D O C E

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Grito tras la mordaza, en vano, y me remuevo en mi lugar intentando salir de las garras de uno de mis secuestradores, esto ocasiona que me mire y le haga una seña a uno de sus compañeros, quien no tiene reparos en volverme a romper el hueso de la pantorrilla, por cuarta vez en lo que llevamos de camino. La mordaza ahoga, de nuevo, mi grito agónico mientras cálidas lágrimas ruedan por mis mejillas. 

— ¿Cuándo entenderás, estúpida muñeca, que esta vez no habrá escapatoria?

En respuesta le gruño a través de las lágrimas, él ríe y sigue arrastrándome por el bosque, llevándome a quién sabe dónde. Miro mi pierna rota, de la cual solo hay sangre, piel removida y parte del hueso saliendo del músculo, y sollozo, impotente.

Veinte minutos antes...

Río abiertamente sobre el regazo de Tanner gracias a uno de los terribles chistes de Shane, quien, al escuchar a su hermano reír a la par mía, nos mira fingiendo molestia e indignación, incrementando mi risa, ambos hermanos comparten una mirada de complicidad.

—Mira nada más, hermanito, hay una sonrisa en el rostro de Lydia.

—Vaya, y yo que creía que no sabía sonreír. —Pongo los ojos en blanco y les muestro el dedo medio sin dejar de hacerlo, hace mucho que no río así. Entonces pasa.

Ninguno de los tres ve venir el impacto, solo lo sentimos.

Salgo disparada hacia delante sin que los musculosos brazos de Tanner logren impedirlo, atravieso el parabrisas y ruedo a lo largo del capó, lastimando mi espalda con el impacto y mis extremidades con los cristales rotos, caigo sobre el camino, sintiendo algo romperse en alguna parte de mi cuerpo, y me hago un ovillo cuando la camioneta pasa sobre mí. Una de las llantas alcanza mi muñeca derecha, destrozando el hueso y las articulaciones en ella. Grito y la camioneta se vuelca, dando dos giros de campana, compactándose y aplastando todo dentro suyo, incluyendo a Tanner y Shane.

Intento ir en su ayuda pero nada parece responderme, todo me duele, en especial mi mano arrollada y mis costillas, las cuales parecen haber sido rotas en mi violenta travesía fuera de la camioneta. Tenso la mandíbula y agudizo el oído, solo hay un extraño silencio sepulcral, un aroma desconocido entra en mi desarrollado sentido del olfato instantes después, todo mi cuerpo entra en una dolorosa tensión y pronto tengo al portador de dicho aroma ante mí, quien, con su hocico, me da la vuelta sin cuidado alguno, gimo ante el dolor que azota a mi cuerpo, cosa que parece causarle gracia.

Por fin te tenemos, pequeña y escurridiza muñeca.

Doy un vistazo rápido a mi alrededor como puedo y blasfemo mentalmente cuando me veo rodeada por la manada de lobos marrones que han atentado con mi vida desde hace semanas, detengo mi mirada azulada en la forma del lobo gris y mantenemos el contacto visual hasta que mi grito lo quebranta. Jadeo en busca de aire, contrayendo todo mi cuerpo, y suelto pequeños gritos de dolor mientras mis huesos se acomodan y mis heridas sanan de manera dolorosa, exceptuando la muñeca y mano que la camioneta ha arrollado.

Daryl, tú la llevas. —Escucho decir por la conexión a quien parece el líder de la manada, el que está a mi derecha asiente y adopta su forma humana, desvío la mirada ante su desnudez.

—Andando, muñeca, que queda un largo camino por recorrer. —Dice con una mirada maliciosa y me pone una mordaza, gimo cuando me toma por la muñeca herida y comienza a arrastrarme con vigor, cerrando la marcha de los lobos.

Actualidad

Muerdo el trozo de tela, conteniendo la retalía de maldiciones e improperios que pugnan por ser dichos hacia el despreciable hombre, y observo la estela de mi sangre que vamos dejando a nuestro paso, todo parece dolerme mientras lucho con la inconsciencia que la pérdida de sangre quiere producirme, sin embargo, no sucumbiré, debo estar alerta y prestar atención a todos los detalles a mi alrededor en caso de tener la oportunidad de escapar.

Luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora