.
No había nevado en todo el día, así que decidí acompañar al equipo que llevaría el arpa al teatro.
Al bajarme del auto, el paraje fue desolador; solo nieve en todas direcciones, y lo que parecía un enorme iglú de hielo justo frente a mí con un letrero que traducía:” teatro principal de Oslo”.
Caminé unos cuantos pasos, una fuerte ventisca me quitó la capota; mi cabello se agitaba como si tuviese vida propia. Me aproximé al teatro para refugiarme de la ráfaga de viento.
Me sorprendió ver que cerca de mi y junto a un modesto puesto de mercado estaba sentado un niño; me acerqué y en su lengua natal le pregunté que vendía, lo que vi. a continuación me dejó boquiabierta; el niño corrió la vitrina del puesto, y de dentro de ella sacó una hermosa rosa roja.
De inmediato quise comprársela, pero él se negó a venderla, dijo que no era digna de mí.
Me enfurecí, ese muchachito insolente me había negado algo que yo estaba acostumbrada a recibir como un obsequio. Pronto tuve que abordar el auto, faltaban solo dos horas para la función y debía cambiarme.
Mientras el auto se alejaba, el chiquillo corría tras él haciendo ademanes con la mano. Me causó satisfacción ver como se me hacía justicia cuando el insolente tropezó y su cara fue a dar en la helada nieve.
         
En el camino me plantee las posibles explicaciones del origen de aquellas rosas; pero no pude encontrar una razonable, después de todo estábamos a menos de -12°c y ningún rosal sobrevive a tan brutal ataque de la naturaleza.

Pronto llegó la hora de la función, mientras me acercaba al teatro oía como la multitud vitoreaba mi nombre, esa noche era especial. Al bajarme de la limusina, tuve que correr envuelta en una gran manta de piel de oso escoltada por varios guardaespaldas. No tuve tiempo para observar si aquel niño estaba cerca pues la multitud se abalanzó hacia mí y no tuve otra opción que entrar lo más rápido posible al escenario.

La función terminó recibiendo excelentes críticas; aunque no pude dar lo mejor de mí aquella noche pues el enigma del niño y la rosa ocupaban mi mente.
Tuve que esperar algunas horas a que la multitud se dispersara, o se cansara de esperar a las afueras del teatro; apenas  hace poco puede caer en cuenta del detalle: mis seguidores no admiraban mi talento, admiraban mi apariencia, hubiese sido igual si tocase el arpa o la flauta, su interés radicaba en mi atractivo.

Al fin, tres horas después de que acabara la función pude salir del teatro; al parecer la temperatura bajó en tal grado que los insistentes “fanáticos” no la resistieron y se marcharon.
Afuera, la tormenta de nieve hacía dificultoso el paso del auto; esta vez tuve la oportunidad de revisar si el chico estaba por ahí; creí verlo acurrucado al lado de la puerta así que le pedí al conductor que se detuviera para dejarlo entrar al auto, estaba segura que si no lo hacía aquel niño moriría. El chofer, echó un vistazo por el espejo retrovisor y no vio nada, así que no se quiso detener.
De pronto, algo golpeó el auto, como pude me bajé, y arrastrando el voluminoso vestido por la nieve llegué hasta donde estaba el pequeño tendido en el suelo, justo en frente de la limusina; aterrada lo tomé en brazos, el niño se reincorporó con dificultad, jamás había sido observada por tan sublime mirada; desde el interior de su chaqueta sacó una rosa y tiritando me dijo:
-discúlpeme, no pude encontrarla a tiempo, esta sí es digna de usted: una rosa del color de su cabello.
Aquella noche, descubrí que la virtud no había abandonado este mundo.
Tiempo después, realicé los trámites para su adopción y lo llevé conmigo a cada recital. Hasta que comenzó sus estudios y se mudó a Rusia.

Amanda frotó la cabeza de Tiago con ánimos de hacerlo enojar.
Tiago: mamá... no hagas eso.

En la mesa todos se dispersaron y comenzaron con la entrada, que hacia varios minutos estaba en la mesa.
Angello extravió su mirada en Náyade quien sonreía constantemente cada vez que aquel joven del cello le hablaba. Sentía envidia, pues a pesar de sus intentos, el nunca había logrado arrancarle una sonrisa de los labios, de hecho, sabia que su sola presencia la intimidaba.
Amanda:- deja de mirarla, sabes que la incomodas. Además el joven a su lado no hace más que lanzarte miradas como dardos venenosos.
Angello: - ¿cual joven?
Amanda: - el de la izquierda, ojos verdes y cabello rubio.

Angello no se había percatado de la presencia de Samuel hasta ese instante. No entendía porque su actitud; de igual forma en sus planes no estaba dejar de contemplar a náyade ni mucho menos alejarse de ella así que debía aprender a lidiar con este hombre y su actitud chocante.

Han servido el plato fuerte. Samuel se levanta de su lugar en dirección al baño, pasa justo al lado de Angello, quien sostiene los cubiertos verticales listos para empezar a comer. El paso acelerado de Samuel hace que el cabello sobre el rostro de Angello se sacuda. En ese mismo instante, Samuel mira perspicaz al joven que se estremece al sentir aquellos ojos verdes en su nuca. La pupila de Angello se extingue en el azul brillante de sus ojos entreabiertos mientras murmura:
- Demontre…
Amanda lo regaña sin alzar la vista: -no maldigas en la mesa…





la Laguna de bataviaWhere stories live. Discover now