T R E C E

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—Voy a contarte un pequeño e insignificante secreto, nueva. —Habla con voz casi gutural, es el Alpha, asiento. —Las cadenas que los apresan están conectadas a una misma toma de energía, la cual yo activo con este maravilloso artefacto llamado batería de auto. —Comienzo a temer, por lo que mi cuerpo entero tiembla, sonríe con satisfacción. —No sabes cuánto estoy deseando escuchar tus gritos, porque, adivina, tú tendrás descargas dobles. —Señala las cadenas atadas a mis tobillos y luego a las de mis muñecas, cierro los ojos con fuerza. —Empecemos.

Sin importarme el dolor que aún aqueja a mi cuerpo, lo tenso y me preparo, sin abrir los ojos, lo escucho tararear una canción mientras mueve algunas cosas. La espera acaba con mi cordura y abro los ojos, él me guiña un ojo y conecta el extremo del cable rojo en lo que parece ser una palanca empotrada en la pared. El dolor estalla, primero en mis muñecas y tobillos, y luego invade mis extremidades, muerdo mi labio inferior mientras mi cuerpo se sacude espasmódicamente, negándome a darle la satisfacción de escucharme gritar, y un grito digno de una Vadook hace temblar toda la estancia, hago mi mayor esfuerzo y miro sobre mi hombro, encontrando a Shila en su apariencia Vadook, es impresionante, pero, algo va mal con ella.

De su cuerpo saltan chispas azuladas, sus ojos se encuentran en blanco y el grito ha terminado, observo horrorizada como su cuerpo se rinde a la gravedad y cae hacia delante, siendo sostenida por las cadenas en sus brazos. Regreso mi mirada al frente, buscando una solución, y la encuentro observando a Bernandette adquiriendo su lado Vadook también, tuerzo mis muñecas y tomo las cadenas en mis manos, soportando el dolor que esta acción ocasiona, respiro hondo y, no sé cómo, pero dirijo toda la energía únicamente a mis cadenas, cortando la tortura de los otros. Un grito escapa de mí, mis extremidades están en llamas y mi cuerpo entero se sacude con mayor violencia mientras todo se nubla, sin embargo, sigo con mi tarea y el suplicio pronto acaba.

—Interesante. —Es lo último que escucho antes de perder el conocimiento.

.....

—Duele, papá. —Sollozo sin contenerme cuando él no logra curar las quemaduras que ha dejado el incidente en mis brazos y piernas, él contrae el gesto con frustración y hace otro intento, pero su lado Vadook se niega a aparecer. Todos estamos débiles tras las descargas.

—Lo sé, cariño. —Sus ojos se cristalizan a la par de los míos, fuerzo una sonrisa e intento ahuyentar mis lágrimas.

—No llores, estaré bien, te lo prometo. —Él asiente y vuelve a su rincón, una perla de sudor resbala por mi nariz y cae, tocando una de mis múltiples quemaduras en mi tobillo, siseo ante el dolor.

Bajo la mirada hasta mis piernas y contengo una mueca al ver su lamentable estado, están a carne viva, la sangre hace un desastre en el piso de concreto, y las esposas tampoco ayudan. Levanto la mirada hasta las esposas en mis brazos e intento zafarme de ellas, creyendo ilusamente que la carne molida y chamuscada, que ahora son ambas muñecas, la sangre y el sudor ayudarían, pero solo me ocasiono dolor. Maldición.

—Vas a lastimarte, deja eso. —Obedezco la amable observación de Sam y dejo que caer mi cuerpo hacia delante, dejando que mi peso sea sostenido por mis lastimadas articulaciones, eso me ocasiona otra oleada de dolor, sin embargo, estoy tan cansada que lo único que hago es tensar la mandíbula y esperar a que el dolor mengue.

Mis párpados se cierran en contra de mi voluntad, permanezco algunos instantes dormida antes de despertar de forma violenta gracias a un estridente sonido, causado por el Alpha y cuatro más de sus secuaces. Los miro entre mis pestañas y espero sus siguientes movimientos, los cinco se miran entre sí y sacan una enorme cacerola, toman una cuchara enorme de madera y, para mi sorpresa, comienzan a alimentarnos.

Luz de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora