―No hay problema. ―No le hago saber mi falta de pertenecías.

―Entonces, date prisa.

―Gracias.

―No lo hagas, sigo pensando que es un error.

―Te prometo que no te arrepentirás.

―Ya lo hago, así que vete de una vez.

Me dirijo hacia los dormitorios, tomo una pequeña bolsa, colocando en ella un par de mudas. El resto es un par de dispositivos que se nos otorgan a todos, las sabanas de mi cama y otro par de botas, todo lo coloco en una caja, que sello con cinta. Hasta ahora no había reparado en mis pertenencias, aunque no es como si necesitara demasiado o tuviera citas a donde ir. No obstante, cuando era humana, amaba las compras, en especial de ropas lindas. Supongo que somos capaces de adaptarnos, pero nos acostumbramos tanto a las comodidades, que perdimos un poco el enfoque y, sin embargo, ahora todo el mundo parece concentrado en destruir todo. Es posible que al terminar, si lo hace en algún momento, no quede nada.

****

Mientras ingreso en los laboratorios, charolas en mano, compruebo cuan increíbles y obstinados son este par de personas. No han descansado, veo las sombras debajo de sus ojos, pero no los detiene nada.

Me acerco a una de las mesas menos llena y hago espacio para mi carga, mis movimientos nada sutiles, justamente para hacerme notar.

―Tienes que comer ―digo cuando Koller me mira. Como si acaba de notar su falta de alimento, asiente distraídamente.

Puedo escuchar el gruñido de su estómago, aunque parece querer ignorarlo.

―Dame unos segundos.

Asiento, pero los segundos se vuelven minutos. Kyla observa debajo de un microscopio, que parece una estrella de cine con tantas luces sobre él. Lo que intentan hacer es comprobar la resistencia a la radiación, así que han instalado focos que imitan la longitud de onda del sol.

―Se enfriará ―les recuerdo. Este es el segundo día, desde que el anuncio se dio. Los dos primeros vuelos salieron, no sé cuántos falten en ser llevados, porque he permanecido aquí.

Tampoco he pensado que nos espera en esas nuevas instalaciones.

Por ahora mi única preocupación, son el par de humanos que se niegan a comer y a quien debo alimentar o morirán.

―Solo les tomara 5 minutos. No olviden que deben reponer fuerzas o no resistirán.

El trabajo duro lleva ya varias semanas, el agotamiento ha comenzado a mermar su peso y el color en sus caras, pero ellos ni siquiera lo notan.

Koller da un suspiro y finalmente deja sus gafas y guantes.

―Cierto. Vamos, Kyla o aquí nuestra escolta nos acusara.

Oculto una sonrisa.

No me sorprende que pasen de las sillas que he acercado para ellos o que coman con premura, me he acostumbrado a verlos siempre moverse con urgencia.

―¿Cuándo te iras? ―pregunta él, mirándome.

Cierto, había olvidado contarles que me quedaría.

―Cuando ustedes lo hagan.

Él tose, tomando un trago de su bebida, antes de mirarme. ¿Por qué a todo el mundo le sorprende que quiera quedarme? No debería ser tan extraño, al final de cuentas, soy un vampiro, más resistente que ellos.

―Deberías ir. Nos asignaran un par guardias.

―Lo sé, pero podría ser de ayuda. Marine me ha autorizado ―explico, evitando que continúe cuestionando.

La guardia (Saga la Donante #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora